(Domingo
XXIX - TO - Ciclo C - 2025)
“Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?” (Lc 18,
1-8). En este Evangelio, hay dos temas distintos: uno, es el de la parábola en
la que se nos enseña que, en la oración, son imprescindibles la constancia y la
perseverancia, además de la confianza de ser siempre escuchados por Dios. En la
parábola hay dos personajes: por un lado, una mujer viuda que necesita ayuda
por parte de un juez; por otro lado, el juez, que tienen una característica, la
de ser temerario e inicuo -injusto- ya que “ni temía a Dios ni le importaban
los hombres”. La mujer viuda acude en su ayuda para pedirle que le haga
justicia “frente a su adversario”. En un primero momento el juez se niega, pero
luego reflexiona y dice: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres,
como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga
viniendo a cada momento a importunarme”. Es decir, el juez termina finalmente asistiendo
al pedido de justicia que le hace la viuda y el motivo es que la viuda no lo
dejará tranquilo con su pedido de justicia. Lo que nos deja como enseñanza la
parábola es que, si un juez terreno, que es temerario e injusto, sin temor de
Dios ni de los hombres, hace justicia solo por el motivo de la insistencia y de
la perseverancia en el pedido, tanto más lo hará Dios, que es Justo Juez y Juez
Eterno, quien además de no ser jamás un juez injusto como el de la parábola, sino
que es Juez Perfectísimo y Justísimo, tanto más lo hará Dios, Justo Juez, con
aquellos de sus hijos que acudan a Él con insistencia y perseverancia. La idea
central entonces es la 1de orar hasta ser inoportunos, con insistencia y perseverancia,
hasta que la oración del que ora sea escuchada[1], es decir, orar,
lo cual implica tener fe en ser escuchados y, por otra parte, orar con insistencia.
Luego
Jesús, con una pregunta, introduce la segunda enseñanza de la parábola, que aparentemente
no tiene nada que ver con la primera parte, pero sí tiene que ver porque es una
pregunta precisamente relacionada con la fe: “¿Cuando venga el Hijo del hombre,
¿encontrará esta fe en la tierra?”.
Debemos
preguntarnos la razón de esta pregunta, ya que, de un tema particular e
imaginario, como el de la parábola, pasa a un hecho real, que habrá de acontecer
en el futuro y que abarcará a toda la humanidad y es el de su Segunda Venida en
la gloria: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la
tierra?”. Si Jesús hace esta pregunta es porque supone que ya se ha entendido
la parábola y que, la enseñanza de esta parábola deberá ser aplicada para su
Segunda Venida. La parábola se relaciona con la oración, que debe ser continua,
perseverante, continua; pero también con la fe, porque para orar, es necesario,
indispensablemente, la fe: entonces, Jesús nos quiere decir que hay que tener
fe y hacer oración y que esta debe ser perseverante, continua y confiada, pero
nos dice, ante todo, que esa fe, con esas características, podría no estar
presente en casi ningún habitante de la tierra en los momentos previos a debe ser precisamente más fuerte y
perseverante antes de su Segunda Venida y de ahí la pregunta de Jesús acerca de
si habrá fe en la tierra cuando venga el Hijo del hombre. Jesús hace pregunta,
no porque Él no sepa la respuesta, ya que Él es Dios y todo lo sabe; precisamente,
porque sabe la respuesta, es que Jesús hace la pregunta. Jesús sabe que, antes
de su Segunda Venida en la gloria, se producirá un fenómeno llamado en la
Iglesia con el nombre de “apostasía” y que ha sido advertida, entre otras apariciones,
por una de las más grandes apariciones de la Virgen, Nuestra Señora de La
Salette. También la Virgen, en sus mensajes al Padre Gobbi, le avisa acerca de
la apostasía generalizada dentro de la Iglesia Católica y que cuando veamos esto,
sepamos que es una señal segura de la pronta asunción del Anticristo ante el
mundo. La apostasía es el pecado contra el Espíritu Santo, porque es el rechazo
de los dogmas de la Iglesia. Puesto que los dogmas han sido revelados por
Nuestro Señor Jesucristo, con el don de la Sabiduría del Espíritu Santo, negar
un dogma de la Iglesia es negar, diabólicamente, satánicamente, influenciados
por el Demonio y por el Anticristo, la Verdad Revelada por Nuestro Señor Jesucristo.
