martes, 21 de febrero de 2012

Todo es posible para el que cree



“Todo es posible para el que cree” (cfr. Mc 9, 14-29). Un padre de familia viene a pedir por su hijo, quien está poseído por un demonio. Como él mismo lo reconoce, su fe es débil –“Creo, ayúdame porque tengo poca fe”-, y por eso la petición en la que parece no confiar demasiado en el poder de Jesús: “Si puedes… expulsa al demonio”. Pide a Jesús la expulsión del demonio, pero sin mucho convencimiento: “Si puedes”. Jesús retoma la primera parte de su petición en la respuesta: “Si puedes… Todo es posible para el que cree”, como diciendo: “Claro que puedo, solo hace falta que tú creas”. El padre de familia entiende lo que quiere decir, y por eso responde: “Creo”, pero sabe que su fe es débil, y completa la petición: “Ayúdame, porque tengo poca fe”.
En las palabras de Jesús, todo es posible para el que tiene fe: en este caso, es posible que un espíritu infernal, superior en naturaleza al espíritu humano, sea expulsado del cuerpo al cual posee, si se tiene fe en el poder de Jesús como Hombre-Dios, como Dios encarnado que, asumiendo una naturaleza inferior, la humana, al ser Dios Hombre, se convierte en rey de los ángeles y en dominador absoluto de las potestades infernales.
Todo es posible para el que cree, incluida la sanación de la posesión demoníaca, solo basta tener fe y Jesús obrará el resto, y esta fe necesaria la demuestra tener el padre de familia, ya que Jesús le concede la curación de su hijo.
El padre de familia obtiene la curación de su hijo, ya que es posible para él, porque cree que Jesús puede hacerlo. Pero hay milagros todavía más grandes y sublimes que el de la expulsión de un espíritu infernal de un cuerpo humano, y estos milagros son la conversión de una creatura en un hijo adoptivo de Dios, que pasa a ser hijo de Dios con la misma filiación divina y eterna del Hijo natural de Dios, el Verbo eterno; estos milagros mayores son, por ejemplo, la conversión de una materia inerte de pan y vino en el cuerpo resucitado del Señor Jesús, o la renovación sacramental, en el sacrificio del altar, del sacrificio cruento del Señor en la cruz, o la Presencia del Cordero que es la Lámpara de la Jerusalén celestial, en el altar de la Iglesia Católica, revestido de Pan, o el don del Vino de la Alianza Nueva y Eterna, en el convite eucarístico. Todo es posible para el que cree.

No hay comentarios:

Publicar un comentario