(Ciclo
C – 2022)
La Iglesia celebra, con una solemnidad, la reyecía de
Nuestro Señor Jesucristo, proclamándolo públicamente como Rey del universo,
tanto del universo visible, que es lo que conocemos genéricamente como “la
Creación”, como del universo invisible, los ángeles, seres puramente
espirituales. Jesucristo es Rey porque Él es el Hombre-Dios, es Dios Hijo
encarnado en la naturaleza humana de Jesús de Nazareth y por lo tanto es Rey
por naturaleza, porque Dios es Rey en Sí mismo y es también Rey por conquista,
porque Él conquistó la Reyecía universal sobre todo el universo por medio de su
sacrificio en cruz. En consecuencia, la Iglesia Católica considera que a Jesucristo
y sólo a Jesucristo, se le deben a Él “todo el poder, la gloria y la majestad
por los siglos de los siglos”[1],
es decir, por toda la eternidad. Esta declaración y reconocimiento público de Nuestro
Señor Jesucristo como Rey del universo, por parte de la Iglesia Católica, tiene
numerosas e importantísimas implicancias en la vida del ser humano, tanto a
nivel personal, como a nivel nacional y mundial. Que Jesucristo sea Rey del
universo quiere decir que, a nivel personal, el católico debe considerar a
Jesucristo como su propio Rey personal, es decir, el católico debe considerar que
su corazón, el centro de su ser y de su alma, es el trono real en donde le rinde
honor, alabanza y adoración al Hombre-Dios Jesucristo y esto se debe reflejar
en su vida cotidiana, porque sólo a Jesucristo debe el católico adorar; sólo se
debe guiar por los mandamientos de Jesucristo; sólo a Jesucristo debe seguir,
cargando la cruz de cada día; sólo a Jesucristo debe obedecer y no a entidades
paganas o neo-paganas.
Que Jesucristo sea Rey de la familia, significa que las
familias deben entronizar su imagen y Jesucristo –y no el televisor, el celular,
la computadora- debe ser el centro y la raíz de la familia; la familia se debe
guiar por los principios, normas, consejos y mandatos de Jesucristo y no de
entidades anti-cristianas.
Que Jesucristo sea Rey de la Nación, en este caso, de la
Nación Argentina, significa que la Nación Argentina debe tener a los
mandamientos de Jesucristo en sus leyes, en su educación, en sus Fuerzas
Armadas, en su vivir cotidiano como Nación y no debe, de ninguna manera y bajo
ningún concepto, aceptar los lineamientos anti-cristianos y anti-patria de
entidades internacionales como la Organización de las Naciones Unidas o la
Organización Mundial de la Salud, que atentan contra la integridad territorial
y espiritual de la Nación, porque son entidades anti-cristianas.
Como vemos, la declaración y confesión pública de Jesucristo
como Rey del universo no es una mera declaración vacía de contenido; por el
contrario, afecta a la vida personal, familiar, nacional y mundial, porque todo
el mundo debe reconocer la Reyecía de Jesucristo. De esta confesión y
declaración se siguen, además, otras dos consecuencias: una, que es que, quien
confiesa a Jesucristo como Rey del universo, confiesa a la Virgen y Madre de
Dios como Reina y Señora de todo lo creado, porque es lógico que la Madre del
Rey sea Reina, en este caso, la Virgen es Reina por participación a la reyecía
de su Hijo.
El otro elemento que se sigue es que, si alguien niega a
Jesucristo como Rey del universo, sea de palabra o de obra –si alguien no sigue
los mandamientos de Jesucristo lo está negando en la práctica, aunque lo
confiese de palabra-, ese tal, tiene como rey a otro rey, el Rey de las
tinieblas, Satanás, el Ángel caído. Y de la misma manera a como quien cumple
los mandamientos de su Rey y Señor, Jesucristo, porque lo entronizó en su
corazón, así quien niega la reyecía a Jesucristo, entroniza en su corazón al
Rey del Infierno y lo tiene al Ángel caído como a su rey y señor y cumple los
mandamientos de este perverso rey, el primero de los cuales es: “Haz lo que
quieras”, es decir, compórtate no según la Ley de Dios, sino según la Ley de la
Iglesia de Satanás, que da satisfacción a todos los placeres pecaminosos del
hombre.
Como católicos proclamamos, entonces, que Jesucristo es el
Rey de nuestros corazones, es el Rey de nuestras familias, es el Rey de nuestra
Patria Argentina y por este Rey de los corazones, queremos ofrendar nuestras
vidas, al pie de la Cruz y al pie del Altar.
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