miércoles, 11 de enero de 2023

Solemnidad del Bautismo del Señor

 



(Ciclo A – 2023)

          El Evangelio nos describe el bautismo de Jesús en el Jordán por parte de Juan el Bautista. Frente a este hecho, podemos preguntarnos la razón de este bautismo: Jesús es el Hombre-Dios y en cuanto tal, no tiene necesidad de ser bautizado, puesto que, obviamente, no tiene necesidad de conversión, desde el momento en que Él es la Santidad Increada, la Santidad en Acto de Ser y por esto mismo no tiene necesidad alguna de ninguna conversión. Por otra parte, Él es Quien viene a bautizar, como lo dice el mismo Juan, “con Espíritu Santo y fuego”, es decir, Jesús, en cuanto Dios Hijo, expira, junto con el Padre, desde la eternidad, al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Trinidad por lo que, con más razón aún, no tiene necesidad alguna de ser bautizado. Es por esto que nos preguntamos nuevamente: ¿por qué Jesús deja que Juan el Bautista lo bautice?

          Por el significado sobrenatural que se encuentra en el hecho del bautismo de Jesús: al encarnarse el Verbo y al asumir hipostáticamente, esto es, a su Persona divina, a la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth, Jesús une a Sí, a su Persona divina encarnada, a todos los hombres que, por el bautismo sacramental, serán unidos a su Cuerpo Místico. De esta manera, los bautizados sacramentalmente en la Iglesia Católica -no los no bautizados, sino solo los bautizados-, serán hechos partícipes de los misterios salvíficos de Jesús, es decir, serán hechos partícipes de su Pasión, Muerte y Resurrección y esto está representado, simbólica y ontológicamente, en la inmersión propia del bautismo y luego en el emerger de Jesús de las aguas del Jordán. En efecto, en la inmersión, está representada la Pasión y Muerte del Hombre-Dios; por lo tanto, en esta Pasión y Muerte están asociados y son hechos partícipes todos los que forman parte de su Cuerpo Místico, esto es, los bautizados. En otras palabras, al morir la Cabeza en la cruz -es lo que representa la inmersión, la Muerte del Hombre-Dios en el Calvario-, los bautizados participan de su Pasión y Muerte; luego, al emerger Jesús de las aguas del Jordán, se representa su Resurrección gloriosa, su regreso a la vida después de la muerte, pero ya con su Cuerpo glorificado y a esta Resurrección es a la que son asociados y son hechos partícipes los bautizados en la Iglesia Católica. En síntesis, así como la inmersión de Jesús representa su Pasión y Muerte, así su emerger del Jordán representa su Resurrección y, con Él, todos los seres humanos que hayan sido unidos a su Cuerpo Místico por medio del bautismo sacramental son hechos partícipes de su Pasión, Muerte y Resurrección. Esto nos hace ver la importancia fundamental, esencial e imprescindible del bautismo sacramental porque, contrariamente a lo que afirma erróneamente Karl Rahner, la Encarnación del Verbo no asocia “automáticamente” a todo ser humano al misterio salvífico de Jesús: es necesario que el ser humano reciba el Sacramento del Bautismo, para quedar recién asociado al Hombre-Dios, ontológicamente, por la gracia santificante y para así ser partícipe de su Pasión Redentora. Quien afirme el error de Rahner, se opone frontalmente a las palabras de Nuestro Señor Jesucristo: “Quien crea y se bautice se salvará y quien no crea y no se bautice, se condenará”. La necesidad imperiosa del Bautismo Sacramental, para ser partícipes de la Pasión Redentora del Señor Jesús, elimina de raíz el garrafal error de Rahner, garrafal error que el heresiarca llama “cristiano anónimo”.

         

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