“No se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre diciendo: ‘Soy Yo’ y también: ‘El tiempo está cerca’. No los sigan” (cfr. Lc 21, 5-19).
Jesús da las señales antes del fin de los tiempos, antes del Día del Juicio Final. Entre estas señales, se encuentra la proliferación de falsos cristos, que usurparán el nombre y la identidad de Jesús, para engañar a los elegidos. Los falsos cristos dirán: “Yo soy Jesús, Yo soy el Mesías”, y harán falsos milagros, pero en realidad serán enviados de la misma serpiente que tentó a Adán y Eva en el Paraíso. Jesús nos advierte que no debemos seguir a esos falsos cristos, y que debemos mantenernos fiel a Él.
Ahora bien, ¿cómo podemos distinguir al verdadero del falso cristo? ¿Cómo darnos cuenta, si alguien viene y falsamente dice: “Yo soy Jesús”, de que él no es el verdadero Jesucristo? Nos daremos cuenta por la Eucaristía: el único Cristo es el Cristo Eucarístico, y el Cristo Eucarístico es Jesús de Nazareth, Dios Hijo hecho hombre sin dejar de ser Dios, que en la Eucaristía actualiza para nosotros su misterio pascual de muerte y resurrección. Es en la Eucaristía donde se encuentra el verdadero y único Jesucristo, el Hombre-Dios muerto en cruz y resucitado para nuestra salvación, que desde la cruz nos ha donado su sangre y su vida y su filiación divina, don que continúa en el sacramento de la Eucaristía.
Los falsos cristos dirán: “Yo soy”, y dirán también: “El tiempo está cerca”, pero no habremos de creerles, porque es el verdadero Cristo Eucarístico quien dice desde la Eucaristía: “Yo Soy”, y es el verdadero y único Cristo, el Cristo Eucarístico, quien nos dice: “El tiempo está cerca”. Sólo el Cristo Eucarístico es el Dios Vivo y Viviente, y es Él quien nos advierte que el tiempo está cerca, a través de distintas apariciones de su Madre, como en Fátima y en La Salette, y el tiempo de su Venida está cerca porque la maldad del corazón humano ha colmado y traspasado la medida de la paciencia divina.
A través de la Virgen en La Salette, y en otras apariciones, Jesús nos advierte que el tiempo de su Venida está cerca, pero su Venida estará precedida por la venida de los falsos profetas, de los falsos cristos, y del Anticristo. Ahora bien, para apreciar el valor de las apariciones de la Virgen María en La Salette, no debemos dejar pasar las profecías de La Salette por alto, porque el Papa Juan Pablo II dijo de ellas: “Estamos en el corazón de las profecías de La Salette” .
Teniendo en cuenta la autoridad del Santo Padre Juan Pablo II, quien evidentemente creía en estas profecías, detengámonos un poco entonces a ver qué es lo que la Virgen nos dice.
En Francia, en La Salette, en el año 1865, la Virgen dijo así: “Melanie, esto que yo te voy a decir ahora no será siempre secreto; puedes publicarlo en 1858: Los Sacerdotes, Ministros de mi Hijo, los Sacerdotes..., por su mala vida, por sus irreverencias e impiedad al celebrar los santos misterios, por su amor al dinero, a los honores y a los placeres, se han convertido en cloacas de impureza. ¡Sí!, los Sacerdotes piden venganza y la venganza pende de sus cabezas. ¡Ay de los sacerdotes y personas consagradas a Dios que por sus infidelidades y mala vida crucifican de nuevo a Mi Hijo! Los pecados de las personas consagradas a Dios claman al Cielo y piden venganza, y he aquí que la venganza está a las puertas, pues ya no se encuentra nadie que implore misericordia y perdón para el Pueblo. Ya no hay almas generosas ni persona digna de ofrecer la víctima sin mancha al Eterno, en favor del mundo. Dios va a castigar de una manera sin precedentes. ¡Ay de los habitantes de la Tierra...! Dios va a derramar su cólera y nadie podrá sustraerse a tantos males juntos. ¡Los jefes, los conductores del Pueblo de Dios, han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio ha oscurecido sus inteligencias, se han convertido en estrellas errantes que el viejo diablo arrastrará con su cola para hacerlos perecer. Dios permitirá a la serpiente antigua poner divisiones entre los soberanos, en las sociedades y en las familias. (...) La sociedad está en vísperas de las más terribles calamidades y los más grandes acontecimientos. Se verá obligada a ser gobernada por una vara de hierro y a beber el cáliz de la cólera de Dios. (...) Italia será castigada por su ambición de querer sacudir el yugo del Señor de los Señores. (...) La sangre correrá por todas partes. Las Iglesias serán cerradas o profanadas. Los Sacerdotes y religiosos serán perseguidos. (...) Muchos abandonarán la Fé, y el número de Sacerdotes y religiosos que se separarán de la verdadera religión será grande. Entre estas personas se encontrarán incluso Obispos. Que el Papa se ponga en guardia contra los obradores de milagros, pues llega el tiempo en que los prodigios más asombrosos tendrán lugar en la tierra y en los aires. (...) Lucifer, con gran número de demonios, serán desatados del Infierno; abolirán la fe, aún entre las personas consagradas a Dios. (...) Muchas casas religiosas perderán completamente la fe y perderán a muchísimas almas. Los malos libros abundarán en la Tierra y los espíritus de las tinieblas extenderán por todas partes un relajamiento universal en todo lo relativo al servicio de Dios. Habrá Iglesias para servir a esos espíritus. (...) ¡Ay de los príncipes de la Iglesia que se hayan dedicado únicamente a amontonar riquezas, a poner a salvo su autoridad y dominar con orgullo! (…)
