martes, 4 de marzo de 2025

Miércoles de Cenizas

 



(Ciclo C – 2025)

         “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”. La Cuaresma, período litúrgico caracterizado espiritualmente por tener como objetivo la conversión del corazón a Jesús Eucaristía, a través la penitencia, el ayuno, el sacrificio, la mortificación y las obras de misericordia, comienza en un día muy especial, llamado por la Iglesia “Miércoles de Cenizas”.

         Este período litúrgico y de gracia comienza con una frase, pronunciada por el sacerdote en el momento de la imposición de cenizas al fiel; en esta frase, está contenido el mensaje que la Santa Iglesia Católica transmite a toda la humanidad: “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”. La frase, con la cual comienza la Cuaresma, no es una simple metáfora, desde el momento en el que el objetivo de la Cuaresma no es un mero cambio de comportamiento del fiel cristiano, sino de una profunda conversión del corazón a Jesús Eucaristía; es decir, el objetivo de la Cuaresma es la “conversión eucarística” y no simplemente cambiar de comportamiento.

La Iglesia nos dice: “Recuerda que eres polvo, y en polvo te convertirás”: esto es una descripción del comienzo de nuestra existencia -el Génesis dice que Dios creó al hombre del barro, es decir, del polvo-, de nuestra realidad presente -somos lo que somos en la actualidad, según lo que fuimos en un principio, es decir, polvo- y también se trata del relato de nuestro fin terreno, porque al morir, cuando el alma, principio vital del cuerpo, se separa del cuerpo, este último se disgrega en sus componentes, los cuales terminan confundiéndose, es decir, siendo una sola cosa, con el suelo, con la tierra, en la que ha sido sepultado. Cuando la Iglesia nos recuerda a nosotros, los hombres, cuál es nuestra condición, la de ser “polvo” (tierra, barro) –“eres polvo”- que “vuelve al polvo”, que vuelve a la tierra –“en polvo te convertirás”-, su intención no es la de buscar un simple cambio de conducta; la Iglesia no pretende que el hombre sea más penitente, ni más bueno, ni siquiera que rece más, aun cuando sí aconseje y estimule todas estas prácticas, que son buenas y santas. Sin embargo, lo que la Iglesia pretende con esta frase “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”, es algo mucho más profundo: es ayudarnos a que tomemos conciencia, primero, de nuestra nada existencial, porque somos literalmente “polvo”, ya que el cuerpo, al que tanto cuidamos y alimentamos y abrigamos, se convierte literalmente en polvo cuando el alma se desprende de él en el momento de la muerte; y a esto hay que agregarle lo que dicen los santos, los cuales, al referirse a la condición humana, dicen que somos “nada -polvo- más pecado”; esto es lo que la Iglesia pretende que tomemos conciencia en el Miércoles de Cenizas, al imponernos las cenizas en la frente, porque esas cenizas son un anticipo de lo que seremos en el futuro. Pero la Iglesia también nos da un mensaje de esperanza sobrenatural, que trasciende infinitamente nuestro horizonte existencial, que nos eleva a unas alturas a las cuales ni siquiera podemos imaginarnos, gracias al Sacrificio Redentor de Jesucristo: por Jesucristo, nosotros los hombres, que somos “polvo más pecado”, “nada más pecado”, estamos destinados a ser Dios por participación, según las propias palabras de Jesucristo: “No os dije, ¿seréis dioses?” (Jn 10, 34; Sal 82, 6). Entonces, nosotros que somos nada, dependemos de Jesucristo, en nuestro ser más íntimo, porque Él en cuanto Dios nos creó, nos redimió con su sacrificio en la Cruz y nos santificó, nos endiosó, por el don del Espíritu Santo, porque Él con el Padre es el Dador del Espíritu Santo, nuestro santificador.

Entonces, al decirle la Iglesia al hombre “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”, le está diciendo que, comparado con el Acto de Ser perfectísimo de Dios, es igual a la nada, como nada es el “polvo”, la tierra, el barro, y que su destino natural es la muerte: “en polvo, en tierra, en barro te convertirás”: “Eres nada y en nada te convertirás”, y esto debe servir para crecer tanto en la humildad, para que cuando nos creamos ser mejores que los demás, recordemos lo que nos dice la Santa Iglesia: “Eres nada y en nada te convertirás”. Pero también tiene que servir para crecer en el Amor de Dios, porque aunque no lo mencione en la frase, está implícito en nuestra fe católica que Jesucristo, Dios Hijo, se encarnó por amor a nosotros, murió en la Cruz y resucitó por nuestra salvación, y por lo tanto nuestro destino ha cambiado radicalmente: nuestro cuerpo, que por el pecado original estaba destinado a convertirse en polvo luego de la muerte, ahora, gracias  a Jesucristo y a su gracia que se comunica por los Santos Sacramentos, nuestro cuerpo está destinado a convertirse en luminosa materia glorificada con la luz del Ser divino trinitario, si de corazón nos arrepentimos y nos convertimos a Jesús Eucaristía por el camino de la oración, la penitencia y la misericordia.

Por este motivo, la frase completa podría quedar así: “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás; recuerda que viniste de la nada, y a la nada volverás; pero si por la gracia, dócilmente, dejas obrar en ti la conversión eucarística, si buscas a Cristo Dios en la Eucaristía de todo corazón; si obras la misericordia con el hermano que golpea a tu puerta; si te acuerdas de Él todos los días de tu vida, elevando tus manos en oración y en acción de gracias; si haces ayuno de obras malas, entonces te convertirás, de polvo que eres, en la luz radiante y gloriosa de Cristo Dios”.

 


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