sábado, 22 de diciembre de 2018

La verdadera fiesta de Navidad es la Santa Misa de Nochebuena





(Ciclo C - 2018 – 2019)

         A medida que nos acercamos a la Navidad, la Iglesia ingresa en un clima de fiesta, pero a fin de no equivocarnos y cometer algo que no agrade a Dios, debemos reflexionar en qué es lo que entendemos cuando decimos que en Navidad “hacemos fiesta”. Ante todo, hay que decir que la Navidad es una fiesta, sí, pero espiritual, interior, dada por la gracia, que ilumina tanto al intelecto, como al corazón: al intelecto, para hacerle saber que el Niño que nace en Belén no es un niño más entre tantos, sino el Verbo Eterno del Padre encarnado, que viene a este mundo para ofrecerse como Víctima Inmolada en la cruz para no solo derrotar a los tres grandes enemigos de la humanidad –el pecado, la muerte y el demonio-, sino para concedernos su gracia, convertirnos en hijos adoptivos de Dios y así conducirnos al Reino de los cielos. La voluntad -o el corazón- a su vez, es iluminado por la gracia, para que el alma sea capaz de no solo contemplar con el intelecto esta verdad sobrenatural de la Encarnación y Nacimiento del Verbo de una Madre Virgen, sino también para que con su corazón ame este misterio y por la conjunción de lo contemplado en el intelecto y lo amado por el corazón, se alegre y exulte de alegría. Es decir, la alegría navideña se origina, no en el mundo exterior, sino en lo alto, por acción de la gracia que, iluminando la inteligencia y la voluntad, permite la alegría sobrenatural del alma, la cual la lleva a hacer “fiesta”, que es, ante todo, espiritual y sobrenatural.
En esto consiste la alegría y el motivo y la causa de hacer fiesta; por este hecho es que el cristiano se alegra en Navidad y “hace fiesta”. Pero no es una fiesta mundana, pagana, puramente exterior y por motivos mundanos: es una fiesta interior, espiritual, sobrenatural, concedida por la gracia y esta fiesta está y consiste, ante todo y en primer lugar, en la Santa Misa de Nochebuena, porque allí, por la liturgia eucarística, la Iglesia como Esposa y como Cuerpo Místico de Cristo, no solo recuerda, sino que participa del Nacimiento del Niño Dios. Por la Santa Misa de Nochebuena la Iglesia no sólo recuerda el Nacimiento, sino que está frente a Él, superando misteriosamente el tiempo y el espacio; por la Santa Misa de Nochebuena la Iglesia no sólo recuerda y está frente al misterio del Nacimiento, sino que participa de Él, por el misterio de la acción del Espíritu Santo. Participa del Nacimiento porque nace su Cabeza, la Cabeza del Cuerpo Místico de la Iglesia, Cristo Jesús.
Éste es el motivo de la alegría y de la fiesta, y es algo que debemos tener muy en claro, para no paganizar la Navidad, para no convertirla en una mera ocasión de una fiesta al mejor estilo pagano. Muchos cristianos “hacen fiesta” en Navidad, pero es una fiesta que nada tiene de espiritual y de sobrenatural, porque se trata de una fiesta mundana, pagana, hedonista. Nada tienen que ver las modernas celebraciones de la Navidad, con alcohol, música, bailes, fuegos artificiales, con la verdadera fiesta de la Navidad, que es la Santa Misa de Nochebuena.
Si no se considera a la Santa Misa de Nochebuena como la verdadera fiesta de Navidad –espiritual, interior, sobrenatural-; si no se contempla la escena del Pesebre en el altar eucarístico, en la celebración eucarística; si no se adora al Niño que prolonga su Encarnación y actualiza su Nacimiento en la Eucaristía, no tiene sentido hacer fiesta y mucho menos, una fiesta pagana. El misterio de la actualización del Nacimiento en la Santa Misa de Nochebuena, su contemplación y adoración del Niño que está en la Eucaristía, es lo que da sentido a la fiesta cristiana, que consiste en una celebración alegre, de estilo familiar, con comidas más elaboradas que la comida cotidiana y en un ambiente de alegría familiar.
Festejar, tal como lo hace el mundo, prescindiendo de la Santa Misa de Nochebuena, y festejar mundanamente, con música estridente, con bailes indecentes, con alcohol, con pirotecnia, nada tiene que ver con la Navidad cristiana y quien hace esto, celebra una Navidad pagana, que ofende a Dios. Para quien prescinde de la fiesta y de la alegría que es la Santa Misa de Nochebuena, es mejor entonces que directamente no se celebre ni festeje la Navidad, porque el festejo de la Navidad tal como lo hace el mundo de hoy consistente en banquetes, música estridente, bailes indecentes, fuegos artificiales, llevados a cabo en lugares inmorales ofende a Dios, porque la Navidad así vivida se convierte en ocasión de burla, profanación y sacrilegio del Nacimiento. Quien festeja la Navidad así, con un festejo mundano y pagano, es mejor que no lo haga, que no festeje la Navidad, para que Dios no sea ofendido. El verdadero festejo espiritual, interior, sobrenatural, dado por la gracia, en el que el alma se alegra porque ha nacido el Redentor y porque participa del Nacimiento milagroso del Salvador del mundo, el Niño Dios, es la Santa Misa de Nochebuena.

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