martes, 19 de julio de 2022

El Padrenuestro se vive en la Santa Misa


 

(Domingo XVII - TO - Ciclo C – 2022)

          “Recen el Padrenuestro” (Lc 11, 1-13). Jesús nos enseña a rezar el Padrenuestro y por esta razón esta oración es característica del cristiano. Sin embargo, hay otra característica de esta oración, que la hace muy particular y es que esta oración se vive en la Santa Misa. Esto se deduce al meditar en cada una de sus frases. Consideremos brevemente.

          “Padre nuestro que estás en el cielo”: en el Padrenuestro nos dirigimos, con la oración, a Dios Padre que está en el cielo; en la Santa Misa, el altar se convierte en una parte del cielo y en el cielo está Dios Padre en Persona, junto a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo.

          “Santificado sea tu Nombre”: en el Padrenuestro pedimos que el Nombre de Dios sea santificado; en la Santa Misa, el Nombre Tres veces Santo de Dios Uno y Trino es santificado y glorificado por el Hombre-Dios Jesucristo, que sobre el Altar Eucarístico renueva el Santo Sacrificio del Altar.

          “Venga a nosotros tu Reino”: en el Padrenuestro pedimos que venga a nosotros el Reino de Dios; en la Santa Misa, por el misterio de la Eucaristía, viene a nosotros no solo el Reino de Dios, sino algo infinitamente más grande que el Reino de Dios, y es el Rey del Reino de Dios, Cristo Jesús en la Eucaristía.

          “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”: en el Padrenuestro pedimos que la voluntad de Dios se haga en la tierra como en el cielo; en la Santa Misa, la voluntad de Dios se cumple efectivamente, porque la voluntad de Dios es que todos nos salvemos y en la Misa Cristo Dios cumple la voluntad de Dios, al renovar sacramental e incruentamente su Sacrificio de la Cruz, sacrificio por el cual nos salvamos.

          “Danos hoy nuestro pan de cada día”: en el Padrenuestro pedimos a Dios que nos dé el pan de cada día; en la Santa Misa, ese pedido se cumple, porque Dios Padre nos concede no solo las gracias para conseguir el pan material, sino que nos da algo que ni siquiera nos hubiéramos imaginado que podíamos pedir y es el Pan del Vida eterna, la Sagrada Eucaristía, que alimenta el alma con la substancia divina.

          “Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”: en la Santa Misa esta petición se hace realidad, porque Dios Padre nos perdona aun antes de que le pidamos perdón y el signo de su perdón es el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que se nos entrega no solo para perdonarnos, sino para colmarnos con el Amor de Dios, el Espíritu Santo; además, se nos da, con la Eucaristía, el Amor Divino que necesitamos para perdonar a quien nos ha ofendido.

          “No nos dejes caer en la tentación”: por la Santa Misa, obtenemos la fuerza más que necesaria para no caer en la tentación, porque en la Eucaristía Cristo nos dona su propia fuerza, la fuerza misma del Hombre-Dios, que nos permite vencer fácilmente cualquier tentación que se presente, por fuerte que ésta sea.

          “Y líbranos del mal”: en la Santa Misa este pedido se cumple efectivamente, porque Cristo, con su Sacrificio en cruz, que se representa sacramental e incruentamente en el Altar, derrota definitivamente a aquello que es la fuente del mal, el pecado que nace en nuestros corazones y al Demonio, el Príncipe de las tinieblas, el Príncipe del mal y no solo eso, sino que nos concede, con su Sagrado Corazón Eucarístico, todo bien, tanto material como espiritual, en una medida que ni siquiera somos capaces de imaginar.

          Por todo esto, vemos cómo el Padrenuestro, la oración que nos enseñó el Señor Jesucristo, se vive en la Santa Misa.

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