jueves, 4 de noviembre de 2010

El simbolismo del Sagrado Corazón


Cuando Jesús se aparece a Santa Margarita María de Alacquoque como el Sagrado Corazón, le muestra su corazón a la Santa, en actitud de ofrecérselo.

¿Qué es lo que Jesús quiere expresarnos con esta devoción y con esta acción, la de ofrecer el corazón?

Para poder entender qué es lo que Jesús nos quiere significar con el don de su propio corazón, es decir, para entender el sentido de la devoción, y para que trascienda el mero sentimentalismo y el naturalismo[1], debemos considerar qué es lo que simboliza el corazón en el hombre.

En el hombre, en un sentido biológico, puede decirse que el corazón es la sede del amor y de la vida, y el órgano que da la vida por excelencia, porque es una obviedad que sin el corazón no hay vida. En el caso de Jesucristo, su Corazón físico, humano, “está unido hipostáticamente a la Persona del Verbo de Dios”[2], que es Vida y Amor Increados, y por lo mismo, su Corazón es sede de su amor y de su vida humano-divinos.

Es decir, la simbología del corazón humano se aplica al Corazón de Jesús, y así como en el hombre el corazón es la sede del amor humano, así el “sacratísimo y adorable Corazón del Redentor divino” es el “símbolo y el signo más noble del amor divino”[3].

Pero para poder comprender a la devoción en su sentido sobrenatural, la simbología y el significado del corazón en el hombre deben completarse y continuarse con la constitución de Jesús como Hombre-Dios.

Jesús, Hombre-Dios, es Espirador del Espíritu Santo, junto al Padre, en cuanto Hombre y en cuanto Dios; su Ser divino está unido hipostáticamente, es decir, personalmente, a su naturaleza humana, y así la naturaleza humana se convierte en un vehículo que prolonga ad extra, hacia fuera, las procesiones trinitarias que suceden ad intra, en y dentro de la Trinidad. En la Trinidad, el Espíritu Santo, el Amor divino, es espirado en forma conjunta, del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, a partir del corazón único de Dios Uno y Trino, y esta efusión mutua del Espíritu Santo, entre el Padre y el Hijo, se continúa y se prolonga en la efusión de sangre del Sagrado Corazón, traspasado por la lanza en la cruz.

De esta manera, la efusión de sangre del Sagrado Corazón, no sólo simboliza, sino que actualiza, al prolongar, la efusión del Espíritu Santo, del corazón único de Dios. La sangre del Corazón de Cristo, que es efundida al ser traspasado su Corazón en la cruz, continúa y prolonga, ad extra, hacia fuera de la Trinidad, la efusión del Espíritu ad intra, dentro de la Trinidad. Es decir, al ser traspasado el Sagrado Corazón, y al derramarse la sangre en él contenida, a través de la herida, se derrama, con esta sangre, el Espíritu Santo, el Amor de Dios. El Espíritu Santo es, por así decirlo, vehiculizado, transportado, por la sangre del Corazón de Cristo, traspasado en la cruz.

De esto se ve que Jesús, cuando se aparece como el Sagrado Corazón, con su Corazón en la mano, ofreciéndolo, lo ofrece con todo su contenido, y el contenido del Sagrado Corazón es su sangre, pero una sangre que no está contenida, estática, en su recipiente, sino que fluye, incontenible, como un océano infinito, porque esa sangre contiene al Espíritu Santo, que es el Amor de Dios.

Al donarnos su Corazón, Jesús no nos hace un don meramente simbólico, o sentimentalista: nos dona su corazón real, con su contenido, su sangre, y con su sangre, el Espíritu Santo, que es el Amor de Él al Padre y del Padre a Él.



[1] Cfr. Pío XII, Encíclica Haurietis aquas, 1, 3.

[2] Cfr. ibidem, 6.

[3] Cfr. ibidem, 6.




No hay comentarios:

Publicar un comentario