lunes, 10 de febrero de 2020

“Ustedes son la sal y la luz de la tierra”.



(Domingo V - TO - Ciclo A – 2020)

          “Ustedes son la sal y la luz de la tierra”. Para describir a sus discípulos, los cristianos, Jesús utiliza dos elementos de la vida de todos los días: la sal y la luz. El cristiano es “sal y luz de la tierra”. Para comprender la analogía de Jesús, hay que considerar qué hace cada elemento y qué sucede cuando estos elementos faltan: sin la sal, el alimento queda insípido, sin sabor alguno, al punto de ser rechazado por muchos; sin luz, el mundo queda a oscuras, a merced de las tinieblas. El cristiano debe ser como la sal y como la luz: así como la sal da sabor al alimento y lo hace apetecible, así el cristiano, con su ejemplo de vida, debe darle sabor sobrenatural a la vida y hacer apetecible lo sobrenatural; así como la luz permite ver el mundo y apreciar sus colores y su belleza, así el cristiano debe darle color sobrenatural y belleza sobrenatural a la vida, también con su ejemplo de vida.
          Pero Jesús advierte que la sal puede perder su sabor y la luz, si está en un lugar equivocado, no puede alumbrar: la sal que no sala sólo sirve para “ser tirada y pisoteada por los hombres” y la luz que no alumbra es, cuanto menos, inútil. Pues bien, así sucede con el cristiano que no es sal y que no alumbra, advierte Jesús y esto es así porque el ser sal y luz depende de Dios, en cuanto Dios concede la gracia y la participación a su vida divina, pero también depende del hombre, porque el hombre debe responder a la gracia obrando según la gracia. Si el hombre no obra según la gracia, obra como un pagano, es decir, se comporta como si no fuera ni luz ni sal de la tierra. ¿Cuándo sucede esto? Cuando el cristiano, habiendo recibido la gracia de los sacramentos, vive como si no los hubiera recibido, esto es, vive como si no fuera cristiano y es el vivir como paganos. El cristiano que no vive los Mandamientos de la Ley de Dios, que no cumple con los preceptos de la Iglesia, que no recibe los sacramentos, que no ora, que vive como si los sacramentos no existieran, ése es el cristiano que ha dejado de ser sal y luz de la tierra y es contra quienes advierte Jesús.
          “Ustedes son la sal y la luz de la tierra”. No debemos creer que por ser cristianos, por haber recibido el Bautismo, la Eucaristía y la Confirmación, ya somos sal y luz de la tierra; sólo si somos coherentes con el Amor recibido de parte de Dios y correspondemos con una vida cristiana plena de obras de misericordia, seremos en realidad sal y luz de la tierra. De lo contrario, seremos sal que no sala y luz que no alumbra.

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