(Domingo XVII - TO -
Ciclo C – 2013)
“Cuando ustedes oren,
digan: Padre nuestro que estás en los cielos...” (Lc 11, 1-13). Respondiendo a los discípulos
que le piden que les enseñe a orar - “Señor, enséñanos a
orar”-, Jesús les -a ellos y a nosotros- cómo tiene que
ser la oración del cristiano. Ante todo, la oración del cristiano
no debe ser como la de los paganos, que basan su oración en las
“muchas palabras”; la oración del cristiano debe ser amorosa
y filial, es decir, hecha con el corazón y con el mismo amor con
el cual un hijo se dirige a su padre, porque oración enseñada por
Jesús, el Padrenuestro, Dios ya no aparece como un ser lejano,
distante, bueno, sí, pero distante: Jesús nos enseña que Dios nos
ha adoptado como hijos; a partir de Jesús somos hechos hijos
adoptivos de Dios por la gracia santificante, y por esto Jesús nos
enseña a tratarlo de una nueva manera, como “Padre”, y para
tratarlo como Padre, debemos amarlo como hijos.
La oración del
cristiano debe ser debe ser perseverante, como el hombre del
ejemplo que pone Jesús, que acude a un amigo a deshora a pedirle pan
para sus amigos. En este caso, se trata de dos amigos, porque así se
tratan entre ellos - “Amigo”, le dice al iniciar el pedido, y
Jesús dice que el otro, aunque no le dé el pan por ser su amigo,
se lo dará sin embargo a causa de su insistencia. Lo mismo sucede
entre nosotros y Dios: nosotros somos ese amigo inoportuno, que acude
a su Amigo que vive en su Casa del cielo, Dios, con sus hijos, los
hijos de Dios, los santos y también los ángeles, y por la oración
le pedimos el alimento del alma para nuestros hermanos, el alimento
de la Palabra de Dios y el alimento de la Palabra de Dios encarnada
en la Eucaristía, y Dios nos dará lo que le pedimos, porque es
nuestro Amigo y no dejará de concedernos lo que sólo Él puede
darnos.
Y si en el ejemplo que
pone Jesús, el amigo que descansa con sus hijos le dará el pan a su
amigo que se lo pide, no por la amistad que los une, sino por su
insistencia, y no solo le dará pan, sino “todo lo necesario”, es
decir, mucho más de lo que pide, no es así en el caso de Dios, que
siempre nos dará lo que le pedimos e infinitamente más, en razón
de nuestra amistad con Él, amistad sellada con la Sangre de Cristo
en la Cruz. No podemos dudar de que Dios nos concederá lo que le
pedimos -siempre que sea conveniente para nuestra salvación y esté
dentro de los planes de su Divina Voluntad, que siempre es santa-,
porque Él mismo nos llama “amigos”: “Ya no os llamo siervos,
sino amigos”.
La oración del
cristiano debe ser confiada, esperando recibir; y debe esperar
siempre de la Bondad divina, que jamás puede dar nada malo a quien
le pida algo, porque Dios es Bondad infinita, y no es capaz, porque
su Ser perfectísimo se lo impide, de dar algo malo, así como un
padre no da nunca a su hijo una serpiente cuando le pide un pescado,
ni un escorpión si le pide un huevo. Jamás de los jamases, puede
dar Dios algo malo a quien acude a Él en la oración, porque es
imposible para Él, ontolóticamente, hacer el mal. En otras
palabras, Dios no puede ni siquiera pensar en hacer mal, debido a la
Perfección absoluta de su Ser divino Purísimo. Sí puede suceder
que permita que nos suceda algo que a nosotros, humanamente hablando,
sea un mal o nos parezca un mal, pero si Dios permite el mal para
nosotros, es porque por su infinito poder, puede convertir a ese mal
en un bien de dimensiones inimaginables. Jamás puede Dios darnos un
mal, y sólo bienes debemos esperar de Él; por el contrario, el
demonio, a sus seguidores, les promete cosas buenas, pero solo son el
envoltorio de males inenarrables. El demonio sí da “un escorpión
cuando se le pide un huevo”, o una “piedra cuando se le pide un
pan”; esto sí lo hace el demonio con sus adoradores, porque el
demonio es un ser malvado y perverso.
Finalmente, la oración
del cristiano debe ser desmedida, en el sentido de que debe no
debe temer el pedir a Dios muchas cosas, porque Dios es Inmensamente
Rico en bienes espirituales de todo tipo, empezando por la
Misericordia; Dios es Omnipotente y todo lo puede -lo único que no
puede hacer, aún si se lo propusiera, es el mal-; Dios es Amor
infinito y todo ese Amor es para nosotros, para todos y para cada uno
de nosotros, de modo personal e individual. Esto es lo que Jesús
quiere decir cuando dice: “Dios dará el Espíritu Santo a quien se
lo pida”. En la oración filial, amorosa, perseverante, confiada,
no podemos pedir a Dios pocas cosas, no debemos tener temor de pedir
y de pedir mucho, porque por más que pidamos bienes espirituales
grandiosos -para nosotros y nuestros seres queridos, como la gracia
de la contrición perfecta del corazón, que asegura la entrada al
cielo, porque Dios ama a los corazones contritos y humillados-,
siempre nos quedaremos cortos ante la inmensidad de la Bondad divina,
porque además de todos esos bienes espirituales, Dios Trinidad nos
dará algo que ni siquiera podríamos imaginar de recibir, y que no
nos alcanza la inteligencia y la imaginación en esta vida para
apreciarlo, ni nos alcanzará toda la eternidad en la otra vida para
comprenderlo: nos dará ¡el Espíritu Santo! ¡El Amor de Dios,
Dios, que es Amor, nos será dado si lo pedimos en la oración! Y
Dios nos dará su Amor, el Espíritu Santo, como posesión nuestra,
en esta vida en medio de persecuciones y tribulaciones, y en la otra,
para toda la eternidad, para hacernos eternamente felices. Todo el
mundo busca la felicidad aquí y allá, y no la encuentra, porque la
felicidad está en la oración, porque además de cualquier bien
espiritual -y material, si es para nuestra salvación- que le
pidamos, Dios nos lo concedeerá, pero además nos concederá el Don
de dones, el Espíritu Santo. ¿Podemos siquiera imaginar lo que esto
significa? En nuestras manos -elevadas en oración, sosteniendo el
Santo Rosario- y en nuestro corazón -contrito y humillado, postrado
interiormente ante la majestad de Dios Trino, a los pies del altar en la Santa Misa, deseosos de recibir el Amor ardiente de Jesús Eucaristía-, está la felicidad
nuestra, la de nuestros seres queridos, y la de todo el mundo. ¿Qué
esperamos para ponernos a rezar?
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