“Si
la gente no los escucha, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio
contra ellos” (Mc 6, 7-13). Jesús envía
a sus discípulos a anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, y les confiere,
haciéndolos partícipes de su poder divino, del poder de curar enfermos y de
expulsar demonios. Les aconseja que “no lleven para el camino más que un bastón”
y que tampoco lleven “pan, ni alforja, ni dinero”.
que
fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas” y la razón es que
están de misión y no de paseo o de vacaciones. Ahora bien, puesto que van en
nombre de Dios y de parte suya, porque el anuncio del Reino de los cielos no es
de invención humana, sino una realidad divina que se revela a los hombres por
medio de Jesucristo, a todo aquel que reciba a los discípulos de Jesús, la paz
de Dios descenderá sobre él y sobre su casa, pero a aquellos que no los
reciban, es decir, que los rechacen, la paz de Dios no quedará en esa casa,
porque el Espíritu Santo no descenderá sobre esa casa, a causa de su rechazo. Y
esto se refleja en la acción que Jesús ordena explícitamente hacer a sus
discípulos: que sacudan “hasta el polvo que se ha adherido a sus pies”, en
señal de testimonio contra esa casa.
Quien
rechaza el mensaje de salvación del Hombre-Dios Jesucristo, revelado y
manifestado por la misión de la Iglesia y por sus misioneros, debe atenerse a
las consecuencias, que es nada menos que poner en riesgo la eterna salvación de
su alma, debido a que “no hay otro nombre dado a los hombres para su eterna
salvación”. Quien rechaza al Jesús de la Iglesia Católica –no al Jesús de otras
religiones o iglesias, y mucho menos al Jesús de las sectas-, que es el Jesús
que está en la Eucaristía, rechaza la última oportunidad de salvación que tiene
de su alma y esa es la razón por la cual nadie debe hacer oídos sordos a lo que
la Iglesia, por medio de los misioneros, dice a los hombres el mensaje de
Jesús: “Conviértanse, porque el Reino de Dios está cerca”.
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