martes, 25 de noviembre de 2025

“¡Ven, Señor Jesús!”

 


(Domingo I - TA - Ciclo A - 20254 - 2026)

         En las semanas previas a la Navidad, la Iglesia ingresa en un nuevo año litúrgico llamado “Adviento”, palabra proveniente del latín “ad-ventus” y que significa “venir”, “llegar”, “venida”- y se refiere a la llegada o venida de Nuestro Señor Jesucristo. El nombre de este tiempo litúrgico no es casual, sino que se corresponde con la gracia especial que Dios concede en este tiempo litúrgico y esta gracia es la de la preparación espiritual de cada alma en particular y de la Iglesia en general para el encuentro con el Señor Jesús que “viene”, que “llega”, de ahí el nombre de “Adviento”: “Adviento” es tiempo de preparación para el encuentro con Cristo que viene y ése es el significado tanto de la palabra “Adviento” como del tiempo litúrgico que lleva este nombre.

Ahora bien, tratándose de un encuentro con Cristo y un encuentro personal -además del encuentro de la Iglesia con su Cabeza que es Cristo-, es necesario tener en cuenta bajo qué aspecto se da este encuentro en el Adviento, para así estar preparados para salir al encuentro de Cristo que viene. En el tiempo litúrgico del Adviento, la Iglesia nos pide que nos preparemos para un doble tipo de encuentro con Cristo: nos pide que nos preparemos espiritualmente para la Segunda Venida en la gloria, esto es, como si supiéramos que es inminente el Día del Juicio Final y nos pide que nos preparemos espiritualmente para esperarlo en su Primera Venida en Belén, es decir, como si todavía no hubiera venido. Esto es lo que explica el tenor de las lecturas de las semanas previas a la Navidad: de las cuatro semanas previas a la Navidad, no todas las semanas del Adviento se dedican a la Navidad: las dos primeras semanas se dedican a meditar sobre la Venida Final del Señor al fin de los tiempos, es decir, se dedican a meditar en su Segunda Venida en la gloria[1], mientras que las dos últimas semanas, estas sí están dedicadas a meditar sobre la Navidad, es decir, están dedicadas a meditar sobre la Encarnación del Verbo de Dios por obra del Espíritu Santo en el seno de María Santísima y su Nacimiento virginal en Belén, Nacimiento virginal por el cual inicia su misterio pascual de redención de toda la humanidad.

El Adviento entonces es un tiempo litúrgico para participar de una manera particular y especial del misterio de Cristo: en este tiempo, el alma se concentra en meditar cómo habría sido su encuentro personal con Cristo en el momento de su Primera Venida en Belén y cómo será su encuentro personal con Cristo en su Segunda Venida en el Día del Juicio Final. Por esta razón la preparación espiritual del Adviento se realiza bajo un doble aspecto o bajo una doble mirada espiritual: una primera preparación es para conmemorar la Primera Venida del Mesías en la humildad del Portal de Belén y para esto el alma puede meditar cómo estarían deseosos los justos del Antiguo Testamento ante la Llegada del Mesías, o cómo sería la alegría de los pastores a los cuales el Ángel anuncia el Nacimiento del Niño Dios en el Portal de Belén; en la segunda preparación del Adviento, la preparación para la Segunda Venida del Señor Jesús en la gloria, el alma debe meditar en cómo sería su Juicio Particular si fuera a tener lugar en estos días; qué es lo que le diría a Jesús, Justo Juez; qué uso hizo de los talentos que Jesús le dio, por ejemplo. El hecho de que el Adviento esté dedicado, en su primera etapa, a la preparación de la Segunda Venida del Señor Jesús en la gloria, es lo que explica que el Evangelio elegido por la Iglesia para este Primer Domingo de Adviento -Lucas (21,25-28.34-36)- se refiera a la Segunda Venida del Señor Jesús y no al Nacimiento del Señor: “Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria”.

Algo a tener en cuenta, no solo en el Adviento, sino en todo tiempo litúrgico, es que el tiempo litúrgico no es una mera conmemoración; es decir, no se trata de una simple recreación de la memoria; no es solo un “recuerdo piadoso” de lo que sucedió hace dos mil años en el tiempo y en la historia, sino que, por el misterio de la liturgia eucarística, el tiempo litúrgico implica, tanto para la Iglesia en su conjunto como Cuerpo Místico, como para cada bautizado en particular, un evento que supera la capacidad de comprensión humana y este evento es la “participación” en el misterio de Cristo, que en el caso del Adviento será, de su Segunda Venida, en las dos primeras semanas, y de su Nacimiento virginal, en las dos últimas semanas. Este hecho es de fundamental importancia y es tan importante, que si no tenemos esto en cuenta, en nada nos diferenciamos de la iglesia protestante o de cualquier secta que conmemore o festeje la navidad. Es de fundamental importancia saber que “participamos” del misterio de Cristo y no simplemente “recordamos” o “conmemoramos”, porque la “participación” está dirigida por el Espíritu Santo, mientras que la “conmemoración” es una mera función de la memoria. La acción del Espíritu Santo nos introduce de lleno en el misterio de Cristo, nos hace partícipes de él, de manera tal que podemos decir que, cuando celebramos la Navidad, participamos de su Nacimiento, mientras que cuando meditamos en su Segunda Venida, en cierta medida estamos participando, ya en forma anticipada, del Día del Juicio Final. Aunque parezca algo imposible, esta participación en el misterio de Cristo es una realidad, tanto para la Iglesia en su conjunto, como para cada bautizado en particular, porque es el Espíritu Santo quien hace que la Iglesia sea partícipe de este misterio pascual de Cristo.

