miércoles, 20 de abril de 2022

Domingo in Albis o Domingo de la Divina Misericordia

 


"Anunciarás al mundo mi Segunda Venida (...) Esta imagen es la última tabla de salvación para el hombre de los Últimos Tiempos"
(Nuestro Señor Jesucristo a Santa Faustina Kowalska)

(Domingo II - TP - Ciclo C – 2022)

         El segundo Domingo de Pascuas se llama también “Domingo in albis” o “Domingo de la Divina Misericordia”. En este Domingo, por expreso pedido de Nuestro Señor Jesucristo a Santa Faustina Kowalska, se celebra a la Divina Misericordia: “Quiero que mi Misericordia sea honrada en toda la Iglesia el segundo domingo de Pascuas”.

         La razón por la cual se debe honrar, alabar y adorar a la misericordia de Dios es que Dios es infinita misericordia, una misericordia sin límites, infinitamente más grande que el más grande de los pecados del hombre. Ahora bien, lo que debemos tener en cuenta es que, aunque esta misericordia es infinita en Sí misma, tiene un límite y es el tiempo que dura nuestra vida aquí en la tierra. En otras palabras, cuando nuestra vida terrenal termina, se termina el tiempo de la misericordia, para dar comienzo a la Divina Justicia. Esta vida terrena es el tiempo en el que actúa la Divina Misericordia, sin importar la gravedad y cantidad de nuestros pecados, basta con que nos arrepintamos de nuestro mal obrar y acudamos al Sacramento de la Confesión: “Di a los pecadores que mi Misericordia es infinita”. Pero la Misericordia Divina termina cuando termina esta vida terrena, para dar paso a la Justicia Divina; el día de nuestra muerte es el anticipo del Día del Juicio Final, el Día de la Ira de Dios, Día en el que los impíos, los impenitentes, los que no se arrepienten de sus pecados, probarán el amargo y doloroso saber de la Justicia Divina. En ese día, dice la Virgen a Sor Faustina, hasta los ángeles del Cielo temblarán ante la Ira de Dios: “En el Día del Juicio Final temblarán hasta los ángeles del Cielo”. Mientras vivimos en esta vida terrena, la Misericordia Divina es infinita, pero cuando esta vida termina, comienza la Justicia Divina, por eso es necesario que acudamos al Sacramento de la Confesión, para recibir el perdón de nuestros pecados y así ser protegidos por la Divina Misericordia en el Día del Juicio Final.

         Este otro aspecto de Dios debemos tenerlo bien presente, para que no nos confundamos eternamente: Dios es infinita misericordia, pero también es infinita justicia. Si Dios no fuera Justo, es decir, si fuera injusto, no sería Dios, porque la injusticia es una imperfección y Dios es Perfecto por definición. Dios es Justicia Infinita y quien no quiera pasar por la Misericordia Divina, deberá pasar por la Justicia Divina y así lo dice Jesús: “Quien no quiera pasar por mi Misericordia, deberá pasar por mi Justicia Divina”. Y los rayos de Sangre y Agua que brotan del Corazón traspasado de Jesús son el refugio santo contra la Ira de Dios: “El que se ampare en mi Misericordia, no sufrirá el rigor de mi Justicia”.

         Es un gravísimo error en los cristianos pensar que Dios es Pura Misericordia y que no castiga a nadie; es un gravísimo error pensar que Dios nos lleva a todos al Cielo, aun si no nos arrepentimos de nuestros pecados: nadie entrará al Cielo obligado; nadie ingresará en el Reino de Dios a la fuerza y la impenitencia, el no arrepentirse del pecado, del mal cometido, es un signo de que la persona no quiere entrar en el Reino de Dios; es un signo de que la persona prefiere el pecado antes que la gracia santificante que Jesús nos ofrece desde su Corazón traspasado.

         Por último, la imagen de Jesús Misericordioso es una señal de que el tiempo de la Divina Misericordia se está acabando para la humanidad, sumergida en la tiniebla del pecado, de la muerte y del ocultismo y de que está a las puertas el Día de la Ira de Dios. Así le dice Jesús a Santa Faustina: “Esta imagen es la última tabla de salvación para el hombre de los últimos tiempos (…) Anunciarás al mundo mi Segunda Venida (…) Ya no habrán más devociones hasta el fin”. La imagen de Jesús Misericordioso anuncia que las puertas de la Divina Misericordia todavía están abiertas, pero también anuncian que están a punto de cerrarse y quien no quiera refugiarse en la Divina Misericordia, deberá sufrir para siempre el peso y la furia de la Ira Divina. Mientras hay tiempo, hay Misericordia; no desperdiciemos el tiempo y acudamos cuanto antes al refugio que nos protege de la Ira de Dios, el Corazón Misericordioso de Jesús.

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