“La Iglesia será entregada a grandes persecuciones. Esta será la hora de las tinieblas. (…) Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo plan, que será abolir y hacer desaparecer todo principio religioso para dar lugar al materialismo, al ateísmo, (...) a toda clase de vicios. (…) Los justos sufrirán mucho, sus oraciones, su penitencia y sus lágrimas subirán hasta el Cielo, y todo el Pueblo de Dios pedirá perdón y misericordia e implorarán su ayuda e intercesión. Entonces Jesucristo, por un acto de justicia y de su gran misericordia con los justos, mandará a sus ángeles que destruyan a todos sus enemigos. Los perseguidores de la Iglesia de Cristo y los hombres dados al pecado perecerán de golpe, y la Tierra quedará como un desierto.
Entonces será la paz, la reconciliación de Dios con los hombres; Jesucristo será servido, adorado y glorificado. La caridad florecerá en todas partes. Los nuevos reyes serán el brazo derecho de la Santa Iglesia que será fuerte, humilde, piadosa, pobre, celosa e imitadora de las virtudes de Jesucristo. El Evangelio será predicado por todas partes y los hombres harán grandes progresos en la fe, porque habrá unidad entre los obreros de Jesucristo, y los hombres vivirán en el temor de Dios.» (...).
“La Tierra será castigada con todo género de plagas. Habrá guerras, hasta la última que la harán los diez reyes del anticristo, los cuales tendrán todos un mismo plan, y serán los únicos que gobernarán al mundo. Antes que eso suceda, habrá una especie de falsa paz en el mundo; no se pensará más que en divertirse; los malvados se entregarán a toda clase de pecados; pero los hijos de la Santa Iglesia, los hijos de la fe, mis verdaderos imitadores, creerán en el amor de Dios y en las virtudes que me son más queridas. Dichosas las almas humildes guiadas por el Espíritu Santo, Yo combatiré con ellas hasta que lleguen a la plenitud de la edad. La naturaleza clama venganza contra los hombres, y tiembla de espanto en espera de lo que debe suceder en la Tierra encharcada de crímenes. Temblad Tierra, y vosotros que hacéis profesión de servir a Jesucristo y que interiormente os adoráis a vosotros mismos, ¡temblad!, pues Dios va a entregaros a sus enemigos, porque los lugares santos están en la corrupción. Muchos conventos no son ya casa de Dios, sino pastizales de Asmodeo. Durante este tiempo nacerá el anticristo... Hará prodigios y no se alimentará sino de impurezas. ... Se cambiarán las estaciones... Los astros perderán sus movimientos regulares. La luna no reflejará más que una débil luz rojiza. El agua y el fuego causarán en el globo terrestre movimientos convulsivos y horribles terremotos.
Roma perderá la Fé y se convertirá en la sede del anticristo. Los demonios del aire, con el anticristo, harán grandes prodigios en la Tierra y en los aires, y los hombres se pervertirán más y más. Dios cuidará de sus fieles servidores y de los hombres de buena voluntad. El Evangelio será predicado por todas partes. Todos los pueblos y todas las naciones conocerán la verdad.
Hago una apremiante llamada a la Tierra, llamo a los verdaderos discípulos del Dios que vive y reina en los Cielos, llamo a los verdaderos imitadores de Cristo hecho hombre, el único y verdadero salvador de los hombres. Llamo a mis hijos, a mis verdaderos devotos, a los que se me han consagrado a fin de que los conduzca a mi Divino Hijo, los que llevo, por decirlo así, en mis brazos, los que han vivido de mi espíritu. Finalmente... Llamo a los Apóstoles de los Últimos Tiempos. Los fieles discípulos de Jesucristo que han vivido en el menosprecio del mundo y de sí mismos, en la pobreza y en la humildad, en la oración y en la mortificación, en la castidad y en la unión con Dios. En el sufrimiento, y desconocidos del mundo. Ya es hora que salgan y vengan a iluminar la Tierra: Id y mostraos como mis hijos queridos, yo estoy con vosotros y en vosotros, con tal que vuestra fe sea la luz que os ilumine en esos días de infortunio. ... Luchad hijos de la luz, vosotros pequeño número... pues ya está aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines. La Iglesia se oscurecerá, el mundo quedará consternado.
