¡”Ay
de ustedes doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la
ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden” (Lc 11, 47-54). Jesús les reprocha a los
fariseos y a los doctores de la Ley que “se han apoderado de la llave de la
ciencia”, que “No han entrado” y “a los que quieren entrar, se lo impiden”.
¿Qué significa esto? Que ellos, en cuanto depositarios de la Verdad divina en
cuanto a Dios –eran el único pueblo de la Antigüedad que creía en un Dios Uno y
no en muchos dioses-, habiendo tenido este conocimiento, sin embargo, no lo han
aplicado en sus vidas, porque no se han comportado como adoradores del Dios Uno
y Verdadero, que es Bueno y que es Padre misericordioso. Y la prueba es que se
han convertido en homicidas, que han asesinado a los profetas enviados por este
mismo Dios. Se han apoderado de la Verdad de Dios, no la han vivido y no se han
preocupado por transmitir a otros esta Verdad, convirtiéndose incluso en
homicidas.
¡”Ay
de ustedes doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la
ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden”. El
mismo reproche nos dirige Jesús a nosotros, en cuanto cristianos cuando,
sabiendo las verdades de la Fe –esto es “apoderarse de la llave de la ciencia”-,
sin embargo, con nuestro anti-testimonio de vida –cuando así sucede-, no
entramos en la Sabiduría divina ni dejamos a los otros entrar, porque no damos
testimonio cotidiano de ser verdaderamente cristianos. Y, todavía peor, nos
convertimos en homicidas de nuestros prójimos cuando, con la lengua, lo
destrozamos sin piedad, haciendo juicios temerarios y colocándonos en el lugar
de Dios, que es el único que puede juzgar las conciencias. No seamos como los
fariseos y los doctores de la Ley, y pidamos la gracia de ser verdaderos
cristianos, que den con sus vidas, más que con palabras, testimonio de Cristo,
el Cordero de Dios.
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