"Es necesario que el Hijo del
hombre sea elevado a lo alto, para que todo aquel que crea en Él se
salve". La crucifixión de Jesús, evento salvífico para toda la humanidad,
está representado simbólicamente en el episodio del Antiguo Testamento, en el
cual Moisés eleva en alto una serpiente de bronce, la cual, milagrosamente,
cura a todos aquellos que la miran. Por este motivo, para poder apreciar mejor
el misterio de la Exaltación de la Santa Cruz, es necesario reflexionar acerca
del episodio del Pueblo Elegido. Durante la travesía por el desierto, los
hebreos sufren, en un momento determinado, el ataque de unas serpientes
venenosas, cuya mordedura les inyecta un veneno mortal. Frente a este grave
peligro, que amenaza con la supervivencia del Pueblo Elegido, Moisés recibe una
orden divina: debe construir una serpiente de bronce y elevarla a lo alto, de
modo que todo aquel que haya sido mordido por las serpientes y experimente el
dolor del veneno y el ardor de la fiebre, sea curado, lo cual sucede
efectivamente. En este episodio del Pueblo Elegido, está representada,
simbólicamente, la historia de la salvación de la humanidad por el sacrificio
de Cristo en la Cruz, puesto que cada elemento simboliza una realidad
sobrenatural: el Pueblo Elegido, que peregrina por el desierto hacia la Tierra
Prometida, representa al Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia
Católica, que peregrinan, por el desierto del mundo y de la historia humana,
hacia la Jerusalén celestial. Las serpientes venenosas, cuyas mordeduras
inyectan un veneno mortal, representan a los demonios, quienes al morder el
corazón del hombre les inyectan el veneno mortal del pecado, que aniquila la
vida de la gracia y elimina todo rastro de vida espiritual. La serpiente de
bronce, a su vez, que cura milagrosamente a todo aquel que la mira, representa
a Jesucristo, quien, elevado en lo alto en la Cruz infunde, por su
omnipotencia, la vida de la gracia, que mucho más que restituir la salud o la
vida corporal y natural, hace partícipe al alma de la misma vida divina de la
Santísima Trinidad. Entonces, así como Moisés levanta en alto la serpiente para
que todo aquel que la mire quede curado de la mordedura de las serpientes, así
Jesucristo, al ser levantado en alto, concede la gracia de la conversión del
corazón a todo aquel que lo contemple en la Cruz. Y como la Santa Misa es la
renovación incruenta del mismo y único sacrificio de la Cruz, también recibe
esta gracia quien contempla, adorando, la Santísima Eucaristía.
Adorado seas, Jesús, Cordero de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios oculto en el Santísimo Sacramento del altar. Adorado seas en la eternidad, en el seno de Dios Padre; adorado seas en el tiempo, en el seno de la Virgen Madre; adorado seas, en el tiempo de la Iglesia, en su seno, el altar Eucarístico. Adorado seas, Jesús, en el tiempo y en la eternidad.
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