lunes, 6 de junio de 2022

Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo

 



(Ciclo C – 2022)

         La Iglesia celebra, con una solemnidad, la reyecía de Nuestro Señor Jesucristo, proclamándolo públicamente como Rey del universo, tanto del universo visible, que es lo que conocemos genéricamente como “la Creación”, como del universo invisible, los ángeles, seres puramente espirituales. Jesucristo es Rey porque Él es el Hombre-Dios, es Dios Hijo encarnado en la naturaleza humana de Jesús de Nazareth y por lo tanto es Rey por naturaleza, porque Dios es Rey en Sí mismo y es también Rey por conquista, porque Él conquistó la Reyecía universal sobre todo el universo por medio de su sacrificio en cruz. En consecuencia, la Iglesia Católica considera que a Jesucristo y sólo a Jesucristo, se le deben a Él “todo el poder, la gloria y la majestad por los siglos de los siglos”[1], es decir, por toda la eternidad. Esta declaración y reconocimiento público de Nuestro Señor Jesucristo como Rey del universo, por parte de la Iglesia Católica, tiene numerosas e importantísimas implicancias en la vida del ser humano, tanto a nivel personal, como a nivel nacional y mundial. Que Jesucristo sea Rey del universo quiere decir que, a nivel personal, el católico debe considerar a Jesucristo como su propio Rey personal, es decir, el católico debe considerar que su corazón, el centro de su ser y de su alma, es el trono real en donde le rinde honor, alabanza y adoración al Hombre-Dios Jesucristo y esto se debe reflejar en su vida cotidiana, porque sólo a Jesucristo debe el católico adorar; sólo se debe guiar por los mandamientos de Jesucristo; sólo a Jesucristo debe seguir, cargando la cruz de cada día; sólo a Jesucristo debe obedecer y no a entidades paganas o neo-paganas.

         Que Jesucristo sea Rey de la familia, significa que las familias deben entronizar su imagen y Jesucristo –y no el televisor, el celular, la computadora- debe ser el centro y la raíz de la familia; la familia se debe guiar por los principios, normas, consejos y mandatos de Jesucristo y no de entidades anti-cristianas.

         Que Jesucristo sea Rey de la Nación, en este caso, de la Nación Argentina, significa que la Nación Argentina debe tener a los mandamientos de Jesucristo en sus leyes, en su educación, en sus Fuerzas Armadas, en su vivir cotidiano como Nación y no debe, de ninguna manera y bajo ningún concepto, aceptar los lineamientos anti-cristianos y anti-patria de entidades internacionales como la Organización de las Naciones Unidas o la Organización Mundial de la Salud, que atentan contra la integridad territorial y espiritual de la Nación, porque son entidades anti-cristianas.

         Como vemos, la declaración y confesión pública de Jesucristo como Rey del universo no es una mera declaración vacía de contenido; por el contrario, afecta a la vida personal, familiar, nacional y mundial, porque todo el mundo debe reconocer la Reyecía de Jesucristo. De esta confesión y declaración se siguen, además, otras dos consecuencias: una, que es que, quien confiesa a Jesucristo como Rey del universo, confiesa a la Virgen y Madre de Dios como Reina y Señora de todo lo creado, porque es lógico que la Madre del Rey sea Reina, en este caso, la Virgen es Reina por participación a la reyecía de su Hijo.

         El otro elemento que se sigue es que, si alguien niega a Jesucristo como Rey del universo, sea de palabra o de obra –si alguien no sigue los mandamientos de Jesucristo lo está negando en la práctica, aunque lo confiese de palabra-, ese tal, tiene como rey a otro rey, el Rey de las tinieblas, Satanás, el Ángel caído. Y de la misma manera a como quien cumple los mandamientos de su Rey y Señor, Jesucristo, porque lo entronizó en su corazón, así quien niega la reyecía a Jesucristo, entroniza en su corazón al Rey del Infierno y lo tiene al Ángel caído como a su rey y señor y cumple los mandamientos de este perverso rey, el primero de los cuales es: “Haz lo que quieras”, es decir, compórtate no según la Ley de Dios, sino según la Ley de la Iglesia de Satanás, que da satisfacción a todos los placeres pecaminosos del hombre.

         Como católicos proclamamos, entonces, que Jesucristo es el Rey de nuestros corazones, es el Rey de nuestras familias, es el Rey de nuestra Patria Argentina y por este Rey de los corazones, queremos ofrendar nuestras vidas, al pie de la Cruz y al pie del Altar.

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