sábado, 30 de enero de 2021

“Los discípulos se fueron a predicar el arrepentimiento”

 


“Los discípulos se fueron a predicar el arrepentimiento” (Mc 6, 7-13). Jesús envía a sus discípulos a misionar y como parte de la misión, les concede el poder de expulsar demonios y de curar enfermos. Sin embargo, la expulsión de demonios y la curación de enfermos no es lo más importante en la misión: estos son solo signos de que “el Reino de Dios está entre los hombres”. El núcleo central de la misión de los discípulos es la predicación del arrepentimiento, es decir, la misión busca que el hombre tome conciencia de sus pecados, de su mal obrar, de su alejamiento de Dios, de su deseo y apego desordenado por las cosas de esta vida, porque este arrepentimiento es condición indispensable para que la gracia de Dios pueda actuar en el alma, colmándola de la santidad de Dios. Si no hay arrepentimiento, no hay acción de la gracia, porque la gracia necesita de un corazón “contrito y humillado” para poder actuar. Ahora bien, hay que tener en cuenta que el mismo llamado y el mismo deseo de cambiar de vida, es ya una acción de la gracia; lo que sucede es que, luego de conceder Dios el deseo de la conversión es necesario que el hombre ponga de su parte el acto de libre aceptación de Cristo Dios como su Salvador y de su gracia santificante como medio de santificación de su alma. Es decir, si surge en el alma un deseo sincero de conversión, esto es, de cambiar la vida de pecado por la vida de santidad, esto es ya una obra de la gracia; es ya una acción del Espíritu Santo que está invitando al alma a la conversión, pero para que ésta pueda suceder, es necesario que se responda afirmativamente a la gracia anterior, la gracia del deseo de conversión, que es en lo que consiste el arrepentimiento.

Por último, ¿cómo vamos a arrepentirnos si no sabemos qué es lo que está bien y qué es lo que está mal? Para saberlo, viene en nuestra ayuda la Ley de Dios, los Diez Mandamientos: si se cumplen los Mandamientos, es señal de que la gracia está actuando en el alma; si no se cumplen los Mandamientos, es señal de que es necesario el arrepentimiento y luego la conversión. Y como tanto el arrepentimiento, como la conversión, son dones de Dios, es necesario pedirlos en la oración, cada día, todos los días.

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