La Iglesia dedica toda una solemnidad para festejar y celebrar a una familia, la Sagrada Familia de Nazareth, formada por Jesús, María y José. Nos podemos preguntar el motivo: tal vez porque simboliza a toda familia humana: madre, padre, hijo, o tal vez podría ser porque esta familia de Nazareth es el símbolo de la vida naciente y floreciente, ya que se constituye precisamente en el momento en el que nace el Niño: deja de ser matrimonio para convertirse en familia, y como tal, representa el fruto más acabado y perfecto del amor esponsal. La Familia de Nazareth sería así la familia ideal, en cuanto que está constituida de modo ideal, y en cuanto que recibe el don de la vida, manifestado en el niño que acaba de nacer, y esto sería el motivo por el cual la Iglesia dedica toda una solemnidad para celebrarla.
Es verdad que la Familia de Nazareth es esto, pero a la vez, es algo infinitamente más grande y misterioso. La Familia de Nazareth, más que la familia ideal, es la Familia por la cual toda familia humana renace en Dios, y vive en Dios y de Dios; por la Sagrada Familia, la familia humana encuentra un nuevo destino, un sentido, una dirección para sus integrantes: el destino, el sentido, la dirección de la vida eterna, de la comunión de vida y de amor con las Tres Personas de la Santísima Trinidad.
En la Familia de Nazareth, aparentemente, todo es igual a cualquier otra familia humana: una madre, un padre, un hijo, pero en realidad, es una familia nueva, es un nuevo modelo de familia humana, en donde lo humano, ascendiendo, se une a lo divino, y se diviniza, y en donde lo divino, descendiendo, se une a lo humano, santificando las realidades cotidianas de la vida familiar.
Toda la vida familiar, en la vida cotidiana de la familia de Nazareth, adquiere un nuevo sentido, una nueva dimensión, el sentido y la dimensión de la eternidad, y todo, hasta los más mínimos gestos y palabras entre sus integrantes, tiene a Dios en su principio, en su medio y en su fin: la Virgen cuida, protege, alimenta, educa, a su niño, que es a la vez su Dios; San José cuida y educa y enseña a trabajar la madera al que morirá en el leño de la cruz, y es su Creador y Redentor, y Jesús, que crece “en gracia y sabiduría”, día a día, bajo el cuidado amoroso de sus padres terrenos, ofrenda su vida al Padre eterno, para que el Padre, por medio suyo, derrame el Espíritu Santo, y así la humanidad se salve y retorne al seno de Dios Trinidad.
En la Familia de Nazareth todo gira en torno al hijo, que es Jesús: María es concebida sin mancha, y está inhabitada por el Espíritu Santo desde su Concepción, porque está destinada a ser la Madre de Jesús, el Hombre-Dios; San José, el Padre virgen, es elegido por la Trinidad para ser el esposo legal de María, y padre adoptivo de Jesús, y es elegido por su pureza, por su castidad, por su gran amor a Dios, que lo llevará a ser, de María Virgen, un esposo sólo legal, mientras que en la realidad familiar será como un hermano, y lo llevará a ser también el padre adoptivo de Jesús, el Hijo eterno de Dios Padre; tanto la Virgen como San José, tanto el padre como la madre, giran alrededor de su Hijo, y su Hijo, que nació en el tiempo del seno virgen de María, y que tiene a San José como su padre meramente legal, es el Hijo eterno de Dios Padre, engendrado en la eternidad, que procede eternamente del seno del Padre, y se encarna en el tiempo en el seno de la Virgen Madre.
En la Familia de Nazareth el cielo, y más que el cielo, Dios Hijo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, se hace accesible y visible a los hombres, porque viene oculto en el cuerpo del Hijo de esta Familia, el Niño de Belén, y a su vez, la naturaleza humana se santifica por el contacto con Dios Hijo: la Virgen Madre recibe de su Hijo el Espíritu Santo, y San José recibe de su hijo adoptivo la gracia que lo justifica y lo santifica, y lo vuelve capaz de ser el padre virgen de su Hijo, que es al mismo tiempo su Dios y su Creador.
