(Domingo
XIX - TO - Ciclo A – 2017)
“Es
un fantasma” (Mt 14, 22-36). Mientras
los discípulos se encuentran en la barca, mar adentro, se desencadena una
tormenta. En ese momento, Jesús, que se había quedado a la orilla del mar, se
acerca caminando sobre las aguas. Los discípulos, que están en la barca que se
encuentra zarandeada por el viento y el oleaje, a pesar de que conocían a Jesús
y sabían que era Él, en vez de alegrarse por su Presencia , entran en pánico y,
llenos de terror, comienzan a gritar: “¡Es un fantasma!”. Es extraño que los
discípulos confundan a Jesús con un fantasma, puesto que lo conocían bien, ya
que habían caminado junto con Él, mientras Jesús predicaba el Evangelio; habían
presenciado en primera persona sus milagros; habían compartido con Él todos los
pequeños detalles de la convivencia humana, que se dan entre hombres que forman
un grupo y se dedican a una misión en común, y sin embargo, a pesar de todo
esto, cuando lo ven caminando sobre las aguas, llenos de pavor gritan: “¡Es un
fantasma!”.
Al
acercarse a la barca, Jesús, que todavía no ha subido a la nave, tranquiliza a
sus discípulos diciéndoles: “Soy Yo, no teman”. En ese momento Pedro decide ir
hacia donde está Jesús, para corroborar que efectivamente se trata de Él y le
pide que lo haga ir hasta Él. Jesús lo llama y Pedro, fija la vista en Jesús,
toma valor y comienza a caminar sobre las aguas, pero apenas da unos pocos
pasos, deja de contemplar a Jesús y mira hacia el mar; toma conciencia de la
fuerza y velocidad del viento; escucha el silbido del viento, que semeja a un
aullido; escucha el ruido de las olas que golpean la barca, y así, sin mirar a
Jesús a los ojos, queda sin la fuerza divina que Jesús le transmitía, entra en
pánico por la violencia de la tormenta y el peligro de hundimiento de la nave,
y él mismo se comienza a hundir. Es entonces cuando Jesús le extiende su mano,
hace subir a Pedro a la barca y calma la tormenta de inmediato con una sola
orden de su voz, para luego reprocharle a Pedro su falta de fe: “Hombre de poca
fe, ¿por qué dudaste?”. Finalmente, Jesús sube a la barca, que ya navega
tranquila al haber cesado el viento y las olas y los discípulos, con Pedro a la
cabeza, y esta vez iluminados en sus mentes y corazones por la luz del Espíritu
Santo, se postran en adoración ante Jesús.
La
escena, real tiene un significado sobrenatural, además de la debilidad de la fe
de Pedro y su falta de contemplación de Jesús, que es lo que lo hace hundirse.
El significado sobrenatural de la escena se puede entrever cuando se hace una
analogía con las realidades sobrenaturales: la barca representa a la Iglesia;
el mar enrarecido, con olas que amenazan con hundir la barca, y el viento que
sopla furioso, aumentando cada vez más el tamaño de las olas, representa al
mundo sin Dios y bajo el mando del Anticristo y Satanás, que intentan, por
todos los medios posibles, corromper a la Santa Madre Iglesia y hundirla para
siempre; la falta de reconocimiento de los discípulos hacia Jesús, como así
también la actitud de Pedro de dejar de contemplar a Jesús para contemplar las
olas y escuchar el viento, representan a los bautizados, sean clérigos,
religiosos o laicos que, llevados por el espíritu mundano, abandonan la
oración, la contemplación, la adoración eucarística, los sacramentos y la Santa
Misa, para a su vez mundanizarse, haciendo lo inverso a lo que estaban
destinados en su misión: en vez de ellos, como miembros de la Iglesia Santa,
santificar el mundo, al mundanizarse, mundanizan a la Iglesia, corrompiéndola
con costumbres mundanas y alejadas de Dios. El hecho de que Jesús camina por
las aguas, acercándose hacia la barca, puede significar su Segunda Venida, que
acontecerá, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, en momentos en que
la Iglesia estará atravesando una grave crisis de fe, tan profunda, que
parecerá haberse hundido la única y verdadera Iglesia, para ser reemplazada por
una iglesia en la que todo lo divino es dejado de lado, comenzando por los
Mandamientos de la Ley de Dios y finalizando con los Sacramentos. Este caminar
de Jesús sobre las aguas, en dirección a la barca que parece que está por
hundirse, podría simbolizar o prefigurar si Segunda Venida: así como los
discípulos no lo reconocen, también cuando llegue Jesús, en su Segunda Venida,
nadie parecerá reconocerlo, tal será la profundidad de la crisis de fe, y es lo
que lleva a Jesús a hacer una pregunta retórica: “Cuando venga el Hijo del
hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” (Lc
18, 8). La crisis de fe será una crisis de fe eucarística, porque la Presencia
de Jesús en la tierra es su Presencia Eucarística: sin esta Fe Eucarística, la
Iglesia se vuelve irreconocible, de ahí la urgencia de una profunda conversión
eucarística de todos los bautizados. Con respecto a la crisis de fe que
anticipará la Segunda Venida de Jesús, dice así el Catecismo de la Iglesia
Católica[1]: “Antes
del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que
sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su
peregrinación sobre la tierra desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la
forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución
aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La
impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un
pseudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el
lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne”. La tormenta del pasaje del
Evangelio, tan intensa que amenaza con hundir la barca, que representa a la
Iglesia, bien podría prefigurar esta “prueba final que sacudirá la fe” de los
creyentes, una crisis ocasionada por el Anticristo, que intentará suplantar a
la Verdadera Iglesia y al Cordero, Jesús Eucaristía, por una iglesia falsa,
humana y no divina, apóstata, sin el Cordero de Dios, pues será una Iglesia sin
Eucaristía, sin Presencia Real de Jesús en la Hostia consagrada.
“Es
un fantasma”. No solo los discípulos y Pedro demuestran falta de fe en Jesús
como Hombre-Dios: en nuestros días, innumerables católicos demuestran tener la
misma falta de fe en la Presencia real de Jesús en la Eucaristía, al punto de
considerarlo, en la práctica, como “un fantasma”, es decir, como una entidad no
real, porque no se cree más en su Presencia real, verdadera y substancial en la
Eucaristía. Si Jesús viniera por Segunda Vez, en la Parusía, hoy, ¿encontraría
Fe Eucarística en nosotros?
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