(Domingo IV - TA - Ciclo A – 2025 - 2026)
El Evangelio relata el nacimiento de Jesús. Dice
textualmente: “El nacimiento de Jesús fue así: …”. Según lo que narran los
Evangelios, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia Católica, el Nacimiento
de Nuestro Señor Jesucristo no fue una obra humana, sino divina, trinitaria,
originada en la Santísima Trinidad, una obra de Dios Uno y Trino: Dios Padre
envía a Dios Hijo, por medio de Dios Espíritu Santo, a encarnarse en el seno
virgen de María Santísima.
Ésta es la causa primera y última del festejo navideño de
los cristianos, esta obra suprema de la Santísima Trinidad, el don que Dios
Trino nos hace del Nacimiento de Dios Hijo encarnado en un Portal de Belén.
Ésta es la única, principal y verdadera causa del festejo de Navidad para los
cristianos.
Sin embargo, visto como están las cosas, debemos
preguntarnos si realmente es ésta la causa del festejo de Navidad, o si
nosotros, los cristianos, hemos convertido a las fiestas navideñas en una
fiesta vacía de contenido espiritual sobrenatural trinitario; debemos
preguntarnos seriamente, porque según lo que se ve, los mismos cristianos hemos
convertido a la Navidad en una ocasión de fiesta mundana sin Cristo. No se
festeja el Nacimiento de Dios Hijo encarnado en el seno virgen de María; se ha
reemplazado al Nacimiento del Hijo de Dios por un festejar por festejar, por un
festejar vacío, en el que solo importan las reuniones familiares, las reuniones
con los amigos, los balances de fin de año, las compras navideñas. Se ha
reemplazado al Niño Dios por el festejo de sí mismo y por la fiebre del
consumo. Cada año que pasa la descristianización es peor: casi no se escuchan
villancicos navideños, no hay representaciones del Portal de Belén, no hay
familias cristianas esperando la Llegada del Niño Dios: solo filas y filas en
supermercados y tiendas de todo tipo, para saciar la sed de consumo
materialista. Quienes sí piensan en el Pesebre, son los musulmanes y los
sionistas, pero para pedir que se los quite de en medio, como sucede en los
países en donde predominan el Islam y el sionismo. Pero en los países
nominalmente cristianos católicos como el nuestro, la frialdad de los corazones
hacia la Llegada del Niño Dios en Belén provoca escalofríos.
Por esta razón, es imperativo que los católicos nos
preguntemos: ¿en qué hemos convertido los cristianos el Nacimiento de Jesús?
¿Creemos que es una obra de la Trinidad, en la que Dios
Padre envía a Dios Hijo, por obra de Dios Espíritu Santo, a nacer en el Portal
de Belén, Casa de Pan, para entregarse como Pan de Vida eterna? ¿O acaso hemos
convertido a la Navidad en una fiesta neo-pagana, en la que lo único que
importa es festejar y celebrar por el sólo hecho de festejar y de celebrar, sin
que haya ningún motivo sobrenatural salvífico para festejar y celebrar?
Como cristianos, ¿consideramos que la Navidad, el nacimiento
de Jesús, es la entrada del Dios eterno en el tiempo, revestido de Niño, para
conducir a la humanidad a la felicidad eterna del Reino de los cielos por el
camino de la cruz?
¿O tal vez, con nuestra actitud indiferente, fría, y hasta
hostil, pensamos que el Nacimiento de Jesús es sólo una leyenda, un cuento
fantástico, una fantasía elaborada a través de los siglos por un pueblo semita,
que se transmitió por generaciones hasta llegar hasta nuestros días, pero que no
es más que eso, una leyenda?
Para Navidad, Dios no viene a nuestro mundo revestido de
majestad y de gloria, de esplendor y de poder, sino que viene en pobreza extrema,
ocultando su gloria divina bajo la naturaleza humana; viene como un niño débil,
recién nacido, necesitado de todo, como todo recién nacido y lo hace para
donarnos su Amor[1],
el Espíritu Santo. Es ésta la realidad de la Natividad del Señor Jesús. Pero
debemos preguntarnos seriamente si es esto en lo que creemos como católicos, o
si pensamos que es una leyenda para hombres y mujeres piadosos, pero no la
realidad. Dios viene a nuestro mundo como recién nacido en Navidad, en el
Portal de Belén. ¿Creemos esto verdaderamente los católicos? ¿Es esto lo que
celebramos los cristianos?
