“María ungió los pies de Jesús con perfume de nardo” (cfr. Jn 12, 1-11). Todo el pasaje del Evangelio está cargado de un tinte funesto, puesto que está centrado en una muerte, en un asesinato, que es en realidad un deicidio, la muerte de Jesús en cruz, a manos de los fariseos y de los judíos. En primer lugar, es Jesús quien habla de su propia muerte –“No siempre me tendréis entre vosotros”-, y luego, hacia el final del pasaje, son los mismos fariseos quienes, deciden matar también a Lázaro, ya que antes ya habían decidido matar a Jesús.
Jesús profetiza acerca de su muerte luego de la intervención falsa de Judas Iscariote; ante su queja fingida, de que se desperdiciaba un perfume costoso que podría haber servido para ser vendido y dar el dinero a los pobres, Jesús explica el sentido de la acción de María: lo que ella está haciendo es un anticipo de lo que luego se hará con su cadáver, una vez retirado de la cruz: será ungido con perfumes, según la usanza judía.
Jesús profetiza, de esta manera, su muerte en cruz, muerte que será facilitada por Judas Iscariote, el mismo que ahora finge interés por los pobres. Es así como todo el Evangelio habla de muerte, y es la muerte de Jesús: Jesús habla de su muerte, y los fariseos hablan también de muerte.
Pero como el mismo Jesús lo dice, la acción misma de María -algunos autores sostienen que no se trata de María, una de las hermanas de Lázaro, sino de María Magdalena- habla también de muerte, y presagia las horas amargas de
La unción de María prefigura otra unción, la unción que
“María ungió los pies de Jesús con perfume de nardo”. La imagen de María, hermana de Lázaro, ungiendo los pies de Jesús con perfume de nardos, y secándolos con sus cabellos, es anticipo de la unción que hará
Pero María ungiendo los pies de Jesús, es también figura del alma que, en el Viernes Santo llora la muerte de su Señor, y llora también por sus pecados: el frasco de alabastro que se rompe y deja escapar el perfume, es figura del corazón que, recibida la gracia del dolor de los pecados, a la vista de las ofensas cometidas contra su Dios y Señor, se duele, se lamenta y se quiebra en llanto, dejando escapar el perfume de la contrición, expiando sus ofensas con lágrimas de arrepentimiento y de amor hacia Jesús.
María llorando a los pies de Jesús es figura del alma que por la contrición del corazón llora sus pecados.
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