(Ciclo A – 2014)
La Solemnidad de Corpus Christi constituye, para la Iglesia,
una de sus fiestas más importantes, porque manifiesta al mundo, de modo público
y solemne, con la procesión de Corpus, aquello que constituye el núcleo central
de su fe, la columna vertebral de su existencia, la razón primera y última de
su ser, la Eucaristía. Sin la Eucaristía, la Iglesia Católica dejaría de ser
Iglesia Católica; sin la Eucaristía, la Iglesia Católica dejaría de existir
como tal, para convertirse en otra cosa, irreconocible, porque la Eucaristía es
lo que es el corazón al hombre: así como el corazón con sus latidos envía
sangre por medio de las arterias a todo el cuerpo, manteniéndolo con vida, así
la Eucaristía, que es el Corazón de la Iglesia, infunde la gracia santificante
por medio de los sacramentos a todo el Cuerpo Místico que es la Iglesia,
concediéndoles la vida divina, la vida misma de Dios Uno y Trino.
La Iglesia se nutre de la substancia humana divinizada del
Cuerpo glorioso de Cristo y de la substancia divina de la Persona del Verbo de
Dios que le comunica de su gloria divina a Cristo en la Eucaristía; sin este
alimento, doblemente super-substancial, celestial, sobrenatural, divino, la
Iglesia perecería de hambre, moriría literalmente, se vería envuelta en las
tinieblas del pecado, del error, de la ignorancia y sucumbiría irremediablemente
frente a las a las divisiones y al poder mundano y frente a los poderes del
infierno.
Pero por la Eucaristía la Iglesia no solo triunfa sobre sus
enemigos, sino que obtiene la vida nueva de la gracia, la vida que brota del
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, la vida misma de Dios Uno y Trino, una
vida que es celestial, sobrenatural, eterna, divina, vida que convierte a los
hombres en hijos adoptivos de Dios, haciéndolos participar de la santidad misma
de Dios, concediéndoles la gracia de ser santos.
Es por esto que la fiesta de Corpus Christi no es una fiesta
más entre otras: representa no solo el triunfo del Cuerpo Místico de Cristo
sobre sus enemigos mortales –el demonio, el mundo y el pecado-, sino que representa también el
inicio de una vida nueva para los hombres, la vida nueva de la gracia, que
brota de la Eucaristía, es decir, de Cristo muerto y resucitado, como de su fuente inagotable, gracia que brota en la eternidad y
continúa hasta la eternidad, por los siglos sin fin.
La fiesta de Corpus Christi representa para la Iglesia no solo la victoria contra sus enemigos, sino el recuerdo del inicio de la vida de gloria divina que, comenzando en el tiempo, continuará por toda la eternidad y no finalizará jamás, porque Cristo, que dio su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en sacrificio en la cruz para nuestra salvación, continúa donando su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en la Eucaristía, para que nos alimentemos de su gracia santificante, de su Divinidad y de su Amor, mientras peregrinamos en esta vida hacia la eternidad, para que en el momento de nuestro paso hacia la eternidad, poseamos en nuestros corazones el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico, el mismo Amor del cual nos nutriremos por los siglos sin fin en los cielos, si somos fieles a la gracia divina.
La fiesta de Corpus Christi representa para la Iglesia no solo la victoria contra sus enemigos, sino el recuerdo del inicio de la vida de gloria divina que, comenzando en el tiempo, continuará por toda la eternidad y no finalizará jamás, porque Cristo, que dio su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en sacrificio en la cruz para nuestra salvación, continúa donando su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en la Eucaristía, para que nos alimentemos de su gracia santificante, de su Divinidad y de su Amor, mientras peregrinamos en esta vida hacia la eternidad, para que en el momento de nuestro paso hacia la eternidad, poseamos en nuestros corazones el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico, el mismo Amor del cual nos nutriremos por los siglos sin fin en los cielos, si somos fieles a la gracia divina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario