jueves, 3 de enero de 2019

Memoria del Santísimo Nombre de Jesús



(Ciclo C – 2019)

          Hoy la Iglesia conmemora el Santísimo Nombre de Jesús. ¿Qué es Jesús, para ser así conmemorado?
          Jesús es Rey Victorioso, porque con su santo sacrificio de la Cruz, venció de una vez y para siempre a los tres grandes y temibles enemigos de la Humanidad, la Muerte, el Demonio y el Pecado, de manera tal que vencida la Muerte, nos dio su Vida Eterna; derrotado el Demonio, nos convirtió en hijos adoptivos de Dios y nos dio acceso al seno del eterno Padre; lavado el Pecado y quitada su mancha para siempre con su Sangre Preciosísima, nos concedió su gracia santificante que nos hace partícipes de su vida divina, nos libra de la eterna condenación y nos hace herederos del Cielo.
          Jesús es el Rey pacífico, manso y humilde de corazón, que, con su mansedumbre y su humildad, doblegó nuestro orgullo y nuestra soberbia y nos donó su paz, la paz verdadera, la paz del corazón, la paz que sólo Dios puede dar, porque es la paz que sobreviene al alma cuando a esta le es quitado aquello que la enemistaba con Dios y le quitaba la paz, esto es, el pecado.
          Jesús es el Hombre-Dios: es Dios Hijo hecho hombre, sin dejar de ser Dios, para que los hombres, unidos a Él por la gracia y participando por esta de su naturaleza divina, seamos convertidos en hijos de Dios y en Dios por participación.
          Jesús es el Verbo Eterno del Padre, la Segunda Persona de la Trinidad, que, encarnándose en el seno virgen de María, nació milagrosa y virginalmente como Niño en Belén, Casa de Pan, para ofrecer su Cuerpo y su Sangre en el Nuevo Belén, el Altar Eucarístico, por medio de la Eucaristía.
          Jesús es “el Hijo de Dios vivo, el Esplendor del Padre, la Luz Increada, el Rey de la gloria, el Sol de justicia y el Hijo de la Virgen María”[1], que ha venido a nuestro mundo de tinieblas para irradiarnos su luz, la luz que brota de su Ser divino trinitario.
          Jesús es el “Consejero Admirable, Dios Poderoso, Padre sempiterno, Príncipe de la Paz”[2], que ha venido a nuestro mundo para donarnos su Vida y con su Vida, su Amor, su Alegría, su Paz divina.
          Jesús es “Dios Todopoderoso, Hombre-Dios paciente y humilde de corazón, obediente al Padre”[3] y a su designio de salvación, que con su ejemplo y su gracia abate nuestro orgullo y nos hace partícipes de su humildad de Cordero.
          Jesús es el “Padre de los pobres, la Gloria de los fieles, el Pastor Bueno, la Luz Indeficiente, la Sabiduría infinita y la Bondad Divina”[4], que ha venido para darnos ejemplo de la verdadera pobreza, que es la pobreza de la Cruz, para que siendo pobres con Él en la Cruz, seamos enriquecidos con los tesoros de su divinidad.
          Jesús es el Nombre Bendito dado a todo hombre para salvar su alma; es el Nombre que toda alma debe pronunciar, desde lo más profundo del corazón, para que Dios la inunde con su Misericordia y así evita la eterna condenación; Jesús es el “Único Nombre dado para nuestra salvación” (cfr. Hch 4, 10-12), Nombre ante el cual se postran los ángeles, tiemblan de terror los demonios y los hombres exaltan de júbilo.
          Todo esto, e infinitamente más, es Jesús para nosotros, los católicos, y por eso la Iglesia recuerda, exalta y ensalza su Nombre, el Bendito Nombre de Jesús.


[1] Cfr. Liturgia de las Horas, Laudes del 3 de Enero.
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem.
[4] Cfr. ibidem.

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