sábado, 11 de mayo de 2019

“(Yo Soy el Buen Pastor). Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna”



(Domingo IV - TP - Ciclo C – 2019)

         “(Yo Soy el Buen Pastor). Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna” (Jn 10, 27-30). Jesús se presenta a sí mismo como el Buen Pastor. Así como es un buen pastor, así es Jesús con sus fieles. ¿Cómo es un buen pastor? Un buen pastor da la vida por sus ovejas, porque mientras deja a las noventa y nueve seguras en el redil, va en busca de la que se ha perdido, la que ha extraviado el camino y ha caído por el barranco, sufriendo fracturas en esa caída y quedando herida, sin poder moverse, a merced del lobo. El lobo, al olfatear la sangre de la oveja herida, acude pronto adonde esta se encuentra, para intentar clavar sus afilados colmillos en la tierna carne de la oveja herida. El buen pastor da la vida por sus ovejas, porque se arriesga y no solo baja por el barranco, para buscar a la oveja perdida y curarla con el bálsamo y cargarla sobre sus hombros, para llevarla al buen resguardo de su redil, sino que hace frente al lobo con su cayado, ahuyentándolo y alejando así el peligro de muerte que se cernía sobre la oveja extraviada. El buen pastor salva la vida de la oveja perdida doblemente: porque la cura con aceite en sus heridas y la carga sobre sus hombros, y porque ahuyenta al lobo, que quería alimentarse de la tierna carne de la oveja. Jesús es el Buen Pastor, que deja a las ovejas a salvo en el redil, la Iglesia, a las almas de los justos, los que viven en gracia y va en busca de la oveja perdida, el alma que se ha alejado de Dios, el hombre que ha caído en el pecado. Jesús, Buen Pastor, baja no por un barranco, sino del cielo a la tierra, para encarnarse en el seno de María Virgen y así dar su vida por los hombres. Al encontrar a la oveja perdida, el hombre caído en el pecado, Jesús la cura con el bálsamo de la gracia, que quita sus pecados y le concede la vida nueva de los hijos de Dios y hace frente al Lobo infernal, el ángel caído, con el cayado de su Cruz, no sólo ahuyentándolo, sino venciéndolo para siempre desde el árbol ensangrentado de la Cruz. Jesús así salva doblemente la vida de sus ovejas: porque cura las heridas del alma con la gracia santificante –que se concede sobre todo con la Confesión sacramental y con la Eucaristía- y porque vence para siempre al Lobo infernal, derrotándolo con su sacrificio en Cruz. Por estas razones, Jesús es el Único y Verdadero Sumo Pastor, Pastor Eterno y Bueno, que da la vida por sus ovejas, los hombres extraviados que hemos caído en el pecado.
“Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna”. Así como las ovejas escuchan la voz de su pastor y a él lo siguen y reciben de él el alimento, así sucede con Jesús y las ovejas del redil, los fieles bautizados en la Iglesia Católica: las ovejas que pertenecen a Jesús –los fieles que lo aman y lo adoran en la Eucaristía- escuchan su voz en las palabras de la consagración, cuando Jesús habla por medio de la voz del sacerdote ministerial y lo siguen, en el sentido de que creen que esas palabras pronunciadas por el sacerdote convierten el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre, los cuales serán luego el alimento de vida eterna con el que el Buen Pastor alimentará a sus ovejas. No escuchemos a otro Pastor que no sea el Sumo y Eterno Pastor, Jesucristo, quien nos alimenta con el Pan de Vida eterna, la Sagrada Eucaristía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario