(Domingo XXIII - TO - Ciclo B - 2024)
Jesús sana a un sordomudo poniendo sus dedos en las orejas, tocando su lengua y
diciendo “Efatá”, que significa”: “Ábrete” (cfr. Mc 7, 31-37). En
esta curación del sordomudo, podemos preguntarnos porqué Jesús utiliza sus
manos y su voz si, al ser Dios omnipotente, podía haberlo curado con su solo
querer, como de hecho lo hizo con otros enfermos en otros momentos del
Evangelio. La respuesta está en que Jesús lo hace por un doble motivo: por un
lado, para resaltar el valor del cuerpo humano y por lo tanto de la Encarnación
del Verbo y, por otra parte, para prefigurar el valor de los sacramentos de su
Iglesia, tal como lo veremos brevemente.
En cuanto al primer hecho,
el uso de su Cuerpo para curar al sordomudo en vez de curarlo directamente con
su solo querer, eso lo hace Jesús para resaltar el valor, tanto del cuerpo
humano, que es creación suya, como de la Encarnación, obra del Espíritu Santo,
por pedido de Dios Padre. Entonces, de esta manera, resalta el valor tanto
del cuerpo como el de la encarnación: su cuerpo, asumido en el seno de la
Virgen en la Encarnación, está inhabitado por el Verbo de Dios, y el Verbo de
Dios que lo inhabita, es el que le comunica todo su poder y su fuerza de Dios,
hasta la fibra más íntima de su cuerpo. El Verbo “ingresa” dentro de ese cuerpo
y de esa alma por la Encarnación y obra a través de esa alma y de ese cuerpo;
de esa manera, el cuerpo de Jesús es como un canal por donde pasa la energía
divina, el poder divino; para darnos una idea, el Cuerpo humano del Hombre-Dios
Jesucristo es como un cable por donde pasa la electricidad, siendo en este caso
la electricidad, la energía o mejor dicho, el poder divino, la gracia de Dios,
que es la que sana, la que cura, la que perdona los pecados, la que expulsa los
demonios, la que diviniza y santifica las almas de los seres humanos.
Pero al usar su Cuerpo
como canal de energía que transmite el poder divino, también quiere hacernos
ver el valor de los Sacramentos de la Iglesia, porque lo que sucede con su Cuerpo,
así sucede con los Sacramentos, en el sentido de que así como el Cuerpo es el
canal conductor de la energía o gracia divina, así también los Sacramentos son
el canal conductor de la energía o gracia divina. Es decir, así como sucede con
su Cuerpo humano, en el que inhabita la Persona divina de Dios Hijo y le
comunica a su cuerpo material su Presencia divina y su fuerza de Dios, fuerza
divina que fluye a través de su Cuerpo humano así como la energía eléctrica
fluye a través de un cable, así en los sacramentos, que son elementos
materiales –pan, agua, vino-, también se hace Presente Dios Hijo en Persona, y
les comunica de su poder divino para que este poder divino fluya a través de
los Sacramentos, y así como por su Cuerpo humano este poder divino fluía desde
su Persona divina hacia fuera y producía los milagros –como la curación del
sordomudo-, así en los Sacramentos, por la misteriosa Presencia del Hijo de
Dios en ellos, fluye su poder divino desde su Persona divina, por los
sacramentos, hacia quien los recibe.
Todo lo que sucede en el Hombre-Dios Jesucristo, en
cuanto al fluir de la divinidad desde el Ser divino de su Persona divina a
través de la naturaleza humana de su ser hombre humano, toda esa unión en el
obrar conjunto entre lo divino y lo humano, se da también en los Sacramentos,
en cuanto también en los sacramentos se da la unión entre lo creatural -pan,
vino, agua, palabras, gestos- y lo divino -la gracia santificante- que fluye
invisiblemente a través de lo visible. Es por esta razón que los Sacramentos,
que tienen una parte visible, creatural, y una parte invisible, divina, tienen
un poder divino, que es el poder de Dios, produciendo y comunicando la gracia
de Dios, la gracia santificante y por esto no da lo mismo recibir o no recibir
los Sacramentos: quien recibe los Sacramentos, recibe la gracia de Dios; quien
no los recibe, no recibe la gracia de Dios. Al curar al sordomudo, lo que hace
Jesús es simplemente usar el poder divino que fluye de su Persona divina a
través de su Cuerpo humano y permitir que este poder divino cure al sordomudo, así como en el Sacramento de la Penitencia, por ejemplo, el poder divino fluye desde la Persona divina de Jesús Sumo Sacerdote a través del sacerdote ministerial, hacia el penitente.
En este caso en
particular, la acción de Jesús sobre el sordomudo está anticipando parte del
rito de la Iglesia Católica en el Sacramento del Bautismo: en el Sacramento del
Bautismo, la inmersión de Cristo en el río Jordán representa su muerte en la
cruz y eso se significa y representa místicamente con el derramamiento del agua
en la cabeza del que se bautiza; el emerger del río Jordán significa su
resurrección y eso se significa con el secado de la cabeza del que se bautiza;
luego, el signado de la cruz en los labios y en los oídos del que se bautiza,
al mismo tiempo que se pronuncian las mismas palabras que Jesús pronuncia en el
Evangelio: “Efatá”, que significa: “Ábrete”, significan la participación
mística en la curación milagrosa del sordomudo por parte de Jesús en el
Evangelio, quien así cura, no solo al sordomudo, sino a todo ser humano que recibe
el bautismo sacramental, ya que por el pecado original todo ser humano nace
como sordo y mudo a los misterios sobrenaturales del Hombre-Dios Jesucristo,
los misterios sobrenaturales de su Pasión, Muerte y Resurrección y solo por el
Bautismo, quedan los hombres no solo sanados de esta sordomudez espiritual,
sino además incorporados a este misterio pascual de Muerte y Resurrección, lo
cual es mucho más importante para la vida espiritual que el solo hecho de ser
sanados.
En el Evangelio, Jesús sana a un sordomudo poniendo sus
dedos en las orejas, tocando su lengua y diciendo “Efatá”, que significa”:
“Ábrete”. En el Bautismo sacramental, cada uno de nosotros hemos recibido algo
infinitamente más grande que simplemente haber sido sanados de la sordomudez
corporal: se nos quitó el pecado original, fuimos sustraídos de las garras del
Demonio, fuimos curados de la sordomudez espiritual y fuimos adoptados
espiritualmente como hijos adoptivos por Dios Padre; por esto mismo, no podemos
argumentar que no escuchamos y que no entendemos lo que nos dice nuestro Padre
en la Sagrada Escritura y lo que nos dice es que debemos no solo escuchar a
Jesús, sino seguir a Nuestro Señor Jesucristo por el Camino Real de la Cruz, el
Via Crucis, para morir al hombre viejo en el Calvario y así nacer al
hombre nuevo, el hombre regenerado por la gracia santificante, el hombre que
nace del Costado traspasado del Sagrado Corazón de Jesús. Para esto es que
hemos recibido la sanación de nuestra sordomudez espiritual, para esto hemos
sido adoptados como hijos espirituales por Dios Padre: para ser crucificados en
el Calvario junto a su Hijo Jesús y así nacer a la vida nueva de la gracia, la
vida de los hijos de Dios.
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