viernes, 8 de septiembre de 2023

“Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”

 


(Domingo XXIII - TO - Ciclo A - 2023)

“Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 15-20). En el cristianismo, la oración es esencial para la vida del espíritu: así como el respirar es esencial para la oxigenación del cuerpo y así como el alimento material es esencial para la vida del cuerpo, así la oración es esencial para mantener al espíritu vivo, con la vida de Dios Trinidad. Ahora bien, esta oración puede ser de varias maneras; entre ellas, puede ser oración individual, recomendada por el mismo Jesús, cuando dice que al orar “entremos en nuestra habitación y cerremos la puerta, porque el Padre todo lo ve”: la habitación es nuestra alma o nuestro corazón, por lo que Jesús nos induce a orar de forma privada, en recogimiento, en silencio, sin grandes exteriorizaciones, sin que nadie se dé cuenta de que estamos orando. Esto es así porque, aunque los hombres no se den cuenta de que estamos orando, si hacemos caso del método enseñado por Jesús, el de la oración del corazón, se trata de una oración que es conocida sólo por Dios y nadie más que Él, por lo que es una oración que le agrada mucho, ya que no se hace para ser admirado por los hombres, sino para establecer una verdadera comunión de vida y amor con Dios Trinidad.

Antes de continuar y siempre con respecto a la oración, debemos tener en cuenta el siguiente refrán que dice: “Lex credendi, lex orandi”, esto es, la ley de la fe es la ley de la oración. ¿Qué quiere decir? Que nuestra fe debe ser pura, inmaculada, sin mezcla ninguna de ninguna otra fe que no sea la fe católica y en esto la Virgen es nuestro modelo: así como la Virgen es pura e Inmaculada, así debe ser nuestra fe, pura e inmaculada, sin estar contaminada por ninguna fe que no pertenezca a la fe católica. De modo concreto, esto se refiere tanto a las religiones monoteístas como el Islam, el Protestantismo y el Judaísmo, como a las sectas de todo tipo, incluidas las sectas satánicas que pretenden infiltrarse en nuestra fe católica, como por ejemplo, las devociones satánicas como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte: nada de esto puede contaminar nuestra fe católica, ya que así estaríamos mancillando nuestra Santa Fe. Tampoco se deben incluir, bajo ningún pretexto, oraciones dirigidas a demonios, como a la Pachamama, ni tampoco se deben incluir oraciones o ritos que pertenecen a Iglesias que no pertenecen a la Iglesia Católica, como el Protestantismo, el Islamismo y el Judaísmo.

Haciendo un paréntesis, y para ver cómo quienes viven en la oscuridad espiritual del satanismo, del ocultismo, de la brujería, de la Wicca, del esoterismo, creen efectivamente en el poder de la oración -más bien, habría que decir de la “anti-oración”, en estos casos-, está el caso de una sociedad secreta, la masonería, que promueve la anti-oración de varias formas, una de ellas, es haciendo que los miembros de las logias vayan rotando cada día, de manera que queden cubiertas las veinticuatro horas del día y los treinta días del mes, con blasfemias a la Virgen: lo que tienen que hacer estos oscuros personajes, es proferir cincuenta blasfemias a la Virgen por turno. En otras palabras, la Santísima Virgen es ofendida por estos voceros del Demonio, cincuenta veces por vez, en lo que podríamos llamar algo así como un anti-Rosario o un “Rosario satánico”, en donde el fin explícito es ofender a nuestra Madre del cielo, todo el día, todos los días. Cuando se piensa que hay católicos que no rezan el Rosario, lo cual contrarresta y anula las blasfemias de estos personajes siniestros, y no lo hacen simplemente por pereza, entonces podemos darnos cuenta de porqué el mundo está como está: porque se alaba a Satanás, por un lado, con la religión del Anticristo, la Nueva Era y, por otro, se ofende a la Santísima Virgen con cincuenta blasfemias por turno, mientras los hijos de la Virgen, los que deberían defenderla de estas horribles blasfemias, ponen las excusas más banales y torpes, para no rezar el Rosario, lo cual da una muestra del escaso o nulo amor que tienen a la Madre del cielo, la Virgen María, la Madre de Dios. Podemos decir también que en estas reuniones de anti-oración, se reúnen dos o tres o más, pero obviamente no “en Nombre de Jesús”, sino en nombre de Satanás y lo hacen para ofender y blasfemar contra los Sagrados Corazones de Jesús y María y para adorar sacrílegamente al Ángel caído, Satanás.

Continuando con la oración ya propiamente cristiana, podemos decir que la otra forma de oración es la oración realizada en forma grupal y es también recomendada y enseñada por Jesús en el Evangelio: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. Esta oración, a diferencia de la anterior, se realiza en compañía de otros fieles; en esta forma de oración -que no excluye a la oración del corazón, sino que la complementa-, ya no es el alma sola la que se dirige a Dios, sino que lo hace en compañía de otras almas que, por la oración, buscan la unión espiritual con la Trinidad. Tanto la oración del corazón, individual, como la oración grupal, realizada en compañía de otras almas, son válidas y queridas por el Cielo, como forma de comunión de vida y amor del alma con Dios.

“Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. Si estimamos la salud y la vida de nuestras almas, hagamos oración -oración personal, el Santo Rosario, la Adoración Eucarística, la Santa Misa, entre otras tantas-, sea individual o grupal y así nuestra alma estará viva, ya que, al unirse con Dios por la oración, recibirá de Él su vida divina.


 

 

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