jueves, 27 de diciembre de 2018

Día 4 de la Octava de Navidad



(Ciclo C - 2018 – 2019)

         Los primeros seres humanos en conocer la asombrosa noticia del Hijo de Dios fueron unos pastores que se encontraban cerca del lugar. Fueron avisados por los ángeles, quienes les dieron una señal, para que supieran que el Hijo de Dios había nacido: encontrarían a un niño recién nacido sobre un pesebre. Los pastores, personas humildes –no en el sentido de ser pobres materialmente, sino en el sentido de humildad de espíritu- y simples, no dudaron del anuncio de los ángeles y acudieron al Portal de Belén, encontraron al Niño como les había sido dicho y, postrándose ante el Rey del cielo, sostenido en brazos por la Virgen Madre, lo adoraron.
         Cuando se contempla con ojos humanos y mundanos, se tiende a menospreciar a los pastores: se trata de personas incultas, por lo general analfabetas –en esa época era excepcional la escolarización-, de condición económica escasa, cuya única ocupación eran su ganado y su familia. Es decir, vistos humanamente, se encuentran en uno de los estratos más bajos de la sociedad. Sin embargo, Dios los eligió a ellos para que fueran los primeros seres humanos –aparte de sus padres, la Virgen y San José, obviamente- en recibir la Buena Noticia, la Alegre Noticia del Nacimiento del Redentor. Y Dios los eligió no solo a pesar, sino a causa de su condición de seres de escasa instrucción humana y de baja condición económica. Dios los eligió a ellos no por ser pobres, sino por ser humildes, espiritualmente hablando, es decir, por poseer la virtud de la humildad, puesto que Dios “elige a los humildes y rechaza a los soberbios”. Esa humildad se tradujo en dos actitudes de los pastores: creyeron sin dudar el anuncio de los ángeles y, cuando llegaron al Pesebre, se postraron en adoración ante el Rey de reyes, nacido como un Niño humano. Si hubieran sido soberbios, es decir, si hubieran estado henchidos de conocimientos humanos, no habrían dado crédito al anuncio de los ángeles y no habrían acudido al Portal a encontrar y adorar al Niño.
         En nuestros días y a nosotros, personas del siglo XXI, no bajan ángeles desde el cielo para anunciarnos que viene el Redentor en Belén, Casa de Pan: es la Iglesia la que nos anuncia que el Redentor baja desde el cielo, en cada Santa Misa, para prolongar y continuar su Encarnación y Nacimiento como Niño Dios en la Eucaristía y así entregar su Cuerpo y su Sangre, que es Pan de Vida eterna. Frente a este anuncio, debemos preguntarnos si imitamos a los pastores en su humildad y damos crédito a lo que anuncia a la Iglesia –y por lo tanto, acudimos ante el altar eucarístico para postrarnos ante el Dios del cielo que viene oculto en las apariencias de pan, así como en Belén vino oculto en la naturaleza humana-, o bien, henchidos en nuestra vanidad y orgullo, pasamos por el alto el anuncio que nos hace la Santa Madre Iglesia.

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