Otro elemento a tener en cuenta y que ayuda a vivir en su plenitud el Adviento es que, si bien en el Adviento se conmemora y participa de la Primera y Segunda Venida del Señor, la Primera que ocurrió en el pasado y la Segunda que ocurrirá en el futuro, hay además otra Venida, Intermedia, no menos importante que la Primera y la Segunda, y es la Venida, la Llegada o el Arribo o la Llegada de Jesús por medio de la Santa Misa, del Sacramento de la Eucaristía al alma, Llegada o Venida que ocurre en el aquí y ahora, en el hoy, en el presente, en cada Santa Misa. Es por esto que podemos decir con toda precisión que el Adviento no solo es preparación para la Primera y Segunda Venida, sino que es también tiempo de preparación espiritual para esta Venida o Llegada Intermedia, el Arribo de Jesús al alma a través del misterio de la Eucaristía que se desarrolla en el tiempo presente, en nuestro aquí y ahora, en cada Santa Misa. Entonces, por el tiempo litúrgico del Adviento, rememoramos y participamos del encuentro en el pasado con Cristo en Belén, vivimos en el presente el encuentro con Cristo en la Eucaristía y nos preparamos para el encuentro futuro con Cristo en el Día del Juicio Final.

En resumen, para el tiempo litúrgico del Adviento, que en latín significa “llegada” o “venida”, Dios nos concede un tiempo de gracia especial para que nos preparemos espiritualmente para el encuentro, tanto personal como Iglesia, como Cuerpo Místico, con Nuestro Señor Jesucristo principalmente en sus dos Llegadas o Venidas: la Primera Venida, ocurrida en el tiempo pasado en el Portal de Belén y la Segunda Venida en la gloria, que ocurrirá en el tiempo futuro, en el Día del Juicio Final. Y a la preparación para estas dos Llegadas, debemos agregarle una Tercera, que es la que ocurre en el tiempo presente y a la que podríamos llamar “Llegada Eucarística” o “Llegada Intermedia”, la cual generalmente pasa desapercibida, pero que sucede realmente en cada Santa Misa, de manera que cada Santa Misa es un misterioso “Adviento”, una “Llegada” misteriosa de Nuestro Señor Jesucristo que desde los cielos “llega” o “viene” hasta el pan y el vino del altar para convertirlos en su Cuerpo y en su Sangre y es para este maravilloso “Adviento Eucarístico”, para el cual también debemos prepararnos espiritualmente y con mucha mayor razón, porque si el Primero, el de Belén ya sucedió hace dos mil años y el Segundo, el del Día del Juicio Final, sucederá en algún momento, conocido sólo por Dios Padre, éste “Adviento Eucarístico”, sucede en cada Santa Misa, en un tiempo conocido por nosotros, por lo que no podemos decir que, o no estábamos presentes, como en Belén, o no sabemos si estaremos en esta vida mortal, como en el Día del Juicio Final, puesto que en la Santa Misa, que es donde sucede este “Adviento Eucarístico”, estamos presentes, en cuerpo y alma y asistimos y somos espectadores y partícipes privilegiados, por la gracia, del más grande y maravilloso milagro jamás realizado por la Santísima Trinidad, el “Adviento Eucarístico”.

Finalmente, sabemos que debemos prepararnos espiritualmente para el Adviento; por lo tanto, debemos preguntarnos cómo debemos hacerlo, es decir, cómo debemos vivir espiritualmente el Adviento. La respuesta la encontramos en el Evangelio, en la parábola del siervo diligente y bueno y el siervo perezoso y malo: el Señor que llega es Cristo, el siervo que espera o no espera a su Señor somos los bautizados. En esta parábola debemos observar que el siervo diligente y bueno espera a su señor con ropa de trabajo -símbolo de las obras de misericordia-, con su lámpara encendida -símbolo de una fe viva y operante- y en paz con los demás -símbolo de humildad y de paz en el corazón, lo cual se obtiene con la gracia santificante, con la oración como el Rosario y con la Santa Misa-; el siervo perezoso y malo, por el contrario, no espera a su señor -símbolo de que no ama a Jesucristo-, se emborracha -ama los placeres carnales-, golpea a los demás -la violencia y la discordia son señales claras de la presencia del espíritu demoníaco, de Satanás- y su lámpara está apagada -porque no tiene fe, no cree, ni espera, ni adora, ni ama a Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía-.

En nuestro libre albedrío está el vivir el Adviento como el siervo perezoso y malo o como el siervo diligente y bueno, quien en lo más profundo de su corazón espera con ansias y con amor la Llegada de su Señor y en cada latido de su corazón dice: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22, 20).

 

 




[1] https://www.aciprensa.com/noticias/53270/que-es-el-adviento-y-cuando-empieza

 


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