lunes, 27 de diciembre de 2010

El lugar físico del Nacimiento, multiplicado por la gracia


El lugar físico del Nacimiento de Jesús está marcado por una estrella de plata en el suelo, y por encima de éste, se construyó la Basílica de la Natividad, en Belén, para que fuera notorio a los hombres dónde nació el Salvador.

El lugar es real, y está delimitado por el espacio, y marca la realización de un evento histórico, de algo que sucedió realmente en el tiempo.

La estrella de plata está colocada en el lugar exacto en el que se produjo el nacimiento de Jesús, de modo tal que quien visita el lugar, puede contemplar, con admiración, el misterio del Dios infinitamente majestuoso y grande, que sin dejar de ser lo que es, Dios Omnipotente e inabarcable, decide encarnarse, asumir una naturaleza humana, y nacer en el tiempo, y manifestarse a los hombres como un débil niño. La estrella de plata revela el lugar donde Dios Hijo vino por primera vez, oculto en el cuerpo de un niño.

El hecho no puede suscitar más que asombro y admiración, los cuales deben dar paso a la adoración y a la acción de gracias, tanto más, cuanto que el prodigio inimaginable de la Encarnación de la Palabra divina, tuvo como único y exclusivo motor al Amor de Dios.

La contemplación de la estrella de plata suscita por lo tanto la admiración de quien visita ese lugar: allí nació, en el tiempo y en el espacio, el Dios Eterno, el Dios creador del tiempo, el Dios Espíritu puro, inabarcable, con su cuerpo humano de niño.

El lugar está señalado con una estrella de plata, colocada en el suelo, en la Basílica de la Natividad. Sin embargo, a pesar del prodigio, y a pesar de su poder divino, Jesucristo no puede volver a repetir el milagro, puesto que, por su naturaleza, es único: sólo se nace una vez y Jesús, aún cuando sea Dios Omnipotente, no puede volver a nacer, como lo hizo hace dos mil años en Belén. Es decir, sólo una vez nació el Verbo de Dios humanado en un lugar físico determinado, diferenciado y caracterizado por las dimensiones físicas de la gruta de Belén, y por el tiempo histórico en el que sucedió el hecho, y esto no se puede volver a repetir.

Pero lo que no puede hacer Jesucristo en cuanto Hombre –volver a nacer como niño en la gruta de Belén-, sí lo puede hacer la Virgen, Medianera de todas las gracias, con la gracia divina: si en el pasado su Hijo nació en un lugar físico, el suelo de Belén, caracterizado por la dureza de piedra del suelo, en el tiempo de la Iglesia, su Hijo vuelve a nacer en innumerables lugares físicos, los corazones de los hombres, caracterizados por la dureza de roca con el que están constituidos.

Por la gracia, de quien María es medianera, el lugar del Nacimiento de Jesús se multiplica, en el corazón humano: es la gracia la que convierte a cada corazón humano en un Nuevo Belén. Por la gracia, el lugar físico del nacimiento de Jesús se multiplica, sólo que ya no es en la tierra, como en Belén, sino en cada corazón humano.

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