"Fiesta en la casa de Simón el fariseo", Rubens.
(Ciclo
B – 2018)
Narra el Evangelio que Jesús va a casa de sus amigos de
Betania María, Marta y Lázaro (cfr. Jn
12, 1-11). Es en una etapa posterior al clamoroso milagro de la resurrección de
Lázaro: “Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba
Lázaro, al que había resucitado”. Sus amigos, siempre contentos y agradecidos
con la visita de Jesús a su casa, “le preparan una cena”. Mientras están a la
espera de sentarse a la mesa, sucede la siguiente escena que, en las palabras
de Jesús, anticipa y profetiza su muerte redentora: María –muchos dicen que se
trata de María Magdalena- toma un perfume de nardo, sumamente costoso, rompe el
frasco y unge los cabellos y los pies de Jesús: “María, tomando una libra de
perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los
secó con sus cabellos”.
Al
ver esta escena Judas Iscariote se escandaliza falsamente, recriminando la
actitud de María y reprochándole que haya malgastado el perfume en Jesús en vez
de dárselo a los pobres: “¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos
denarios para dárselos a los pobres?”. Pero el Evangelio aclara con precisión
que en realidad a Judas no le interesaban los pobres, sino que su lamento era
por no haber podido robar el perfume: “Dijo esto, no porque se interesaba por
los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común,
robaba lo que se ponía en ella”.
La
respuesta de Jesús es la que revela cómo la escena toda es un anticipo de su
muerte en cruz: “Jesús le respondió: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume
para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero
a mí no me tendrán siempre”.
La
razón por la cual la escena anticipa la muerte de Jesús, además de que es Jesús
mismo quien lo revela, es la siguiente: en María Magdalena está representada
toda la humanidad pecadora que, movida por la gracia, como la Magdalena, se
arrepiente de sus pecados con una contrición perfecta del corazón y en
agradecimiento se postra ante Jesús, reconociéndolo como al Hombre-Dios,
Salvador y Redentor. El perfume de nardos, sumamente costoso, es símbolo a su
vez de la gracia santificante, también costosa, porque fue obtenida para
nosotros los hombres al altísimo precio de la Sangre Preciosísima del Cordero
derramada en la cruz. Es símbolo de la gracia con la cual el Padre unge a Dios
Hijo desde la eternidad, porque en cuanto como Dios es la Gracia Increada y
esta unción es realizada en el momento de la Encarnación del Verbo. Es este el
significado simbólico de la unción de los cabellos y los pies con el perfume de
nardos por parte de María Magdalena: Jesús es el Ungido por excelencia, porque
en la Eternidad Él recibe la unción de la divinidad de parte del Padre y en la
Encarnación su Humanidad recibe la unción del Espíritu Santo, por parte del
Padre y del Hijo. Otro detalle es la calidad y la exquisitez del perfume –la gracia-
que llena la casa de su aroma exquisito luego de que María rompe el frasco: “La
casa se impregnó con la fragancia del perfume”. La casa es símbolo del alma
humana y el perfume de la gracia, por lo que significa que la Presencia de
Jesús en el alma –como la Presencia de Jesús en la casa de sus amigos de
Betania- la colma con el aroma exquisito de su gracia, así como la casa de los
amigos de Jesús se colmó del aroma del perfume.
Una
última observación es con relación a Judas Iscariote, el Apóstol traidor, el que
lo entregó por treinta monedas de plata: representa a todos aquellos que, desde
el interior de la Iglesia, pero perteneciendo sólo exteriormente a ella, se
valen de la Iglesia para robar sus bienes y apoderarse de ellos, con el falso
pretexto de “atender a los pobres”. La Iglesia pauperista, propia de la
Teología de la Liberación marxista que, bajo excusa de los pobres empobrece a
la Iglesia no solo en sus bienes materiales, sino ante todo dogmáticos y
espirituales, es la que está representada en Judas Iscariote. A quienes
pertenecen a esta Iglesia, como a Judas Iscariote, “más les valdría no haber
nacido” (cfr. Mt 26, 24).
No hay comentarios:
Publicar un comentario