Con mucha frecuencia, limitamos la realidad a lo que vemos con los ojos del cuerpo, y a lo que podemos entender con la razón. No está mal analizar la realidad a partir de los datos sensibles, usando la razón, pero limitarse a los sentidos y a la razón es limitar y cercenar la realidad natural, que está penetrada por lo sobrenatural. Teniendo en cuenta esto, nos podemos preguntar: ¿qué sucede en
Dice Santa Hildegarda de Bingen[1], mística del siglo XIII: “Y después de esto vi que, mientras el Hijo de Dios pendía en la cruz (…) vi como un altar (…) Entonces, al acercarse al altar un sacerdote revestido con los ornamentos sagrados para celebrar los divinos misterios, vi que súbitamente una luz grande y clara que venía del cielo acompañada de la reverencia de los ángeles envolvió con su fulgor todo el altar, y permaneció allí hasta que el sacerdote se retiró del altar, después de la finalización del misterio. Pero también allí, una vez leído el Evangelio de la paz y depositada sobre el altar la ofrenda que debía ser consagrada, cuando el sacerdote hubo entonado la alabanza de Dios todopoderoso –que es el ‘Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos’– para comenzar así la celebración de los misterios, repentinamente un relámpago de fuego de inconmensurable claridad descendió del cielo abierto sobre la ofrenda misma, y la inundó toda con su luz, tal como el sol ilumina aquello que traspasa con sus rayos. Y mientras la iluminaba de este modo, la elevó invisiblemente hacia los [lugares] secretos del cielo y nuevamente la bajó poniéndola sobre el altar, como el hombre atrae el aire hacia su interior y luego lo arroja fuera de sí: así la ofrenda fue transformada en verdadera carne y verdadera sangre, aunque a la mirada humana apareciera como pan y como vino. Mientras yo veía estas cosas, repentinamente aparecieron, como en un espejo, las imágenes de
No limitemos el campo de la realidad al estrecho límite de nuestros sentidos y de nuestra razón. No racionalicemos los misterios sobrenaturales de
[1] Hildegardis Scivias II, 6-1. Ed. Adelgundis Führkötter O.S.B. collab. Angela Carlevaris O.S.B.. In: Corpus Christianorum Continuatio Mediaevalis. Vol. 43-43a. Turnhout: Brepols, 1978
Cuando lee el NT, especialmente Romanos 6.10 y particularmente el libro de Hebreos, que habla del sacerdocio, del sacrificio de Cristo, la expresión repetida en Hebreos, "Cristo murió una vez para siempre", "El ofreció el sacrificio una vez para siempre", ¿no contradice esto lo que ocurre en la misa? Debemos creerle a los sacerdotes o a Dios en Su Palabra...
ResponderEliminarEntonces, tu, ya no pecas?
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