“Y
ustedes, ¿quién dicen que soy?” (Lc
9, 18-22). La misma pregunta que le hace Jesús a los discípulos en el
Evangelio, nos la repite a nosotros hoy: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”
¿Quién es Jesús para mí? La respuesta la da Pedro, y es la respuesta que todos
debemos dar, basados en la fe de Pedro, primer Papa: “Tú eres el Mesías, el
Hijo de Dios”. Ahora bien, ese Mesías, el Hijo de Dios, Dios Hijo encarnado, “tendrá
que sufrir mucho, ser traicionado, condenado a muerte, crucificado” y tiene que
“morir, para resucitar al tercer día”. Es decir, el Mesías, el Hijo de Dios,
debe pasar por la cruz.
Sabiendo
esto, repetimos la pregunta: ¿quién es Jesús para mí? La respuesta, en la
teoría, ya la sabemos, porque nos la dice Pedro. Pero, en la realidad, ¿es para
mí Jesús, el Hijo de Dios? Sé la respuesta teórica, que es Dios Hijo encarnado,
pero, ¿realmente lo considero como si fuera Dios? Si Jesús, para mí, es
realmente Dios, entonces toda mi vida, con sus hechos cotidianos, incluidos los
más insignificantes, deberían estar impregnados de sus Mandamientos, de sus
enseñanzas, de su vida. ¿Es Jesús Dios para mí? ¿Vivo sus Mandamientos?
¿Perdono a mis enemigos, como Él me lo manda? ¿Amo a mis enemigos, como Él me
lo manda? ¿Llevo la cruz todos los días, en pos de Él, negándome a mí mismo?
¿Busco ser “manso y humilde de corazón” como es Él y como Él nos pidió que
fuéramos? ¿Creo verdaderamente que es el Hombre-Dios? ¿Creo que murió para
salvarme de la muerte, del pecado y del infierno? ¿Creo que Él en la cruz es el
único camino al Padre? ¿Creo que resucitó verdaderamente y que verdaderamente
está Presente en la Iglesia, que es mi Iglesia, con su Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad en la Eucaristía? ¿Prefiero en verdad “morir antes de cometer un
pecado mortal o venial deliberado, que me aleja de su Amor, como lo digo en la
Confesión sacramental? ¿Creo que está Jesús, verdaderamente, en Persona, en la
Eucaristía? ¿Quién es Jesús para mí?
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