viernes, 29 de enero de 2021

“Ya sé quién eres: el Santo de Dios”

 


(Domingo IV - TO - Ciclo B – 2021)

          “Ya sé quién eres: el Santo de Dios” (Mc 1, 21-28). El episodio del Evangelio, en el que Jesús expulsa a un hombre poseído por el demonio, revela varios aspectos fundamentales de nuestra fe y uno de ellos es, precisamente, la posesión demoníaca. Muchos católicos se resisten a creer, ya sea en la existencia del demonio, ya sea en su obrar en las personas y en el mundo y, sin embargo, la creencia en el demonio forma parte esencial de nuestra fe católica. Esto -la existencia del demonio y su obrar en el mundo- forma parte de la realidad de la existencia humana, sometida al pecado y al poder del demonio a partir del pecado original de Adán y Eva. De hecho, una de las obras que pertenecen al misterio salvífico de Jesús de su Muerte y Resurrección, es “deshacer las obras del demonio” (1 Jn 3, 8), como lo dice el Evangelio. Es decir, además de perdonarnos los pecados con su Sangre derramada en la Cruz y concedernos la filiación divina con la gracia santificante que se dona a través de los sacramentos, Jesús, el Hombre-Dios, vino a nuestro mundo para destruir el reino de las tinieblas, derrotar y expulsar de este mundo al Príncipe de las tinieblas, el demonio, y establecer el Reino de Dios, el cual comienza ya en este mundo por medio de la gracia santificante que obra en el alma, haciéndola partícipe de la vida divina trinitaria. Entonces, quien niegue la existencia del demonio o quien no crea que el demonio actúa en el mundo desde la caída de Adán y Eva en el pecado original, está quitando una parte esencial de la fe y del Credo católico; ese tal, se aparta substancialmente de la fe de la Iglesia Católica, para construirse una religión a su medida, en la que el Ángel caído no forma parte de su horizonte existencial. Ahora bien, es necesario considerar el hecho de que no debemos caer en el otro extremo, es decir, el de atribuir todo mal, personal, social, nacional, mundial, al demonio, porque también es cierto que es el hombre quien, cuando no está con Dios en su alma, cuando no está en gracia, obra el mal, el pecado y esto muchas veces sin la intervención del demonio. Esto quiere decir que no debemos caer en los dos extremos: ni en el negar la existencia y acción del demonio, ni atribuirle al Ángel caído todo tipo de mal -infidelidades, mentiras, violencias, robos, etc.-, porque en muchos casos, sino en la mayoría, los hombres obran el mal sin la intervención del demonio.

          Otro aspecto muy importante de nuestra fe católica que se revela en este episodio es el siguiente y viene de boca del propio demonio: el demonio expulsado por Jesús hace una confesión acerca de Jesús, al llamarlo “Santo de Dios”. Esto es un reconocimiento explícito, por parte del ángel caído, de la divinidad de Jesús, por el hecho de que el demonio, que es una creatura creada por Dios reconoce, en la voz humana de Jesús, a la voz de Dios omnipotente; es decir, reconoce en la voz humana de Jesús la voz del Dios que lo creó y que luego de su rebelión lo expulsó de su presencia y lo envió al Infierno; por esta razón es que llama a Jesús: “Santo de Dios”. Esto es una confirmación, por parte del demonio expulsado, de la verdad que profesa la Iglesia Católica acerca de Jesús de Nazareth, esto es, que Jesús de Nazareth no es un hombre más, ni un profeta, ni un santo, ni siquiera el hombre más santo que haya existido, sino que es la Santidad Increada, porque es Dios Hijo en Persona, encarnado en una naturaleza humana.

          “Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Si bien los demonios son mentirosos por definición -Jesús llama al demonio “Padre de la mentira” (Jn 8, 44)-, eso no significa que en algún momento digan la verdad, como en este caso, en el que el demonio expulsado del hombre poseído reconoce en Jesús al Dios tres veces Santo. Porque dice la verdad acerca de Jesús, en este caso sí podemos parafrasear al demonio y, postrados ante Jesús Eucaristía, decir, iluminados por la fe de la Iglesia Católica y por la luz del Espíritu Santo: “Ya sé quién eres, Jesús Eucaristía: eres el Santo de Dios, eres el Dios tres veces Santo”.

 

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