Debemos reflexionar y meditar sobre esta verdad, porque es
una triste realidad que los mismos católicos, no los enemigos de la Iglesia,
sino los mismos católicos, nos hemos encargado de deformar y destruir a la
Navidad a tal punto, que ya es imposible de reconocerla como una fiesta
trinitaria, porque en vez de ser este rememorar y participar, por el misterio
de la liturgia, del Nacimiento de Dios como un Niño, la hemos convertido en una
ocasión para solamente comprar y gastar cuanto se pueda, de modo frenético,
para luego consumir y así tener que seguir comprando y gastando, y si no
podemos comprar y gastar, quejarnos porque no podemos comprar y gastar.
¿Qué celebramos los católicos de hoy en Navidad? ¿Celebramos
verdaderamente que Dios Hijo vino a nuestro mundo como Niño en el Portal de
Belén, para cumplir su Misterio Pascual de Muerte y Resurrección, perdonarnos
nuestros pecados por su Sangre en la cruz y luego llevarnos al cielo como hijos
adoptivos? ¿Celebramos esto? ¿O celebramos un sucedáneo de la Navidad, una
fiesta neopagana, en la que el Niño Dios, si está, es una figurita decorativa y
en la que en esta fiesta solo importa comer, beber y recibir y dar regalos?
La verdadera fiesta del Nacimiento de Jesús es
El verdadero banquete de Nochebuena es la Santa Misa, el
Banquete Celestial preparado y servido por Dios Padre, en el que se sirve Carne
de Cordero, la Carne del Cordero de Dios, asada en el Fuego del Espíritu Santo;
en este Banquete se sirve el mejor vino, el Vino de la Alianza Nueva y
definitiva, la Sangre de Jesús, derramada en la Cruz y recogida en el Cáliz del
Altar Eucarístico; en este Banquete Celestial se sirve un Pan cocido en el
Fuego del Divino Amor, el Pan Vivo bajado del cielo, la Sagrada Eucaristía y
este Sagrado Banquete se sirve con toda majestad, reverencia, esplendor, piedad
y amor en la Casa de Dios, la Santa Iglesia Católica.
Si la Navidad se celebra sin esta celebración eucarística, o
si se festeja la Navidad fuera del contexto del Sagrado Convite que es la Santa
Misa, eso es celebrar y festejar una Navidad pagana, es celebrar en el vacío;
es celebrar y festejar por celebrar y festejar, sin motivo, es celebrar y
festejar sin razón y sin espíritu de Navidad, con espíritu mundano.
Los ángeles de Dios anunciaron a los pastores el nacimiento
virginal de Dios Niño y así glorificaron a Dios en los cielos al mismo tiempo
que desearon la paz a los hombres de buena voluntad en la tierra: “Gloria a
Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”; de esta
manera, nos mostraron cuál es el sentido de
Es éste el espíritu de la Navidad: glorificar a Dios por
habernos revelado su rostro en el rostro del Niño de Belén; el espíritu de
“El nacimiento de Jesús fue así: el ángel de Dios anunció a
José que el Espíritu Santo había concebido al Hijo de Dios en el seno virginal
de María”. Dios nace como Niño en Belén, sin dejar de ser Dios y su Nacimiento
en Belén, Casa de Pan, se prolonga en cada Santa Misa, en cada altar
eucarístico, que así se convierte en un Nuevo Portal de Belén y ese mismo Dios
Niño que nació en Belén para donarse como Pan de Vida eterna se nos dona a Sí
mismo como Pan de Vida eterna en la Comunión para ingresar en nuestros
corazones y convertir nuestros corazones en otros tantos portales de Belén. Así
como la Estrella de Belén ilumina el Portal adonde nace Dios hecho Niño, el
Dios que se dona en el altar como Pan de Vida, así para Navidad la luz de la
gracia debe iluminar al alma del cristiano para que sea como un Nuevo Portal de
Belén, en donde nazca el Pan de Vida, Dios Niño.
[1] Cfr. O. Casel, Presenza del
mistero di Cristo. Scelta di testi per l’anno liturgico, Ediciones
Queriniana, Brescia 1995, 62.

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