jueves, 25 de noviembre de 2010

Se verá al Hijo del hombre venir con gran poder y gloria


“Se verá al Hijo del hombre venir con gran poder y gloria” (cfr. Lc 21, 20-28). Dando culminación a la serie de eventos catastróficos que se sucederán antes de la Segunda Venida, Jesús aparecerá, en el Último Día, en el Día del Juicio Final, revestido de poder y de gloria, para juzgar a toda la humanidad, desde Adán y Eva, hasta el último hombre nacido en ese día.

La Segunda Venida será distinta a la Primera: en la Primera, Jesús vino oculto, y nadie, excepto su Madre y su padre adoptivo, sabía de su Nacimiento; nadie sabía que era Dios ese Niño que nacía milagrosamente en Belén. En la Segunda Venida, todos sabrán que viene, porque vendrá, no oculto, a nacer en una pobre cueva, sino que vendrá a juzgar a la humanidad, y será visto por todos los hombres de todos los tiempos, muertos y vivos.

En la Primera Venida, vino de noche, en la noche del tiempo y en la noche del alma; en la Segunda Venida, vendrá, y cuando vendrá, su resplandor será tan intenso, que palidecerá la luz del sol, y su luz gloriosa iluminará y alcanzará todos los rincones del universo, y todos los escondrijos del alma, hasta la raíz más profunda del ser.

En la Primera Venida, su Venida a la tierra culminó con su humillante muerte en cruz; en la Segunda Venida, finalizará el tiempo, para dar inicio a la eternidad, y la cruz de madera, en la que sufrió y murió el Salvador, se convertirá en una cruz de luz, que permanecerá en los cielos por la eternidad, y la muerte de su cuerpo real, en el tiempo, será fuente de vida eterna y de resurrección, para su cuerpo místico, en el tiempo sin tiempo de los cielos.

Pero la Segunda Venida será también similar a la Primera: así como en la Primera nadie lo esperaba, así también en la Segunda, nadie lo esperará; será su Venida “como un relámpago” (cfr. Mt 24, 27), “como un ladrón” (Mt 24, 37-44), al que nadie espera; así como en la Primera Venida vino de noche, en medio de la frialdad y maldad del corazón humano que no le dieron cabida, de manera tal que tuvo que nacer en una pobre cueva en Belén, refugio de animales, así también, en la Segunda Venida, vendrá, y la maldad del corazón humano será tan grande y tan profunda, por haberse apartado de Dios, que aunque brille el sol, y dé luz la luna, habrá más oscuridad y más frío en los corazones de los hombres, que en la Noche de Belén.

Finalmente, así como en la Primera Venida, vino a través del amor maternal de María Santísima, así también, en su Segunda Venida, vendrá por medio del Inmaculado Corazón de María, que será quien preparará los corazones de las almas justas, para recibir a su Señor que viene a juzgar a la tierra.

Mientras tanto, entre una y otra venida, está su Venida por la liturgia de la Santa Misa: en cada Santa Misa, Cristo viene desde los cielos hasta el Pan del altar, para luego venir al corazón del alma fiel que lo espera y desea recibirlo con ansia. Para esta venida, preparamos nuestros corazones con la penitencia, la oración, el ayuno y el amor al prójimo, y decimos, con el Apóstol Juan: “Maranathá, ven, Señor Jesús” (cfr. Ap 22, 20).

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