miércoles, 25 de junio de 2014

“No todo el que dice: ‘Señor, Señor’ entrará en el Reino de los cielos”


“No todo el que dice: ‘Señor, Señor’ entrará en el Reino de los cielos” (Mt 7, 21-29). Jesús nos advierte acerca del valor de las palabras: si estas no van acompañadas por obras concretas de misericordia hacia el prójimo, las palabras pronunciadas por nosotros, delante de él, no valen nada, y esto quedará de manifiesto el Día del Juicio Final. En ese día, serán apartados para siempre, de la visión beatífica y de la comunión de los bienaventurados, todos los que, llevando el sello del bautismo, y habiendo recibido los sacramentos de la Comunión y de la Confirmación, y aun habiendo recibido el Sacramento del Orden, sin embargo, en el momento del Juicio Final, sean encontrados faltos de obras de misericordia, tanto corporales como espirituales.

Esos tales, nos advierte Jesús, serán condenados al Infierno, en donde arderán para siempre, con sus cuerpos y sus almas, porque las palabras vacías, sin obras de misericordia, aun cuando sean hermosas, como: “Señor, Señor”, no tienen ningún valor delante de Dios. Jesús nos aclara esto para que no nos engañemos y para que no creamos que por mover los labios y recitar oraciones, teniendo un corazón endurecido y sin caridad para con el prójimo, podremos presentarnos ante el Juicio de Dios en el Día de la Ira de Dios, vacíos de obras buenas. Si no nos presentamos con obras de misericordia, de nada valdrán nuestras palabras huecas y vacías, que resonarán, huecas y vacías, en el Infierno, por toda la eternidad, recordándonos nuestra malicia. 

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