domingo, 9 de enero de 2022

Solemnidad del Bautismo del Señor


 


(Ciclo C – 2022)

          En el momento en el que Juan el Bautista bautiza a Jesús en el río Jordán, se produce lo que se denomina como “teofanía”, esto es, una manifestación de la divinidad. Ahora bien, es sumamente importante considerar que la teofanía del río Jordán no es, obviamente, una teofanía al estilo de las divinidades paganas –las cuales en realidad son falsas teofanías-, aunque tampoco es una teofanía al estilo del monoteísmo judío: aquí se trata de una teofanía católica, en donde la divinidad se revela no solo como un solo Dios, sino como Uno y Trino. En otras palabras, si en la Antigüedad los paganos creían en sus falsas teofanías y los judíos celebraban las verdaderas pero incompletas teofanías –como la de la zarza ardiente-, ahora, en el río Jordán, se produce la verdadera, auténtica y definitiva teofanía o manifestación de la divinidad: con ocasión del Bautismo de Jesús, el Dios Uno de los judíos se auto-revela en forma definitiva como lo que es desde la eternidad: como Dios Uno y Trino. En efecto, en la teofanía católica del río Jordán, Dios se revela como Uno en Tres Personas: Dios Padre habla e indica que escuchemos a su Hijo Unigénito Jesús; Dios Hijo es sumergido en el Jordán; Dios Espíritu Santo se manifiesta corporalmente como una paloma. Entonces, la teofanía trinitaria del Jordán se muestra como absolutamente superadora, tanto de la teofanía incompleta del judaísmo, como de las teofanías falsas de los paganos. Un primer elemento a considerar entonces, en el Bautismo del Señor Jesús, es que es la ocasión en la que Dios se manifiesta como la Santísima Trinidad, una Verdad única y exclusiva del catolicismo, propia de la Iglesia Católica y de ninguna otra religión.

Otro elemento a considerar es el significado del Bautismo de Jesús y la pregunta surge desde el momento en que Jesús, siendo Dios Hijo encarnado y por lo tanto la divinidad santísima en su Acto de Ser Puro y Perfecto, no tenía en absoluto necesidad alguna de ser bautizado. En definitiva, la pregunta es: ¿por qué Jesús es bautizado, si Él, en cuanto Dios, no solo no tenía pecado, sino que era la santidad y perfección en sí mismas?

La respuesta se encuentra en la Humanidad de Jesús, unida a su divinidad, la Segunda Persona de la Trinidad y el significado no sólo simbólico sino real que tienen los actos de ser sumergida y luego emerger, en el acto del bautismo. En otras palabras, Jesús es sumergido, indicando con ello su muerte en cruz, muerte a la que queda asociada y de la cual participa la muerte de la humanidad, es decir, la muerte personal de cada ser humano; en el momento en que sube a la superficie, luego de ser sumergido, indica y significa su resurrección gloriosa, el Domingo de Resurrección: en este caso, al igual que sucedió con su muerte, en la que toda la humanidad estuvo asociada y participó de ella, así también ahora, con la resurrección, toda la humanidad participa de la resurrección de Jesús, de su regreso glorioso a la vida eterna. Sin embargo, para que esto suceda, es decir, para que cada ser humano participe efectivamente de la resurrección gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo, es necesaria la adhesión personal, libre e individual, de cada ser humano. Esta aceptación de Jesucristo como Salvador de toda la humanidad en general y de cada ser humano en particular, debe ser realizada libre y conscientemente; de lo contrario, se caería en el error de Karl Rahner de considerar a todo hombre como “cristiano anónimo”. En efecto, según la errónea conclusión de Rahner, todo ser humano, por el solo hecho de ser ser humano, está ya unido a Cristo y salvado por Él, independientemente de si es cristiano de forma consciente o no. Es decir, para Rahner, no importa qué religión se practique –se puede ser budista, musulmán, protestante, judío o incluso hasta ateo o satanista-, porque la humanidad ha quedado unida a la divinidad en la Encarnación y por eso participa de su Muerte y de su Resurrección; así, una persona es cristiana, aún sin saberlo e incluso aún sin desearlo. Esto es un gravísimo error de Karl Rahner, que lleva inevitablemente a la interrupción de toda actividad misionera por parte de la Iglesia; además, lleva a una rendición incondicional de la Iglesia frente al Mundo, invirtiéndose los roles –la Iglesia se mundaniza y el mundo “enseña” a la Iglesia cómo debe pensar y actuar-, lo cual es lo opuesto a las palabras de Jesús, quien con toda claridad envía a sus discípulos –a la Iglesia- a difundir el Evangelio y a bautizar a los paganos y gentiles, como condición indispensable para participar de su misterio salvífico de muerte y resurrección y así ingresar en el Reino de los cielos.

En el Bautismo del Señor hemos sido incorporados, de parte de Dios, al misterio salvífico de Muerte y Resurrección; sin embargo, es necesario, con necesidad absoluta, de dar el asentimiento personal, libre e individual, mediante el cual reconocemos a Nuestro Señor como al Salvador; sólo así no solo no caeremos en el gravísimo error de considerar que existe un “cristiano anónimo”, como sostiene falsamente Karl Rahner, sino que seremos hechos partícipes de la Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo: luego de morir a la vida terrena, en estado de gracia, seremos llevados a la eternidad de la gloria del Reino de los cielos.

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