miércoles, 10 de julio de 2013

“Anuncien que el Reino de los cielos está cerca”


“Anuncien que el Reino de los cielos está cerca” (Mt 10, 7-15). ¿Cuán “cerca” está el Reino de los cielos? ¿En qué se mide la “cercanía” de este reino? Una aproximación la obtenemos en la consideración de la naturaleza del Reino que, como Iglesia, debemos anunciar: este Reino no es intra-mundano, “no pertenece a este mundo” (cfr. Jn 18, 36), y por lo tanto, es a-histórico, a-temporal, y no puede ser ubicado geográfica y visiblemente, en un lugar u otro. El Reino de Dios es un reino supra-humano, celestial, divino, sobrenatural; se origina en Dios, que es eterno, y por lo tanto su término es la eternidad de Dios, es Dios, que es su misma eternidad.
La “cercanía” de este Reino no se mide en sí mismo, en consecuencia, en términos témporo-espaciales, aunque el tiempo sí pueda servir como parámetro que mide la cercanía para mí o para la Humanidad: de modo personal, el Reino estará tan “cerca” de mí, como cerca esté el día de mi propia muerte, ya que en ese día, habrá finalizado mi tiempo en la tierra, al tiempo que habrá comenzado la eternidad, y en ese día, me será posible ver el Reino de Dios, que es eterno; para la Humanidad entera, el Reino de Dios está tan cerca, como cerca esté el Día del Juicio Final, Día en el que finalizarán el tiempo y la historia humanos, para dar paso a la eternidad de Dios; en ese Día Final, toda la Humanidad entrará en la eternidad divina, aunque unos entrarán en el Reino de Dios, mientras que otros lo harán en el Reino de las tinieblas.
Otro parámetro que mide la “cercanía” del Reino de Dios es el estado de gracia santificante, porque para el alma que se encuentra en estado de gracia, más que “cerca”, el Reino se encuentra “dentro” de ella; inversamente, para el alma en pecado mortal, el Reino está “fuera” de ella, o más bien ella se ha alejado del Reino de Dios, como el invitado sin traje de bodas, que es expulsado de la fiesta de bodas del hijo del rey (cfr. Mt 40, 1-14), símbolo del alma en pecado mortal.

“Anuncien que el Reino de los cielos está cerca”. El cristiano debe anunciar, con obras de misericordia, que espera la pronta llegada del Reino de los cielos.

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