jueves, 30 de diciembre de 2010

La Navidad es obra de la Trinidad


Cuando se contempla la escena de Navidad, el Pesebre, se presta atención a sus integrantes y a sus personajes, tanto los centrales –el Niño, la Virgen, en menor medida San José-, como aquellos más secundarios –los pastores, los Magos, los ángeles.

Si no se presta atención, puede quedar, muy en las sombras, Alguien que también es protagonista central de la Navidad, y es la Santísima Trinidad: toda la Trinidad está Presente en Navidad como protagonista y como organizadora del evento.

Es Dios Padre quien, con su omnipotencia, y con sólo Él quererlo desde la eternidad, provoca el fenómeno celeste cosmológico, conocido como “la Estrella de Belén”; es Dios Padre quien mueve y desplaza, con sólo su voluntad, por el universo, al astro que habrá de señalar el lugar del Nacimiento de su Hijo; es Dios Padre quien, en una muestra de su omnipotencia, decide iluminar el lugar del Nacimiento de su Hijo no con una antorcha, sino con una estrella. El fenómeno estelar que señala el cumplimiento de las profecías mesiánicas no es producido al acaso: es Dios Padre, Creador omnipotente, quien traslada la estrella al lugar donde habrá de nacer Jesús, así como un hombre traslada una vela encendida de un lugar a otro.

Es Dios Padre quien no sólo ilumina el lugar del Nacimiento con una estrella, sino que prepara, desde toda la eternidad, el lugar de la concepción y desarrollo en el tiempo de su Hijo eterno, el seno virgen de María Santísima; es Dios Padre quien decide crear a una criatura no sólo sin pecado, sino llena del Espíritu Santo, llena del Amor divino, para que sirva de cuna a su Hijo cuando se encarne en el tiempo.

Es Dios Hijo quien, acatando con amor inefable el designio del Padre, decide, en la muestra de humildad más asombrosa que pueda darse en cielos y tierra, abajarse, humillarse, sin dejar de ser Dios, y asumir una naturaleza humana, para aparecer ante los hombres como un niño pequeño, frágil y desvalido; es Dios Hijo quien, cumpliendo el designio del Padre, decide adquirir un cuerpo humano y revestirse de él, para luego sacrificarlo en el ara de la cruz, para la salvación de la humanidad.

Es Dios Espíritu Santo quien, antes del Nacimiento, inhabita en el alma y en el cuerpo de María Santísima, llenándolo de su Presencia personal, preparándola para ser, en el tiempo, la Madre de Dios; es el Espíritu Santo, es decir, el Amor de Dios, quien lleva al Hijo a encarnarse en María Virgen, en cumplimiento del designio del Padre; es el Espíritu Santo quien llena de amor divino y de espíritu de adoración a los pastores y a los Magos que se acercan ante su Salvador recién nacido; es el Espíritu Santo el que luego será derramado en la cruz, cuando este Niño, ya adulto, derrame su Sangre y con su Sangre el Espíritu de Dios, y es para esto, para derramar el Espíritu, que el Niño ha nacido.

La Navidad es obra de la Trinidad.

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