jueves, 5 de enero de 2023

Solemnidad de la Epifanía del Señor

 



(Ciclo A - 2023)

          Para poder desentrañar el significado sobrenatural de la Solemnidad de la Epifanía del Señor, debemos reflexionar acerca del significado de la palabra “epifanía”. “Epifanía” significa “manifestación” y, trasladado a Jesús, significa “manifestación de su divinidad”, puesto que Jesús, el Niño Dios, es el “Emmanuel”, que significa “Dios con nosotros”. Ahora bien, además de la manifestación visible de la gloria de su divinidad en Belén, Jesús, el Hombre-Dios, se manifiesta también en el río Jordán ante San Juan Bautista[1] -teofanía trinitaria-; se manifiesta al inicio de su vida pública en las bodas de Caná y se manifiesta también ante sus discípulos en el Monte Tabor, resplandeciendo en su gloria. De todas estas epifanías, la que más se celebra en la Iglesia Católica es la epifanía o manifestación ante los Reyes Magos (Mt 2, 1-12).

          La Epifanía del Señor en Belén consiste, entonces, en la iluminación sobrenatural que irradia la Humanidad Santísima del Niño de Belén, iluminación que se produce al llegar los Reyes Magos. Surge entonces la pregunta: ¿cuál es el sentido de la manifestación de Jesús ante los Reyes Magos? La respuesta a esta pregunta es que Dios hecho Niño, sin dejar de ser Dios, resplandece con la luz de su Ser divino trinitario, ante los Reyes Magos, en quienes están representados los paganos, puesto que los Reyes Magos no eran hebreos. Al resplandecer con su luz eterna, la luz que brota del Acto de Ser divino trinitario, Jesús se manifiesta como Dios -la luz es intrínseca al Ser divino trinitario, puesto que la naturaleza divina es luz- y esto lo hace para que desde ahora, no solo el Pueblo Elegido -los hebreos- sepan que Él es Dios y el Mesías esperado y anunciado por los profetas, sino para que también los que no pertenecen al Pueblo Elegido, es decir, los paganos -representados en los Reyes Magos- sepan que Dios se ha encarnado en Jesús de Nazareth y que ha venido a nuestra tierra, en nuestra historia, en el tiempo, para salvarnos y conducirnos a la feliz eternidad de su Reino celestial.

          Jesús resplandece y los Reyes Magos, iluminados por el Espíritu Santo, reconocen en el Niño de Belén a Dios Hijo encarnado y por eso se postran en adoración ante el Niño, dejando sus ofrendas, oro, incienso y mirra. Implorando la luz del Espíritu Santo, también nosotros nos postremos en adoración ante el Niño Dios, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía y, si bien no tenemos oro, incienso y mirra, le ofrezcamos como don nuestro pobre corazón, para que Él lo purifique del pecado con su gracia y lo colme de la luz trinitaria con su Sangre Preciosísima.


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