lunes, 13 de febrero de 2012

El signo que contiene algo más grande que los cielos eternos, es Cristo Eucaristía



“Piden un signo y no se les dará” (cfr. Mc 8, 11-13). Los fariseos piden un signo del cielo para creer y Jesús afirma que no se les dará. Un signo es algo que, o por relación natural –se da así en la realidad de la naturaleza-, o por convención –no se da en la naturaleza pero todos quedamos de acuerdo- señala la existencia o la realidad de una verdad o de algo[1].
Así, por ejemplo, el humo es signo natural del fuego, indica la existencia del fuego, mientras que el rojo, por ejemplo en un semáforo, es un signo convencional –la sociedad se pone de acuerdo en darle el significado- de peligro. El rojo, convencionalmente, en el semáforo, indica peligro. Humo y fuego son signos, uno natural, el otro, convencional.
Ahora bien, los fariseos piden un signo; ¿qué tipo de signos piden los fariseos?
Los fariseos no piden ni signos naturales ni convencionales; piden “un signo del cielo” para creer, pero Jesús, que viene del cielo, se niega a dárselos. Podríamos preguntarnos, si Jesús es el Hombre-Dios, y como tal, Dios venido del cielo; ¿no podría haber contentado a los fariseos haciendo un milagro? ¿Cuál es el motivo del rechazo de Jesús?
El motivo de la negativa de Jesús es que los fariseos piden un signo del cielo, pero rechazan el principal y más grande todos los signos, que es el mismo Jesús. Jesús, Dios encarnado, es el signo del cielo, el signo que Dios Padre envía a la humanidad[2]. Sus milagros también son un signo del cielo, pero Él es el principal de todos los signos, un signo no natural ni convencional, sino sobrenatural y no-convencional.
Jesús es el signo principal que envía Dios Padre, y es por eso que, si se lo rechaza, todo otro signo carece de valor: de nada vale pedir signos –milagros- del cielo cuando se rechaza al principal de todos estos signos del cielo, Jesús, Dios Hijo encarnado. De ahí la negativa de Jesús de no dar más signos o milagros, porque sería inútil que les hiciera milagros, ya que lo mismo no creerían.
Pero no son los fariseos los únicos en pedir signos, rechazando el principal de todos. También dentro de la Iglesia, muchos bautizados exigen signos del cielo para creer –curaciones, sanaciones, soluciones rápidas a los problemas-, mientras dejan de lado el principal de todos los signos, Cristo Jesús en la Eucaristía.
La liturgia eucarística, como misterio sobrenatural, es el principal de todos los signos del cielo aquí en la tierra; es el signo más grande de la Presencia de Dios entre los hombres; es el signo que señala la Presencia de Dios hecho hombre en medio de los hombres, para que los hombres se hagan Dios.
Por eso, más que distraernos en pedir signos del cielo, como curaciones, sanaciones, soluciones cuasi-mágicas-, los cristianos debemos concentrarnos en contemplar el signo más grande de todos, un signo que contiene algo más grande que los cielos eternos, Cristo Eucaristía.


[1] Cfr. X. León-Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica, Editorial Herder, Barcelona 1980, voz “signo”,  858-860.
[2] Cfr. León-Dufour, ibidem.

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