jueves, 20 de febrero de 2020

“Vade retro, Satán!”




“Vade retro, Satán!” (Mt 8, 27-33). Uno de los aspectos que más asombra en este Evangelio es, por un lado, la doble respuesta de Pedro, constituida por dos afirmaciones que se oponen entre sí la una a la otra; por otro lado, lo que sorprende es también la doble respuesta de Jesús, consistente en afirmaciones dirigidas a las respectivas respuestas de Pedro. La primera reacción de Pedro, positiva, y que se acompaña de una afirmación también positiva de Jesús, es la respuesta de Pedro ante la pregunta de quién piensan los discípulos que es Jesús: el único en responder de modo correcto es Pedro, cuando dice que Jesús es “el Mesías, el Hijo de Dios”. A esta respuesta de Pedro, le sigue una felicitación de Jesús hacia Pedro, puesto que lo que ha respondido, en substancia, le ha sido inspirado, no por su razón humana, sino por el Espíritu del Padre, el Espíritu Santo. La segunda reacción de Pedro, esta vez negativa, es después de que Jesús les revelara anticipada y proféticamente su misterio pascual de muerte y resurrección, misterio que habría de implicar su juicio injusto, su condena a muerte y su muerte en cruz, para luego resucitar: Pedro se opone con vehemencia a este misterio de la cruz y es esto lo que desencadena la sorprendente reacción de Jesús, quien le dice: “Vade retro, Satán!” a Pedro. Es decir, en el instante anterior, Jesús había felicitado a Pedro porque sus pensamientos no eran de su razón humana, sino que había sido inspirado por el Espíritu Santo; inmediatamente después, en la misma conversación, Jesús reprende a Pedro porque le dice que sus pensamientos son humanos y diabólicos, al rechazar la cruz y que estos pensamientos sean de origen satánico se deduce por la forma en que Jesús se dirige a Pedro: no le dice: “Vade retro, Pedro!”, sino: “Vade retro, Satán!”, afirmando implícitamente que quien le sugiere rechazar la cruz no es en este momento el Espíritu de Dios, sino el espíritu infernal, Satán. En síntesis, Pedro, sin darse cuenta tal vez, es inspirado por dos espíritus: cuando reconoce a Jesús como el Mesías e Hijo de Dios, es inspirado por el Espíritu Santo; cuando rechaza la cruz y se aparta de Jesús, es inspirado por el demonio.
“Vade retro, Satán!”. Debemos estar atentos a nuestros pensamientos y tener bien presente este episodio del Evangelio, porque lo que le sucedió a Pedro, también puede sucedernos a nosotros: cuando aceptamos la cruz de cada día, como camino de purificación espiritual y como camino que nos conduce al cielo, entonces estamos inspirados por el Espíritu Santo; cuando rechazamos la cruz y nos alejamos de Jesús -de la oración, de los sacramentos, de la Misa-, entonces estamos inspirados por Satanás.

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