“Es
del corazón de los hombres, de donde provienen toda clase de malas intenciones (…)
Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace
impuro es aquello que sale del hombre (…) Así Jesús declaraba que eran puros
todos los alimentos” (Mc 7, 14-23). Jesús
declara “puros” todos los alimentos, con lo cual no tienen sentido la
clasificación de alimentos puros e impuros que hacen los judíos, y también caen
por irracionales, las falsas propuestas en las que se basan ideologías
sectarias anti-cristianas como el veganismo. Algo similar le sucedió luego a
Pedro y, para sacarlo de su error, es que Dios le hace ver, en una visión, que
todos los alimentos eran puros y que “no debía él llamar impuro a lo que Dios
había purificado”. Además, en relación a los animales –vacas, cerdos, ovejas,
etc.-, en la visión se le dice: “Mata y come” (cfr. Hech 10, 13), por lo cual no tiene sentido privarse de la
alimentación que proviene de los animales, tal como lo proponen judíos,
musulmanes, veganos y muchas otras sectas también. En el fondo, se trata de un
rechazo a la redención de Jesucristo; no es un tema científico, sino religioso,
porque al rechazar la redención de Jesucristo, se rechaza lo que Él ha
purificado con su Sangre en la cruz –todo lo bueno de la naturaleza humana y de
la Creación-. Mantener, de modo terco y necio, la clasificación de alimentos en
puros e impuros, es contrario no solo a la mentalidad científica, sino también es
contrario al valor salvífico del Sacrificio en Cruz de Nuestro Señor Jesucristo,
además de considerar, de modo soberbio, que el hombre el que determina lo que
es puro e impuro, trasladando artificialmente la impureza a lo externo al
hombre –los alimentos, en este caso- y dejando de considerar aquello que
verdaderamente hace impuro al hombre, como lo es el pecado que anida en su corazón,
tal como lo revela Nuestro Señor Jesucristo: ““Es del corazón de los hombres de
donde provienen toda clase de malas intenciones (…) Ninguna cosa externa que
entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale
del hombre”.
Adorado seas, Jesús, Cordero de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios oculto en el Santísimo Sacramento del altar. Adorado seas en la eternidad, en el seno de Dios Padre; adorado seas en el tiempo, en el seno de la Virgen Madre; adorado seas, en el tiempo de la Iglesia, en su seno, el altar Eucarístico. Adorado seas, Jesús, en el tiempo y en la eternidad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Excelente. Bendiciones
ResponderEliminar