“Serán
odiados por causa mía” (Lc 21, 12-19).
En este Evangelio, Jesús profetiza cómo será la vida de los cristianos en los
tiempos previos a su Segunda Venida: serán perseguidos y apresados; serán
llevados a tribunales y encarcelados; se los hará comparecer ante reyes y
gobernantes; serán traicionados por sus parientes más cercanos; serán odiados
por causa de Jesús. Todo esto habrán de sufrir los cristianos y estos
sufrimientos se harán más intensos y agudos cuanto más cerca esté la Segunda
Venida en la gloria de Nuestro Señor Jesucristo. Hay algo que se debe destacar
en esta situación de persecución y es la asistencia del Espíritu Santo a
quienes sean perseguidos por causa de Jesús. En efecto, el mismo Jesús lo dice:
“No tienen que preparar de antemano su defensa, porque Yo les daré palabras
sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes”.
Es decir, quien sea perseguido por causa de Cristo, no debe ponerse a pensar en
qué es lo que va a argumentar, cuando sea llevado delante de reyes y
gobernantes, porque será Jesús en Persona y el Espíritu Santo quienes hablarán
por sus bocas. Por esta razón es que las palabras de los mártires pueden ser
consideradas, en sentido amplio, “palabra de Dios”, en el sentido en el que lo
dice Jesús, esto es, que será Él quien inspirará lo que deban decir en los
momentos previos a su ejecución.
“Serán
odiados por causa mía”. En la última persecución, en momentos en que se
desencadene la suprema tribulación, los cristianos que se mantengan firmes en
la fe en Jesucristo, recibirán el odio del mundo, porque el mundo está bajo el
gobierno del Príncipe de las tinieblas y es este quien infunde su espíritu
anti-cristiano al mundo, un espíritu de aversión, rechazo y odio contra Dios y
su Cristo. Ahora bien, la historia demuestra que han existido diversas
persecuciones a lo largo de los siglos, incluso desde los primeros tiempos del
cristianismo, por lo que la persecución es una nota característica no sólo de
la Iglesia de los últimos tiempos, sino de la Iglesia de todos los tiempos.
“Serán
odiados por causa mía”. El odio del mundo y la persecución contra el Nombre de
Cristo y todo lo que él representa, es una señal de que el cristiano está por
el buen camino, porque está asistido por el Espíritu de Dios. Y aun cuando el
mundo desencadene toda su furia contra la Iglesia de Dios y contra los
cristianos, estos, aunque mueran, vivirán, porque morirán para la vida terrena,
pero nacerán para la Vida eterna. Esto quiere significar Jesús cuando dice: “Ni
un cabello de su cabeza perecerá”. No tengamos miedo, por lo tanto, de dar
testimonio de Cristo Dios ante el mundo, pues es Él en Persona quien nos
protege de todo mal. Es en nuestros tiempos, caracterizados por la apostasía
masiva, el materialismo, el ateísmo y el ocultismo, cuando más se necesita el
luminoso testimonio de vida de santidad de los cristianos.
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