(Ciclo
C – 2022)
Luego de morir en la Cruz el Viernes Santo, luego de pasar
tres días en el sepulcro, Cristo, cumpliendo sus palabras, resucita. Debido a
que se trata de uno de los dogmas centrales de la fe católica, es necesario
detenernos para reflexionar acerca de qué es lo que la Iglesia Católica
entiende por “resurrección”.
Ante todo, hay que considerar qué es lo que sucedió en la
mueret de Cristo. Según la fe católica, Cristo es el Hombre-Dios y en cuanto
tal, posee un cuerpo y un alma humanas reales, unidas a la Persona Segunda de
la Santísima Trinidad, el Verbo de Dios. En cuanto Dios Hijo, vive desde la
eternidad, en unión con el Padre y el Espíritu Santo, poseyendo con el Padre y
el Espíritu Santo el mismo y único Ser divino trinitario; en cuanto Hombre
perfecto, comienza a existir en el tiempo en el momento de la Encarnación, con
su Cuerpo y su Alma creados por la Trinidad. En el momento de morir, su Alma
unida a la Persona del Verbo desciende al Limbo de los justos, para rescatar a
los justos del Antiguo Testamento y conducirlos al Cielo; su Cuerpo es
descendido de la Cruz, es llevado en procesión y es dejado respetuosamente
tendido en la fría loza del Santo Sepulcro. Aunque su Cuerpo permanecía unido a
la Persona divina del Hijo de Dios, su Cuerpo estaba verdaderamente muerto
debido a la separación del Alma luego de tres horas de agonía en la Cruz. Esto
es necesario tener en cuenta, para considerar en qué consiste la Resurrección:
por la Resurrección, Jesús vuelve a la vida, pero no a la vida esta mortal que
todos los que vivimos en la tierra tenemos, sino que vuelve a la vida gloriosa,
eterna, divina, celestial y absolutamente sobrenatural, que Él tenía con el
Padre y el Espíritu Santo desde la eternidad. La vida con la que resucita Jesús
es la Vida Divina y Eterna que brota eternamente del Ser divino trinitario; es
una Vida que es Luz y Gloria divina y es por eso que el Cuerpo de Jesús
resplandece, glorificado, con la luz y la gloria de la Trinidad, con la luz y
la gloria que Él posee como Dios Hijo desde toda la eternidad. Es en esto en lo
que consiste la Resurrección: en la posesión perfecta por parte de Jesús, de la
Vida Divina trinitaria, la misma Vida que Él poseía con el Padre desde toda la
eternidad. Es con esta Vida Divina con la cual su Cuerpo comienza a vivir y por
eso su Cuerpo está glorificado y su Alma está glorificada.
Los
católicos debemos comunicar al mundo no solo esta verdad de la Resurrección de
Jesús, sino que debemos comunicar otra verdad, estrechamente unida a la
Resurrección: Jesús ha resucitado del sepulcro con su Cuerpo y Alma
glorificados y ha dejado vacío el Santo Sepulcro, para ocupar, también con su
Cuerpo y su Alma glorificados, el Santo Sagrario. Si Jesús estaba tendido en la
loza del sepulcro, muerto, ahora está, glorioso y resucitado, de pie, en el
Sagrario, en la Eucaristía, para concedernos su Vida divina, su Gloria, su
Alegría, su Paz, su Fortaleza divina.
Los católicos no solo debemos dar testimonio, con nuestras
vidas y si fuera preciso, con nuestra muerte- de que Jesús ha resucitado, sino
de que está, glorioso y resucitado, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en
la Sagrada Eucaristía.
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