(Ciclo
C – 2022)
¿Qué hace Jesús en el Calvario, en el Viernes Santo? Sobre
todo, derrama Sangre y muere. En estas dos acciones de Jesús en la Santa Cruz
del Calvario, encontramos el sentido de nuestra vida terrena: evitar el
Infierno, salvar el alma, ingresar al Reino de los cielos. Cuando contemplamos
los pies de Jesús, atravesados por un grueso clavo de hierro, meditamos sobre
el inmenso dolor que soportó Jesús no solo en el momento en el que el clavo
atravesaba sus pies, sino durante toda la crucifixión, durante su agonía y
hasta el momento de su muerte, porque sus pies eran el único apoyo que tenía
para poder seguir respirando y por eso sus pies sufrieron dolores inimaginables.
Al contemplar y besar sus pies ensangrentados, le pedimos a Jesús que nuestros
pasos nunca se encaminen en dirección al pecado, sino que sigan siempre el
Camino de la Cruz, el Via Crucis. Cuando contemplamos el Costado traspasado de
Jesús, meditamos en la Sangre y el Agua que brotaron de su Corazón por el
lanzazo recibido; la Sangre representa el Amor de Dios que se derrama sobre el
hombre pecador que se arrepiente y el Agua representa la gracia santificante,
que lava al alma de la mancha del pecado y le concede la vida del Ser divino
trinitario. Al contemplar el Costado traspasado de Jesús, le pedimos que por su
infinita misericordia perdone nuestros pecados en el Sacramento de la
Penitencia, para que así, con el alma en gracia, seamos conducidos al cielo.
Cuando contemplamos la Mano izquierda de Jesús, meditamos acerca del dolor
inmenso que sufrió por nuestra salvación, para que no caigamos en la eterna
condenación y le pedimos, por los méritos de su Sangre derramada en la Mano
izquierda, que en el Día del Juicio Final, el Día de la Ira de Dios, no nos
encontremos a su izquierda, con los condenados, con los réprobos, con los que
sufrirán por propia culpa, eternamente, los dolores, los terrores y los
horrores del Infierno. Cuando contemplamos la Mano derecha de Jesús, meditamos
sobre su Sangre derramada y el dolor agudísimo que soportó al ser traspasada
por el clavo, a la altura del nervio mediano, lo que le hizo contraer sus dedos
de forma espasmódica y le pedimos que por el dolor que sufrió en su Mano
derecha y por la Sangre que derramó en su Mano derecha, seamos conducidos, al
final de nuestra vida terrena, al Reino de los cielos, al Reino del Padre, al
Reino de la Eterna Luz. Cuando contemplamos la Cabeza coronada de espinas,
meditamos en el inmenso dolor que sufrió Jesús cuando fue coronado de espinas,
unas espinas gruesas, fuertes, duras, filosas, que atravesaron su cuero
cabelludo, llegando las espinas hasta los huesos del cráneo, aumentando
enormemente su dolor y al meditar en su Corona de espinas, le pedimos al Rey
del universo que por su Sangre derramada en la coronación de espinas, no solo
no tengamos ningún mal pensamiento, de ningún tipo, sino que tengamos siempre
los pensamientos santos y puros que tiene Él coronado de espinas, para que así
nos conservemos alejados del pecado y vivamos siempre en gracia, para poder
luego de este paso terrenal, ser coronados de gloria en el Reino de Dios. Entonces,
nadie puede decir que no encuentra sentido a la vida: en la Crucifixión de
Jesús está escrito todo el sentido de nuestra vida terrena y la predestinación
a la vida eterna.
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