sábado, 21 de junio de 2014

Solemnidad de Corpus Christi


(Ciclo A – 2014)
         La Solemnidad de Corpus Christi constituye, para la Iglesia, una de sus fiestas más importantes, porque manifiesta al mundo, de modo público y solemne, con la procesión de Corpus, aquello que constituye el núcleo central de su fe, la columna vertebral de su existencia, la razón primera y última de su ser, la Eucaristía. Sin la Eucaristía, la Iglesia Católica dejaría de ser Iglesia Católica; sin la Eucaristía, la Iglesia Católica dejaría de existir como tal, para convertirse en otra cosa, irreconocible, porque la Eucaristía es lo que es el corazón al hombre: así como el corazón con sus latidos envía sangre por medio de las arterias a todo el cuerpo, manteniéndolo con vida, así la Eucaristía, que es el Corazón de la Iglesia, infunde la gracia santificante por medio de los sacramentos a todo el Cuerpo Místico que es la Iglesia, concediéndoles la vida divina, la vida misma de Dios Uno y Trino.
         La Iglesia se nutre de la substancia humana divinizada del Cuerpo glorioso de Cristo y de la substancia divina de la Persona del Verbo de Dios que le comunica de su gloria divina a Cristo en la Eucaristía; sin este alimento, doblemente super-substancial, celestial, sobrenatural, divino, la Iglesia perecería de hambre, moriría literalmente, se vería envuelta en las tinieblas del pecado, del error, de la ignorancia y sucumbiría irremediablemente frente a las a las divisiones y al poder mundano y frente a los poderes del infierno.
         Pero por la Eucaristía la Iglesia no solo triunfa sobre sus enemigos, sino que obtiene la vida nueva de la gracia, la vida que brota del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, la vida misma de Dios Uno y Trino, una vida que es celestial, sobrenatural, eterna, divina, vida que convierte a los hombres en hijos adoptivos de Dios, haciéndolos participar de la santidad misma de Dios, concediéndoles la gracia de ser santos.

         Es por esto que la fiesta de Corpus Christi no es una fiesta más entre otras: representa no solo el triunfo del Cuerpo Místico de Cristo sobre sus enemigos mortales –el demonio, el mundo y el pecado-, sino que representa también el inicio de una vida nueva para los hombres, la vida nueva de la gracia, que brota de la Eucaristía, es decir, de Cristo muerto y resucitado, como de su fuente inagotable, gracia que brota en la eternidad y continúa hasta la eternidad, por los siglos sin fin. 
           La fiesta de Corpus Christi representa para la Iglesia no solo la victoria contra sus enemigos, sino el recuerdo del inicio de la vida de gloria divina que, comenzando en el tiempo, continuará por toda la eternidad y no finalizará jamás, porque Cristo, que dio su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en sacrificio en la cruz para nuestra salvación, continúa donando su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en la Eucaristía, para que nos alimentemos de su gracia santificante, de su Divinidad y de su Amor, mientras peregrinamos en esta vida hacia la eternidad, para que en el momento de nuestro paso hacia la eternidad, poseamos en nuestros corazones el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico, el mismo Amor del cual nos nutriremos por los siglos sin fin en los cielos, si somos fieles a la gracia divina.

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