miércoles, 6 de septiembre de 2023

“También a los otros pueblos he sido enviado para anunciar el Reino de Dios”

 


“También a los otros pueblos he sido enviado para anunciar el Reino de Dios” (Lc 4, 38-44). El Evangelio nos relata a Jesús, el Hombre-Dios, obrando curaciones milagrosas -no solo cura a la suegra de Pedro, sino a cualquier enfermo- y realizando exorcismos -le llevan posesos y Jesús, con la sola orden de su voz, expulsa a los demonios- y así lo dice el Evangelio: “Los que tenían enfermos con el mal que fuera, se los llevaban y Él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando (…) de muchos de ellos salían demonios”.

La gente, al comprobar por sus propios ojos el poder divino que emanaba Jesús, ya que curaba cualquier clase de enfermedad y expulsaba todo tipo de demonios, sin importar su jerarquía y su poder demoníaco, pretenden que Jesús se quede con ellos: “La gente lo andaba buscando (…) e intentaron retenerlo para que no se les fuese”.

Jesús les contesta indirectamente que no puede quedarse, porque ha sido enviado no solo para ellos, sino para todo el mundo: “También a los otros pueblos tengo que anunciarles el Reino de Dios, para eso me han enviado”. Ahora bien, de esta respuesta de Jesús, debemos afirmar dos cosas: por un lado, Jesús no ha venido solo pura y exclusivamente para el Pueblo Elegido: ha venido para “todo el mundo”; por otro lado, Jesús no ha venido para curar todo tipo de enfermedad y para expulsar demonios, sino que ha venido para “anunciar el Reino de Dios” entre los hombres, algo que excede infinitamente la curación de enfermos y el exorcismo de demonios: la Llegada del Reino de Dios, anunciada por el Rey del Reino de Dios, Cristo Jesús, es la mejor y más maravillosa noticia que jamás los hombres puedan escuchar, porque no solo significa que el poder del Infierno sobre los hombres, ejercido impiadosamente desde la Caída Original de Adán y Eva, está a punto de finalizar, sino que, a partir de ahora, a partir de Cristo Jesús, por su Santo Sacrificio en Cruz y por su gloriosa Resurrección, las Puertas del Reino de los Cielos estarán abiertas para todos los hombres que quieran ingresar en el Reino, para lo cual deben vivir y morir en gracia, evitando el pecado y viviendo según la Ley de Dios y los Consejos Evangélicos de Jesús.

“También a los otros pueblos he sido enviado para anunciar el Reino de Dios”. Cuando la Iglesia Católica anuncia la Llegada del Reino de Dios a todas las naciones, no hace proselitismo, sino que cumple con el Mandato de Nuestro Señor Jesucristo: “Id y haced que todos los hombres se bauticen en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; el que se convierta se salvará y el que no, se condenará”. Nuestro deber como Iglesia es, entonces, anunciar que el Reino de Dios ha llegado, para salvar a toda la humanidad, recibiendo la gracia santificante que fluye, como un mar impetuoso e infinito, del Sagrado Corazón de Jesús, traspasado en la cruz.

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