miércoles, 6 de septiembre de 2023

La primera pesca milagrosa

 



         Para entender la dimensión sobrenatural de ese episodio, debemos reemplazar los elementos naturales por los sobrenaturales.

Así, la Barca de Pedro, es la Santa Iglesia Católica; el mar es el mundo, en donde viven los hombres; la noche, es la historia humana, con el tiempo y el espacio que la caracteriza; los peces que nadan en el mar, son los hombres que viven en el mundo, fuera de la Iglesia, sin siquiera saber que existe o también, sabiendo que existe, pero a la cual no le dan importancia; la pesca infructuosa, es la actividad de los hombres de la Iglesia, cuando intentan hacer apostolado, pero sin Cristo, es decir, con sus solas fuerzas humanas: toda la actividad apostólica y evangelizadora de la Iglesia, que no tenga a Cristo como principio y como fin, es infructuosa, es decir; la pesca abundante, luego de las indicaciones de Cristo, significa el fruto de la evangelización de la Iglesia, cuando la evangelización se realiza siguiendo los Mandatos y Consejos Evangélicos de Jesucristo.

La pesca infructuosa, el intento de evangelizar sin la adoración previa a Nuestro Señor en la Santa Misa y en la Sagrada Eucaristía, sin la oración, como por ejemplo el Santo Rosario, es un intento vano e inútil, porque falta el alma de toda evangelización, que es el Espíritu Santo. Sin el Espíritu Santo, el Espíritu del Padre y del Hijo, que es a su vez el Alma de la Iglesia, la Iglesia se convierte en una gran Organización No Gubernamental, que podrá hacer obras buenas, pero que de ninguna manera obrará para el Reino de los cielos.

La pesca abundante nos enseña que, al contrario de la pesca infructuosa, cuando la Iglesia está guiada por el Espíritu del Padre y del Hijo, el Espíritu Santo, consigue una pesca sobreabundante, es decir, consigue la conversión eucarística de las almas, la única y verdadera conversión que necesita todo ser humano que habita en este mundo y en la historia.

Es por eso entonces que nosotros mismos, como miembros de la Iglesia Católica, debemos pedir incesantemente el don del Espíritu Santo, para que nos acompañe en nuestra misión evangelizadora, que comienza en el hogar, comienza con los más próximos a nosotros, hasta extenderse hasta el último hombre en la tierra.

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