viernes, 25 de septiembre de 2015

“Si tu mano, tu pie, tu ojo (…) te apartan de la Ley de Dios, córtatelos, porque más vale entrar sin ellos al Reino de los cielos, que ir con ellos al infierno”


(Domingo XXVI - TO - Ciclo B – 2015)

         “Si tu mano, tu pie, tu ojo (…) te apartan de la Ley de Dios, córtatelos, porque más vale entrar sin ellos al Reino de los cielos, que ir con ellos al infierno” (cfr. Mc 9, 38-43. 45. 47-49). Jesús utiliza imágenes muy gráficas y crudas –cortarse una mano, cortarse un pie, arrancarse el ojo- para que tomemos conciencia de la importancia de lo que está en juego, la vida eterna en el Reino de los cielos y la gravedad que significa perderlo, porque quien pierde el cielo no solo pierde el cielo, sino que gana el infierno, revelado por el mismo Jesús en su existencia, puesto que pronuncia explícitamente la palabra “infierno” y descripto por Él como “el fuego inextinguible (...) donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.
         Cuando Jesús dice: “Si tu mano, tu pie, tu ojo (…) te apartan de la Ley de Dios, córtatelos, porque más vale entrar sin ellos al Reino de los cielos, que ir con ellos al infierno”, lo que hace, por un lado, es revelar los dos destinos eternos que esperan al alma luego de esta vida: el cielo o el Infierno (en comparación con lo que es la realidad del infierno, las imágenes que utiliza Jesús no permiten ni siquiera darnos una idea), porque el Purgatorio es la antesala del cielo, la purificación en el Amor de quienes no murieron con el suficiente amor a Dios en el corazón como para entrar inmediatamente en la contemplación de la Divina Esencia trinitaria.
Con el ejemplo gráfico de auto-amputarse uno la mano o el pie, o de auto-arrancarse el ojo, Jesús no nos anima a hacer esto física y realmente, como es obvio; sin embargo, con la crudeza de esta afirmación, nos quiere despertar espiritualmente para que veamos la realidad del pecado y de la gracia y las consecuencias que se siguen de consentir el pecado y rechazar la gracia, que es la pérdida de la vida eterna: obrar cosas malas, dirigir los pasos hacia malos lugares, mirar con mala intención; todo esto es consentir al pecado y rechazar la gracia. Todo eso impide al hombre el acceso al Reino de los cielos y la eterna bienaventuranza y puesto que el Reino es algo tan maravilloso y dura por toda la eternidad, no vale la pena perdérselo por unos pocos e infames placeres mundanos, que son un parpadear de ojos en comparación con la eternidad.
         Por otro lado, Jesús revela, de modo indirecto, la importancia de cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios, porque es a través de los Mandamientos que el hombre obrará de tal manera, que ganará el Reino de los cielos. Por el contrario, si no tiene en la mente y en el corazón los Mandamientos de la Ley de Dios, conservará sus extremidades y su vista en esta tierra –“conservará su vida”-, pero obrará el mal y se apartará de Dios para siempre en el infierno –“perderá su alma” para siempre-. Así vemos que Dios no da los Mandamientos para hacer más difícil la vida del hombre, sino que los da para que sea feliz en esta vida y en la otra.
“Si tu mano, tu pie, tu ojo (…) te apartan de la Ley de Dios, córtatelos, porque más vale entrar sin ellos al Reino de los cielos, que ir con ellos al infierno”. Es obvio que Jesús no nos pide que hagamos esto de modo literal, sino figurado, porque no tenemos necesidad de hacerlo, gracias a su sacrificio en cruz. Ante la advertencia de Jesús de “cortarnos” una mano, un pie, o “arrancarnos” un ojo, para poder entrar en el Reino de los cielos, nos preguntamos: ¿tenemos que cortarnos una mano, para entrar en el Reino de los cielos? No, porque Jesús se dejó clavar sus manos con gruesos clavos de hierro, para que tuviéramos las manos libres para elevarlas en adoración a Dios y para extenderlas en ayuda a los hermanos más necesitados. ¿Tenemos que cortarnos un pie, para entrar en el Reino de los cielos? No, porque Jesús se dejó clavar sus pies por un grueso clavo de hierro, para que nosotros pudiéramos libremente dirigir nuestros pasos no en dirección al pecado, sino en dirección al Nuevo Calvario, la Santa Misa, en donde se renueva sacramental e incruentamente el Santo Sacrificio de la cruz, y para que pudiéramos dirigir nuestros pasos hacia donde se encuentran nuestros hermanos, que necesitan de nuestra misericordia. ¿Tenemos que arrancarnos un ojo para entrar en el Reino de los cielos? No, porque Jesús dejó que sus ojos quedaran cubiertos por la Sangre preciosísima que brotaba de su Cabeza coronada de espinas, para que nosotros viéramos el mundo y las creaturas así como Él las ve desde la cruz, para que las amemos como Él las ama desde la cruz.
“Si tu mano, tu pie, tu ojo (…) te apartan de la Ley de Dios, córtatelos, porque más vale entrar sin ellos al Reino de los cielos, que ir con ellos al infierno”. No necesitamos arrancarnos un ojo, ni cortarnos una mano, ni cortarnos un pie, para apartarnos del pecado y entrar en el Reino de los cielos: lo que necesitamos es querer ser crucificados junto a Jesús, para morir al hombre viejo, para nacer de lo alto, como hijos adoptivos de Dios; necesitamos querer unirnos, de todo corazón y por la gracia, a Jesús en la cruz, para comenzar a vivir, ya en anticipo, la alegría y el gozo del Reino de los cielos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario