sábado, 30 de enero de 2021

“Se asombró de su falta de fe”

 


“Se asombró de su falta de fe” (Mc 6, 1-6). Lo ven hacer milagros que sólo Dios puede y en vez de concluir que Jesús es Dios encarnado, concluyen equivocadamente pensando que Jesús es solo un hombre más, que tiene poderes especiales, concedidos vaya a saber por quién. En efecto, a pesar de que Jesús “habla con autoridad y sabiduría” y obra milagros que sólo pueden ser realizados con el poder divino, aun así, sus contemporáneos y vecinos del pueblo no lo reconocen como a Dios Hombre, sino que lo tratan de “hijo del carpintero”, “hijo de María”, que tiene “hermanos que viven entre ellos” y que “no saben de dónde le viene esta sabiduría”.

Por un lado, esta actitud refleja el estado espiritual de quienes contemplan a Jesús obrar milagros pero no lo reconocen como Dios encarnado: son quienes reducen la religión católica a lo que puede ser explicado por la razón, es decir, son racionalistas, que niegan todo lo que haya de sobrenatural, de milagroso, de misterioso origen divino. Si no puede ser explicado por la razón, sin la ayuda de la gracia y de la fe, entonces no existe. Esta clase de católicos racionalistas rebajan a la religión católica al ínfimo nivel de la razón humana, despojándola de todo misterio y de toda acción sobrenatural (divina) o preternatural (angélica).

Por otra parte, esta actitud racionalista, negadora de lo sobrenatural y de la condición de Jesús de ser Dios y de poder hacer milagros que sólo Dios puede hacer, tiene sus consecuencias: Dios no puede obrar milagros en quien no tiene fe y así lo dice el Evangelio: “Y no pudo hacer allí ningún milagro”. La consecuencia de la falta -culpable- de fe en Jesús como Hombre-Dios, tiene una consecuencia directa y es que Jesús no puede obrar milagros en donde no hay fe.

“Se asombró de su falta de fe”. La falta de fe católica en la misma Iglesia Católica es un hecho que se puede comprobar cotidianamente, vista la notoria salida de la Iglesia de bautizados en la Iglesia Católica, que así dejan de vivir una vida de santidad, para vivir en el pecado. Esta falta de fe, a su vez, es la causa de que Jesús, al igual que en el episodio del Evangelio, no pueda obrar milagros en sus vidas.

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