Es el pecado que cometieron Judas Iscariote, Lutero, Calvino, John Sobrino, Gutiérrez
y tantos heresiarcas más. La apostasía implica, no el salir de la Iglesia,
sino, desde dentro de la Iglesia, colocar cargas explosivas en sus columnas y
en su base, para hacerla implosionar, para que caiga sobre sí misma; la apostasía
promovida por los falsos teólogos de la marxista Teología de la Liberación -y
también la falsa Teología del Pueblo- implica la creación de nuevos Sacramentos,
relacionados con la pobreza -el pobre como sacramento, lo cual es una
aberración- al tiempo que denigrar y dejar de lado los verdaderos sacramentos
de la Iglesia, como la Eucaristía y el Sacramento de la Confesión; implica la
creación de nuevos rosarios -el rosario sinodal-, una nueva liturgia, con
danzas invocando demonios, como en la Misa Azteca, o ritos de la Pachamama,
etc.; nuevos mandamientos, como los mandamientos de la ecología, todo lo cual
configura una nueva iglesia, una iglesia falsa, la Iglesia del Anticristo, en
la que la fe es falsa porque no es la fe de la Santa Iglesia Católica Romana. Un
ejemplo patente de esta falsa Iglesia es la falsa Iglesia Católica Patriótica
China, que responde al Partido Comunista Chino, ya que ahí se enseñan doctrinas
del Partido Comunista y no las verdades de la fe católica. Pero en Occidente
también existe la apostasía al interno de la Iglesia Católica Apostólica
Romana. Esta apostasía la estamos viviendo en la actualidad: el 99% de niños y
jóvenes que finalizan la instrucción catequética abandonan la religión
católica, abandonan los sacramentos, abandonan la Santa Misa, viviendo sus
vidas como si Jesús nunca hubiera dado sus vidas por ellos en la Cruz ni se
entregara cada vez por ellos en cada Eucaristía. Esto se llama apostasía, falta
o mejor dicho ausencia de fe católica culpable de los dogmas de la Iglesia Católica,
es el verdadero pecado contra el Espíritu Santo, pecado que no se perdona ni en
esta vida ni en la otra. Es por esto, por irritar a la Sabiduría de Dios, que la apostasía tiene
un alto, un altísimo precio, que es el de desencadenar la Justa Ira de Dios,
porque así como el niño, el joven, el adulto, que desprecian a Dios en la Eucaristía,
así de esa misma manera, serán despreciados por Dios al irritar continuamente
la Justicia Divina; la apostasía tiene el durísimo precio de que desencadena la
Ira de Dios, Ira de Dios que se verá reflejada primero en el Juicio Particular,
en donde el alma experimentará el terror de enfrentar a Dios como Justo Juez y
luego será ratificada en el Día del Juicio Final, en donde los apóstatas, los que
hoy se ríen de la religión católica, los que hoy desprecian a la Santa Misa por
el fútbol, el paseo y las compras, los que sabiendo que Jesús viene a la Eucaristía
para quedarse en la Eucaristía y así habitar en los corazones de los hombres,
aun así, prefieren ignorar a Cristo, dejarlo solo en su Día, el Dominus,
el Domingo, el Día del Señor Jesús, el Domingo y dándole la espalada, eligieron
acudir al estadio de fútbol, al paseo de compras, a jugar al fútbol, o a
cualquier otra actividad, siendo lo importante que haga olvidar a Cristo Eucaristía
el Domingo. La pregunta de Jesús vale para nuestros días, en los que
constatamos que la fe católica, la fe sobrenatural, se ha enfriado a tal punto
que el mundo parece haber entrado en una era de hielo espiritual, en donde los
corazones de los hombres no sienten en absoluto la necesidad del calor del Amor
del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. Jesús pregunta porque sabe que, antes
de su Segunda Venida, vendrá el Anticristo y la señal del Anticristo es la
pérdida casi total de la fe católica, de manera tal que no habrá casi nadie que
haga oración, porque la oración requiere de la fe, de la fe en Cristo Jesús
como el Hombre-Dios. Cuanta menos fe haya dentro de la Iglesia, o lo que es
igual, cuando la verdadera fe se haya reemplazado por la falsa fe de la iglesia
ecuménica e inclusiva no católica, entonces podremos decir que, antes que estar
cercana la Segunda Venida del Hijo del hombre, estará más cercana todavía la
manifestación del Hombre de la Perdición, el Anticristo, el hombre poseído por
Satanás, tal como lo profetiza el Catecismo Católico[2]. Nuestro Señor Jesucristo
se pregunta si habrá fe cuando Él vuelva, porque los corazones dominados por
Satanás no sentirán la necesidad de hacer oración de ningún tipo, porque no
tendrán fe, la verdadera fe católica, la fe del Credo de los Apóstoles; es
decir, habrán apostatado y el remedio para quien no quiera caer en la apostasía
es el Credo de los Apóstoles.
Pero
algo a tener en cuenta, por el sentido general de la parábola, es que si bien
habrá apostasía masiva y generalizada, de igual modo habrá un pequeño redil, formado
por los que verdaderamente aman a los Sagrados Corazones de Jesús y de María,
los que aman a la Iglesia Católica y es a través de estos, los que tengan fe y
hagan oración con la certeza de que serán escuchados, es que se cumplirá la
promesa de Jesús de que al final, el mal no prevalecerá[2]. La victoria final
sobre el mal y el Infierno por parte de la Justicia de Dios está asegurada por
la promesa de Jesús: “Las puertas del Infierno no prevalecerán sobre mi
Iglesia” y acerca de eso no hay ninguna duda, y si Jesús hace esta pregunta,
que en realidad nos la hace a nosotros, es para advertirnos, porque cuando
ocurra la persecución del Anticristo, la última de la historia, antes de la Segunda
Venida en la gloria de Jesucristo, muchos decaerán, desfallecerán en la fe y se
abandonarán al Anticristo y así al regresar Cristo, no encontrará ni fe ni
oración en la gran mayoría de los fieles, con excepción de un muy pequeño
rebaño. Cuando reine el Anticristo, antes de la Segunda Venida de Jesús, todo
parecerá humanamente perdido, pero los fieles seguidores de Cristo se
caracterizarán porque harán oración, ya que, confiados en las palabras de
Jesús, tendrán fe, la fe del Credo de los Apóstoles, la fe del Credo
Constantinopolitano y así esperarán contra toda esperanza la Segunda Venida de
Cristo.
[1] Cfr. B. Orchard et
al., Verbum Dei. Comentario a la Sagrada Escritura, Tomo III,
Editorial Herder, Barcelona 1957, 628.
[2] Cfr. numeral 675.
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