lunes, 13 de mayo de 2019

“Tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”


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“Tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado” (Jn 13,1 6-20). En el transcurso de la Última Cena y luego de haber Jesús lavado los pies a sus discípulos, dándoles muestra de inmensa humildad, Jesús profetiza acerca de la traición que ha de sufrir a manos de Judas Iscariote: “Tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. Hasta ese momento, nadie, excepto Judas Iscariote -y el mismo Jesús, obviamente-, sabía que Jesús habría de ser entregado en manos de sus enemigos por parte de alguien que, al menos en teoría, formaba parte de su círculo más íntimo de amigos y apóstoles. Jesús anticipa, proféticamente, pues Él lo sabía en cuanto Dios, que Judas Iscariote, instigado por Satanás, habría de traicionarlo. Esto, la traición a Jesús, es algo que ninguno de los Apóstoles -excepto Judas Iscariote- habría podido siquiera imaginarlo. ¿Cómo y por qué traicionar a Jesús, que les había dado muestras de su amor, llamándolos en la Última Cena no “siervos”, como les correspondía, sino “amigos”, tal como lo dictaba el Amor de Dios? ¿Cómo y por qué traicionar a Jesús, que se había declarado Hijo de Dios y lo había comprobado por sus obras, milagros que sólo Dios podía hacer? ¿Cómo y por qué traicionar a Jesús, que no sólo nada malo había hecho, sino que todo lo que había hecho era derramar el Amor de Dios dondequiera que fuera? Era impensable que Jesús fuera traicionado por sus amigos y, sin embargo, ésa era la realidad que Jesús les estaba revelando: uno, que había compartido con él fatigas y sudores; uno, que había compartido con Él su apostolado; uno, que había recibido de Él personalmente sus enseñanzas; uno, que había sido llamado por Jesús “amigo” y no “siervo”, ése, era ahora el que lo traicionaba, porque así estaba escrito: “Tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”.
A lo largo de la historia, múltiples han sido los Judas Iscariotes que han traicionado a Jesús y su Evangelio, saliendo incluso de su propio seno, del seno de la Iglesia Católica: empezando por Lutero, que era sacerdote católico y se convirtió en hereje y apóstata; luego, siguiendo por numerosos sacerdotes y movimientos laicales religiosos que, traicionando a Cristo, empuñaron las armas de fuego en vez de Evangelio y en vez de sembrar vida, sembraron la muerte, convirtiéndose en movimientos guerrilleros y al margen de toda vida humana civilizada.
“Tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. La traición a Jesús no se urdió en las afueras de su Iglesia: fue del seno mismo de su Iglesia, de un sacerdote, un apóstol y amigo de Jesús, Judas Iscariote, de quien surgió la traición que lo entregó en manos de sus enemigos. Puesto que nadie está exento de caer, debemos siempre pedir la asistencia del Espíritu Santo para no convertirnos nosotros en otros judas Iscariote. Para que eso no suceda, además de la asistencia del Espíritu Santo, debemos mantenernos siempre en constante oración y en estado de gracia.

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