(Ciclo C – 2025)
“Recuerda que eres polvo y en polvo te
convertirás”. La Cuaresma, período litúrgico caracterizado espiritualmente por
tener como objetivo la conversión del corazón a Jesús Eucaristía, a través la
penitencia, el ayuno, el sacrificio, la mortificación y las obras de
misericordia, comienza en un día muy especial, llamado por la Iglesia “Miércoles
de Cenizas”.
Este período litúrgico y de gracia
comienza con una frase, pronunciada por el sacerdote en el momento de la
imposición de cenizas al fiel; en esta frase, está contenido el mensaje que la
Santa Iglesia Católica transmite a toda la humanidad: “Recuerda que eres polvo
y en polvo te convertirás”. La frase, con la cual comienza la Cuaresma, no es
una simple metáfora, desde el momento en el que el objetivo de la Cuaresma no
es un mero cambio de comportamiento del fiel cristiano, sino de una profunda
conversión del corazón a Jesús Eucaristía; es decir, el objetivo de la Cuaresma
es la “conversión eucarística” y no simplemente cambiar de comportamiento.
La Iglesia nos dice: “Recuerda que eres polvo, y en polvo
te convertirás”: esto es una descripción del comienzo de nuestra existencia -el
Génesis dice que Dios creó al hombre del barro, es decir, del polvo-, de
nuestra realidad presente -somos lo que somos en la actualidad, según lo que
fuimos en un principio, es decir, polvo- y también se trata del relato de
nuestro fin terreno, porque al morir, cuando el alma, principio vital del
cuerpo, se separa del cuerpo, este último se disgrega en sus componentes, los
cuales terminan confundiéndose, es decir, siendo una sola cosa, con el suelo, con
la tierra, en la que ha sido sepultado. Cuando la Iglesia nos recuerda a
nosotros, los hombres, cuál es nuestra condición, la de ser “polvo” (tierra,
barro) –“eres polvo”- que “vuelve al polvo”, que vuelve a la tierra –“en polvo
te convertirás”-, su intención no es la de buscar un simple cambio de conducta;
la Iglesia no pretende que el hombre sea más penitente, ni más bueno, ni
siquiera que rece más, aun cuando sí aconseje y estimule todas estas prácticas,
que son buenas y santas. Sin embargo, lo que la Iglesia pretende con esta frase
“Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”, es algo mucho más
profundo: es ayudarnos a que tomemos conciencia, primero, de nuestra nada
existencial, porque somos literalmente “polvo”, ya que el cuerpo, al que tanto
cuidamos y alimentamos y abrigamos, se convierte literalmente en polvo cuando
el alma se desprende de él en el momento de la muerte; y a esto hay que
agregarle lo que dicen los santos, los cuales, al referirse a la condición
humana, dicen que somos “nada -polvo- más pecado”; esto es lo que la Iglesia pretende
que tomemos conciencia en el Miércoles de Cenizas, al imponernos las cenizas en
la frente, porque esas cenizas son un anticipo de lo que seremos en el futuro. Pero
la Iglesia también nos da un mensaje de esperanza sobrenatural, que trasciende
infinitamente nuestro horizonte existencial, que nos eleva a unas alturas a las
cuales ni siquiera podemos imaginarnos, gracias al Sacrificio Redentor de
Jesucristo: por Jesucristo, nosotros los hombres, que somos “polvo más pecado”,
“nada más pecado”, estamos destinados a ser Dios por participación, según las
propias palabras de Jesucristo: “No os dije, ¿seréis dioses?” (Jn 10,
34; Sal 82, 6). Entonces, nosotros que somos nada, dependemos de
Jesucristo, en nuestro ser más íntimo, porque Él en cuanto Dios nos creó, nos
redimió con su sacrificio en la Cruz y nos santificó, nos endiosó, por el don
del Espíritu Santo, porque Él con el Padre es el Dador del Espíritu Santo,
nuestro santificador.
Entonces, al decirle la Iglesia al hombre “Recuerda que
eres polvo y en polvo te convertirás”, le está diciendo que, comparado con el
Acto de Ser perfectísimo de Dios, es igual a la nada, como nada es el “polvo”, la
tierra, el barro, y que su destino natural es la muerte: “en polvo, en tierra,
en barro te convertirás”: “Eres nada y en nada te convertirás”, y esto debe
servir para crecer tanto en la humildad, para que cuando nos creamos ser
mejores que los demás, recordemos lo que nos dice la Santa Iglesia: “Eres nada
y en nada te convertirás”. Pero también tiene que servir para crecer en el Amor
de Dios, porque aunque no lo mencione en la frase, está implícito en nuestra fe
católica que Jesucristo, Dios Hijo, se encarnó por amor a nosotros, murió en la
Cruz y resucitó por nuestra salvación, y por lo tanto nuestro destino ha
cambiado radicalmente: nuestro cuerpo, que por el pecado original estaba
destinado a convertirse en polvo luego de la muerte, ahora, gracias a Jesucristo y a su gracia que se comunica
por los Santos Sacramentos, nuestro cuerpo está destinado a convertirse en
luminosa materia glorificada con la luz del Ser divino trinitario, si de
corazón nos arrepentimos y nos convertimos a Jesús Eucaristía por el camino de
la oración, la penitencia y la misericordia.
Por este motivo, la frase completa podría quedar así: “Recuerda
que eres polvo y en polvo te convertirás; recuerda que viniste de la nada, y a
la nada volverás; pero si por la gracia, dócilmente, dejas obrar en ti la
conversión eucarística, si buscas a Cristo Dios en la Eucaristía de todo
corazón; si obras la misericordia con el hermano que golpea a tu puerta; si te
acuerdas de Él todos los días de tu vida, elevando tus manos en oración y en
acción de gracias; si haces ayuno de obras malas, entonces te convertirás, de
polvo que eres, en la luz radiante y gloriosa de Cristo Dios”.
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