La Familia de Nazareth es modelo de amor hacia Dios, porque consagra y entrega a Dios todo su tesoro, todo lo que tiene, su bien más preciado, el único hijo de la familia, quien a su vez, años más tarde, se entregará luego para la salvación del mundo en la cruz, y prolongará su auto-donación en el banquete eucarístico, la Santa Misa, hasta el fin de los tiempos.
Todo en la Familia de Nazareth gira alrededor del Niño de Belén, que es Dios Hijo, y todos los cuidados, y todas las atenciones, y toda la educación y el amor brindado por estos padres, tiene como objetivo final preparar al Niño de la familia para que un día se entregue como Cordero de Dios en el ara de la cruz, para así salvar a la humanidad y llevarla al seno del Padre.
Todo lo humano, en la Sagrada Familia, está embebido e impregnado del delicioso Amor divino, que llena las relaciones humanas de sus integrantes, y todo lo divino se amolda y se transmite a través de los actos humanos de los miembros de la Familia de Nazareth. Así, la Sagrada Familia se comporta como si fuera un sacramento: así como un sacramento, por medio de las cosas creadas –el pan, el vino, el agua-, produce la gracia y la comunica, así la Sagrada Familia, por medio de la naturaleza humana de sus integrantes, manifiestan y dan a conocer al mundo el Amor de Dios manifestado en el Hijo de esa Familia, Cristo Jesús, Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
La Sagrada Familia, modelo de la Nueva Familia en Dios, modelo de la familia humana regenerada por la gracia, muestra cuál es el único modelo posible de familia: la compuesta por una madre, por un padre, y por un hijo. Cualquier modelo de familia “alternativo”, tal como los presenta el mundo –familias “ensambladas”, producto de uniones entre personas separadas y vueltas a unir; familias con “dos papás” o “dos mamás”, familias cuyos hijos nacen en probeta, o en vientres de alquiler-, son todas familias ajenas al plan de Dios , que nada tienen que ver con el plan divino de salvación de Dios, que pasa por la familia humana.
En la Sagrada Familia se vive una pobreza limpia y digna, porque carecen de bienes materiales, pero al mismo tiempo, es esta Familia la que enriquece al mundo con el don de valor incalculable, el Hijo de esta Familia, Jesús Eucaristía.
La Sagrada Familia es como una Trinidad terrena, porque hay en ella lo que hay en la Trinidad: personas unidas por el amor, y porque la misma Santísima Trinidad se hace presente y se manifiesta a través de los integrantes de la Familia de Nazareth: se hace Presente Dios Padre, Principio sin principio de la Trinidad, porque es por su designio que el Dios Hijo se encarna y aparece ante el mundo como el Niño de la Familia de Nazareth; se hace Presente Dios Hijo, que es quien lleva a cabo el plan de salvación trazado por el Padre, el asumir un cuerpo humano, nacer como niño, ser educado en la Familia de Nazareth, y luego entregar ese cuerpo humano, como ofrenda agradabilísima, en el ara de la cruz; se hace Presente Dios Espíritu Santo, porque es Él, en cuanto Persona del Amor de la Trinidad, quien se encuentra presente en los quehaceres hogareños y cotidianos de la Familia de Nazareth, además de ser Él el Don espirado por el Hijo de esta Familia, Jesús, en la cruz, a través del costado abierto, y en Pentecostés.
La Sagrada Familia entonces es modelo de vida y de santidad para toda familia católica, pero es ante todo fuente de gracia, que surge del Corazón del Niño de esta Familia, Corazón que se encuentra vivo, palpitante con el amor divino, en la Sagrada Eucaristía.
Toda familia humana está llamada a imitar a la Sagrada Familia de Nazareth, está llamada a ser una comunión de personas unidas en la vida y en el amor de Dios Uno y Trino, un templo de Dios Trinidad, que irradie al mundo la Misericordia del Padre, Jesucristo.
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