(Domingo XIV - TO -
Ciclo C – 2013)
“Anuncien que el Reino de Dios está cerca” (Lc 10, 1-9). El Evangelio de hoy revela
cuál es la misión de la Iglesia: anunciar el Reino de Dios. La misión de la
Iglesia no es terminar con la pobreza en el mundo, ni satisfacer el hambre de
todos los que no tienen para comer, ni dar casas a los que no tienen techo;
tampoco es sanar enfermos ni expulsar demonios. Aunque la Iglesia realiza obras
de misericordia corporales y espirituales –y sin esas obras, nadie entrará en
el Reino-, todas estas obras son únicamente “señales” que anuncian el Reino. Muchos
creen, equivocadamente, que la Iglesia tiene por misión acabar con la pobreza
en el mundo, como si fuera una gran banca con un inmenso poder económico;
muchos creen, equivocadamente, que la Iglesia tiene que brindar asistencia
médica, educativa, social, económica, como si fuera una ONG multinacional, pero
esto no es la tarea esencial de la Iglesia.
Es Jesús quien lo dice: “Anuncien que el Reino de Dios está
cerca”. ¿Y en qué consiste el Reino de Dios que debe anunciar la Iglesia?
El Reino de Dios es el destino final al que está llamado
todo hombre y toda la humanidad, y ese destino no es intra-mundano, sino
supra-humano y sobrenatural, porque es la eternidad de Dios Trino; es Dios Trino,
que es su misma eternidad, y por este motivo la Iglesia no considera a los
asuntos temporales como su último fin; el Reino de Dios es la comunión de vida
y amor con las Tres Personas de la Santísima Trinidad, y por eso la Iglesia
manda amar al prójimo en esta vida obrando toda clase de obras de misericordia,
corporales y espirituales, porque quien no ame al prójimo, imagen del Dios Uno
y Trino, el único Dios viviente, no podrá jamás entrar en comunión de vida y
amor con las Tres Divinas Personas; el Reino de Dios es unión, por la fe, por
el amor y por los sacramentos –principalmente la Eucaristía y la Confesión
sacramental- con el Hombre-Dios Jesucristo, y por este motivo la Iglesia pide
vivir en estado de gracia y ser misericordiosos, como modo de vivir, en forma
anticipada, la unión en el amor con Jesús de Nazareth; el Reino de Dios es pureza
de corazón, porque “sólo los puros de corazón verán a Dios”, que es Pureza
infinita, y por este motivo, la Iglesia condena y prohíbe toda forma de
impureza, sea espiritual, como el culto pagano o neo-pagano –religión wicca,
yoga, reiki, ocultismo, sectas, religiones falsas-, sea corporal, como las
impurezas de todo tipo que corrompen el cuerpo y el alma –pornografía, erotismo,
materialismo, avaricia, codicia, soberbia, gula, ira, etc.-, y para obtener y
vivir esta pureza de corazón, es que la Iglesia pide que sus hijos sean una
copia viviente de Jesús, tal como Él lo pide en su Evangelio: “Aprended de Mí,
que soy manso y humilde de corazón”, además de recomendar la consagración al
Inmaculado Corazón de María, fuente de pureza inmaculada; el Reino de Dios es
diálogo de Amor, por toda la eternidad, con las Tres Divinas Personas, con la
Virgen, con los ángeles y con los santos en el cielo, y ese diálogo de amor se
establece ya desde la tierra por medio de la oración, y este es el motivo por el
cual la Iglesia pide la oración –continua, diaria, confiada, perseverante,
filial-, sobre todo la Santa Misa, que es la oración principal de la Iglesia,
en la cual Dios Hijo pide al Padre por nosotros, y el Santo Rosario, por medio
del cual la Virgen imprime en nuestros corazones la imagen de su Hijo y moldea
nuestras almas a su imagen y semejanza.
“Anuncien que el
Reino de Dios está cerca”. Para poder anunciar a nuestros hermanos la cercanía
del Reino de Dios, debemos antes vivirlo nosotros, y para hacerlo, antes debemos
saber cuál es la misión de la Iglesia y en qué consiste el Reino de Dios.
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