Ha llegado el tiempo. El sol se oscurece, solo la fé vivirá. Aquí está el tiempo. El abismo se abre. He aquí el rey de los reyes de las tinieblas. Aquí está la bestia con sus súbditos, llamándose el salvador del mundo. Se elevará con orgullo por los aires para subir hasta el Cielo. Será sofocado por el soplo de San Miguel Arcángel. Caerá. Y la Tierra, que llevará TRES DÍAS en continuas evoluciones, abrirá su seno lleno de fuego.
Será hundido para siempre, (el anticristo), con todos los suyos, en los abismos eternos del infierno. Entonces el agua y el fuego purificarán y consumirán todas las obras del orgullo de los hombres y todo será renovado. Dios será servido y glorificado.».
Lo que Jesús y la Virgen nos quieren decir a través de las apariciones de La Salette es que están por venir “una serie de castigos y catástrofes...", por causa de los pecados de los hombres y que “muchos sacerdotes se apartarán de la sana doctrina." Además, la Virgen hace referencia al anticristo, y que Roma perderá la fe y se convertirá en su sede; Dios permitirá a Satanás tentar a los hombres y al mundo y éste llegará al caos, al desorden y la desesperación, pero finalmente, por un acto de su justicia y su misericordia mandará purificar y renovar al mundo, y a su Iglesia, vendrá entonces el reinado de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
La Santísima Virgen nos dice en La Salette que estamos viviendo los Últimos Tiempos, que no son el Fin del mundo, que se caracterizarán por una purificación venida del cielo, y por una renovación de la Iglesia, y por eso llama a los verdaderos imitadores de su Hijo, a los “Apóstoles de los Últimos Tiempos”, que ayudarán al triunfo definitivo de Jesucristo, en la paz y reconciliación de Dios con los hombres.
Con todo, dice Juan Pablo II que “La Salette es un mensaje de esperanza, puesto que nuestra esperanza se apoya en la intercesión de la Madre de los hombres” .
La Virgen en La Salete nos habla de las señales que habrán de avisarnos acerca del tiempo de la purificación que sobrevendrá en la tierra, pero también Jesús Misericordioso, a través de las revelaciones a Sor Faustina, nos habla de una señal en el cielo antes de su Venida, una crucifijo del cual saldrá luz de las heridas de Jesús: “Escribe: Antes de que Yo venga como Juez, vendré como el Rey de la Misericordia. Antes de la llegada de aquel día del juicio, habrá una señal en el cielo: se apagará toda luz en el cielo y en la tierra. Aparecerá la señal de la cruz en el cielo. De cada una de las heridas de mis manos y de mis pies saldrá una luz que iluminará la tierra durante un breve tiempo. Será poco antes del Último Día” .
Pero hasta tanto llegue el cumplimiento de las profecías en La Salette, y de las reveladas a Sor Faustina, la Iglesia nos da otra señal, y es la señal en el altar, porque en el altar, en cada Misa, desciende, invisible, la cruz de Jesús, y Jesús en la cruz, desde los cielos, para quedarse en la Eucaristía. Es esta señal, la señal de la Iglesia, la que se nos da en cada Misa, y es la señal que debemos reconocer, con los ojos de la fe, para poder luego reconocer las señales antes del fin, cuando Cristo Dios envíe el castigo sobre la tierra.
Es Cristo Dios quien, desde la Eucaristía, nos dice: “Yo Soy el que soy, el que era y el que es; Yo Soy Tu Dios, el que te creó, el que te redimió, y el que te santificó. Yo di mi vida por ti en la cruz; Yo derramé mi sangre por ti en la cruz; Yo soplé el Espíritu del Amor divino por ti en Pentecostés; Yo entrego mi Cuerpo, mi Sangre, mi Alma y mi Divinidad en la Eucaristía, y en cada comunión eucarística Te entrego todo mi Ser, y con Mi Ser divino, Mi Amor, que es el Amor del Padre y Mío, renovando Pentecostés para ti. Yo Soy quien Te espera al final de tus días; es a Mí a quien verás cuando cierres los ojos el día de tu muerte, y los abras a la vida eterna. Yo Soy, y espero, día a día, que cambies, que dejes de mirar el mundo, para contemplarme a Mí, Tu Dios, en el misterio eucarístico. Yo Soy, Yo te espero en la Eucaristía, oculto en las apariencias de pan, para que vengas a hacer adoración, a hablar Conmigo de corazón a corazón. No tardes más, Yo Soy, vuestro tiempo en la tierra se acorta. Venid a Mí. Yo Soy en la Eucaristía y está cerca el tiempo en que he de venir. Ven a adorarme en espíritu y en verdad, antes de que sea más de noche”.
Jesús nos habla desde la Eucaristía, como el Verdadero y Único Dios. Para reconocer su Voz, y para no confundirla con la de los falsos cristos, son necesarias la oración y la Adoración Eucarística.
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